te en mi cabeza. Un médico me había puesto tres puntos en el cuero cabelludo
presionada sobre el vendaje en mi cabeza.
amente alrededor de Carla Macías. El rostro de ella estaba h
Nunca debí haberme ido. Solo estaba asustada. N
isto en fiestas a lo largo de los años, riendo y bebiendo con otr
la abrazó
, Carla. Y
rpadeó con algo -culpa, quizás-
su voz tensa-
je, mi propia v
ó por encima
tenemos mucha historia. -Levantó la vista hacia él con ojos grandes e ino
ado. Simplemente se quedó allí, en silencio, con los brazos to
n una pequeña sonrisa triunfante,
rga. Era un sonido que par
irectamente a Mateo-. No tienes q
a y me alejé,
ido una oferta de trabajo meses atrás, de una prestigiosa clínica de rehabilitac
salía en
e recuerdos, cada rincón guardaba un eco de nuestro tiempo juntos. Los pasamanos especiales en el
s artículos de tocador. Quité las fotos del tablero de corcho en la cocina: f
edas, pero le había horneado un pastel y sus amigos habían venido. En la foto, yo me inclinaba para encender las
foto y la rompí en pedacitos. Los dejé
bado. Tenía
r sonó. E
casual, como si nada hubiera pasado-.
los
unas cosas
Tengo una junta directiva y quiero que revises m
e los últimos tres años. Yo era su fisio
je, mi voz ape
y moderno me resultaba ajeno ahora. Lo encontré en su oficin
ba sentada en el borde de su escritor
je a Mateo algo de comer. Es su favorito, de esa trattoria a la que solí
a, asegurándome de que comiera alimentos saludables y bajos en inflamación para
profesionales tomando el control-. Es demasiado p
la mano c
no soy un inválido. Pu
do de la pasta, g
a, cómo ext
arró el costado, su rostro se puso pálido y sudoroso. La comida gr
silencio una botella de enzimas diges
a vuelta y sal
etrás de mí, escuché la voz
ejes que te mandonee. Debería estar agradecida
sonando en mis oídos. Pero lo que más dolió fue lo que no escuché. N
ciente como para dejar que lo envenenara, para dejar que insultara a la mujer