il de un hospital era un recuerdo de otra v
ia. Mi pierna palpitaba con un dolor profundo y persistente. Carl
aro en la habitación oscura. Una aler
ados? Carlota Mayo y Horacio Fran
. Él la rodeaba con el brazo, en un gesto protector. Ella se inclinaba
aguda que me dejó sin aliento. Esto e
iversidad en Guadalajara. La carta de aceptación para su programa de veterinari
mi única ví
ió y Horacio Franco entró. Llevaba un tazón de sop
á ocupada en reuniones, pero quería que me as
. El vapor se elevó, llevando un ar
ahu
os cacahuates. Una cucharada
hivo detallado que su asistente guardaba sobre mí. Alergias, miedos, hi
re", dije, con
Álex. No seas difícil. Carlota la preparó ella misma
ado en más de una década. Pero e
o. Era Carlota. Parecía cansada, estresada, pero
la enfermera", le dijo
sa ahora? Álex, Horacio está siendo amable conti
ue quien me llevó de urgencia al hospital cuando tenía diez años después de comer una galleta en una fi
ma persona. El amor la había cegado. O quizás, mi
iento en sus ojos.
. Y tengo que fal
nectada de mi cuerpo, tomé la cu
a los labi
si estuviera llena de grava caliente. No podía respirar. Sonidos sibilantes
de mi escritorio. Tropecé ha
mis dedos buscando tor
", gritó Horacio, con un t
vo un espasmo. El EpiPen salió volando de mi agarre, d
Miré a Carlota, con la mano extend
o a un
nto e inestable", tratando d
co!", gritó, su rostro una
amar al 911, sino para marcar
o. Llévenlo al cuarto frío
e rompí un jarrón. Le tenía pánico a la oscuridad, y me encerraba por
era una
No podía luchar. Mis pulmones estaban en l
habitación, escuché la voz
o fue su intención. Si
rta aislante fue a Carlota, permitiendo que Horacio la atraje
idad helada. Luego, solo quedó el sonido d