o que mis ojos me estuvieran engañando. Pero no había error. Héctor esta
, tu alma es lo que me importa, no cómo te ves. Eres mi única musa." Mentiras. Todas eran mentiras. Yo no
ilustraciones. Mi estómago era un nudo de nervios. Por primera vez, iba a ver a Héctor Morales en persona.
zón de Santa Fe. Me recibió una asistente y me guio a una sala de junta
cios. Alto, con una sonrisa perfecta y un traje caro que le quedaba como un guante.
éctor Morales. He visto su po
es", respondí, con la
u mirada era fría, calculadora. Para él, yo solo era una ilustradora más, una empleada temporal. No tenía idea de que yo era la m
sonó en todo el servidor. Un anuncio dorado cruzó el cielo virtual: "¡Con
mundial
creer! ¡Isabel
ebe estar feliz! ¡Su
la Calavera esa? Ya pue
del foro. Hablaban de cómo Héctor había fundado su gremio, "Los Dorados", para Isabella. De cómo cada una de su
e, apareció en la plaza principal. Y Héctor, El Charro de Oro, estaba a su lado, sonriendo como nunca lo había visto sonreír