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Historia

Capítulo 3 Rendición en el Ébano

Palabras:1142    |    Actualizado en: 30/10/2025

e Elías, Valeria sentía que su voluntad se pulverizaba. Sus diseños para el "Proyecto Minotauro" se volvían más os

su oficina, el santuario de ébano y cristal del que emanaba todo su poder. El sol pon

. No era una pregunta. Era un veredicto-. Es emocional. Desordenado. Se

ción arder en sus mejillas. Esa pasión era lo

to sin vida -replicó, la voz más te

nergía de la habitación cambió. El aire se

odeando el escritorio-. Lo que veo es falta

e el calor de su cuerpo era un imán.

ontrol -susurró, desafiante, a

con una intensidad devoradora-. La contraté por su fuego. Pero

te pero con firmeza alrededor de su muñeca. El contacto fue una descarga brutal, un jadeo

a? -su voz era un ronquido sensual, su alboroto cayen

su agarre era de acero. Un destello

élt

ealmente quiere. Ha estado desafiándome, provocándome, des

le escapó. La evidencia de su deseo, duro e inconfundible, presionó contra su vientre, y una oleada de lujuria tan intensa que

eó, una súplic

uca, entrelazándose en su cabello, obligándol

s labios captu

la razón. Su lengua reclamó posesión, saboreándola, dominándola. Valeria se derritió contra él, sus manos, antes empujando su pecho, ahora aferrándose a

de frío y duro del escritorio de ébano le golpeó la espalda. Ro

r sus caderas, levantando su falda-. La

edos encontraron la piel desnuda de sus muslos. No l

-suplicó, sin

sa con dedos sorprendentemente ágiles, exponiendo su tors

ando, marcándola. Un grito sofocado escapó de ella. Sus man

pued

endo su lóbulo-. Y lo hará

s, los diseños, todo fue barrido al suelo en un susurro de papel. El sonido fue obsceno. Él l

entras sus manos recorrían su cuerpo, despojándola de

ió de su garganta. No era de dolor, sino de una liberación catártica. Era demasiado. Demasiada sensación, demasiado él. Sus cader

crujido del escritorio bajo su peso combinado. Cada pensamiento, cada resistencia, se disolvió en la mare

go y tembloroso. Lo sintió seguirlo, un gruñido gutural en su oído, su cuerpo convul

agitada. Él se separó lentamente. Valeria, temblorosa, con las piernas incapa

que dirigía sus reuniones. Luego, se acercó y col

ompostura, pero con un deje de posesividad que no estaba a

o asentir, sus ojos brillando con lágrimas de hu

señor

l primer hilo del laberinto se había cerrado alrededor de ella. Y Vale

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