nte clara y enfocada. Tenía una cita en el consulado para final
girando en la cerradura, la escena
s de Alejandro, con las mangas arremangadas hasta los codos. Le quedaba holgada, una afirmac
timiento en mis entrañas. Él n
. Estaba a punto de subir a mi habitación, al
te que me crispó los nervios. Tomó una fresa del tazón en
oca, cariñ
con
las. Fue una reacción involuntaria, un hábito nacido de años de cuidarlo. Las odiaba. La única
e alzaron con diversión. Me miró como si yo fu
e hacia Alejandro-. Pero te la
s dientes rozando las yemas de los dedos de ella en un gesto que era a la vez jugu
sus orejas se
í conmigo, en la oscuridad, cuand
que él estaba borrando activamente. Me di la vuelta sin decir una palabra má
lave y saqué mi malet
posesiones. Nunca fui de acumular cosas. Empecé a reunir los pocos artículo
Alejandro. Un boleto de cine de nuestra primera "cita", una flor seca que una vez me había regalado,
y no sentí... nada. Ni arrepentimiento. Ni nostalgia. Solo una tr
el pasado para siempre, cuando mis ojos se pos
cogerla. Dentro, sab
Después del segundo, había colocado un diminuto candado de plata en su interior. Y después del tercero, y el
presa que había construido con tanto cuidado se rompió, y un
abrió de golp
u rostro. Sus ojos pasaron de mi cara surcada de
simpatía-. ¿Qué es todo esto? ¿Un peque
os, mi mano cerrándose prot
mi hab
do como si fuera
Alejandro me lo contó to
spendida en el aire
ntinuó, su voz un susurro cruel-. Todo. Un j
re se m
estás h
ia de Alejandro. Alejandro ha pasado los últimos diez años haciendo que te enamores de él, solo para pod
onido verdad
ste a un templo a rezar por esos pequeños
posó en la bo
ía que luchar contra las ganas de vomita