dra Or
alsas promesas. El salón de baile del St. Regis era un mar de corbatas de moño y vestidos de lent
escansando posesivamente en la parte baja de mi espalda. Yo era su premio, su accesorio perfecto. Me había comp
amos, sus ojos llenos de una convincente imitación de adoración-
Lisa, que sabía que lo estaba inquietando. Era una muñeca
su habitación. Llevaba un traje que le quedaba u
po -dije, m
levantar la vist
n el borde
bló, pero esta vez, la emoción era real. Una última y desesperada súplica por el hij
ojos fríos y desprovistos de simp
Al menos él es divertido. Tú probablemen
e. Había ensayado esto. Habí
El niño que había criado se había ido, reemplazado por este extraño frío e inse
isa cruel jugando en sus labios-
salió de la habitación, dejándome e
lorosamente y me levanté. La mujer que salió de es
reí, socialicé, acepté felicitacione
rlata en el mar de tonos apagados. Era un vestido que gritaba por atención. Alrededor de su cuello había un collar de diamantes que reconocí de una c
ndonó su puesto junto a los camarones y corrió
ola con una familiaridad que me revolvió el estómago-. ¿
llador, se congeló. Su rostro se puso pálido. Le lanzó a Jacobo una mirada
sa. Sutilmente anguló su cuerpo, tratando de poner dis
raba que pudieras venir -a
se dirigieron a mí con una
mpre es tan
nombre fue un golpe
o una mano en mi brazo, un gesto que pretendía ser
as a la orientadora de
e de nuevo, Katia. -Dejé que mis ojos se deslizaran hacia el collar-.
sonrisa vacilante. El agarre de Antoni
de aspecto tímido y desconcertado que me había asegurado de que estuvieran
sa apresurada sobre la necesidad de encontrar el
Antonio estab
estén cómodos -tartamudeó, haciendo su propia escapa
ba pasando. La estaba calmando, tranquilizándola, h
. Lo necesitaba compuesto
icio detrás del escenario. No necesité acercarme. Solo necesitaba v
staba l
era una idiota! ¡Me miró directamente
razos-. Fue una coincidencia. No sabe nad
o prometiste, Antonio. Prometiste que después de este premio
usco, sus ojos escaneando
a noche. Sonríe, alégrate por mí, y te juro que
sesperado y hambriento. Un acto final
lo que ne
aile, mi corazón un tambor tranquilo y constante. Tomé mi asiento en la
estaba a punt
 
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