na
ntas, sus voces un zumbido caótico en mis oídos, pero no escuché. Le di la espald
os que transportaba a los miembros de la manada al pueblo humano cercano y me subí, mi mente una p
al conductor-. Llévame
hierbas secas y antiséptico. No me detuve en la entrada. Caminé directamente a las
la última hab
mente a la que se suponía que debía ponerme después de la ceremonia. Un grueso vendaje envolvía un
do, o tal vez de triunfo, en sus profundidades. Inmediatamente se es
ero cuando Marina se encogió, su cabeza se levantó de golpe. Su cuerpo se puso rígido, su lob
haciendo a
a estaba fija en Ma
verlo por mí misma. Supongo que las sol
s de Marina. Su voz era un s
ise que Braulio te dejara...
ia. Lo estaba presumiendo. Presumiendo que él la eligió a el
ro de mí
svanecieron en un estallido de furia. Me abalancé hacia adelante. Mi mano conectó con
na g
ido humano. Fue la rabia pur
n empujón brutal, me arrojó a
 
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