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. Hay heridas que no sangran, pero tampoco cierran por completo y hay
quedan grabados en la piel,
ra vez que lo vi mirar a otra con esa sonrisa que yo había imaginado mil veces tener para mí y lo confirmé el día
e no elegirme. Yo, en cambio, era prisionera de un amor que no pedí tener, de un deseo qu
ue lo grite. Hasta que el destino, cruel como solo él sabe ser, le impuso un precio muy alto por su herencia y eso era casarse conmigo. Con
ba por estar en el mío y cuando creí que ya no podía doler más, su crueldad encontró nuevas formas de desgarrarme. M
ue deseé no amarlo más, pero el amor, cuando es real, no se disuelve con llanto ni se extingue con indiferencia. Solo muta, solo se transforma
a dentro de mí, que me llamaría "mamá" con ojos idénticos a los suyos. Dos pequeños secretos, sos verdades que él no con
a vez... no habrá marcha atrás. Demostrar que el amor no ha muerto será una tarea