img El Engaño De Mi Propia Sangre  /  Capítulo 1 | 10.00%
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Historia
El Engaño De Mi Propia Sangre

El Engaño De Mi Propia Sangre

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1589    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:25

onio con Rodrigo era mi salvación, pero descubrí que solo era una cruel trampa. Mi único prop

fermedad era una farsa, el infierno se desató. Mi padre me abofeteó, mi hermano me pateó brutalme

es grité con mis últimas fu

ra la loca, la deshonra, una

ónimamente las grabaciones a todos. Dejé que la verdad los destruyera y tomé e

ítu

ela

lvar a mi hermana. Ahora, estoy escapando. El asiento de mi auto me parece un pozo sin fondo. Mis manos tiembl

iel arde con la traición. Rodrigo. Verónica. Mi propia familia. El pa

. Mi padre, Héctor, el magnate del tequila, nunca me miró a los ojos sin que una sombra d

culpa, D

fue por t

Esa fue la verdad oficial. Pero para ellos, yo era la verdadera causa. Mi

ón encarnada. La heredera designada. La hija que todos amaban. Su ris

itados. Yo, con once años, la observé desde la distancia. Mi vestido blanco, sucio por un tropiezo, cont

tenía la

al de la familia. Una habitación fría y vacía. Nadie vino a verme. Ni siq

casa. Rodrigo, que entonces era solo un conocido de la familia, la visitaba a diario en su casa.

je diminuto en la fren

decía mi tía. "

ada. La muerte de mi madre, mi existencia misma, era un pe

a, Verónica me humilló fren

on una sonrisa dulce y maliciosa. "Es una historia tan trágica. Y

o del amor de mamá por papá. Por eso... por eso se fue así". La mentira, u

, con desaprobación. Me sent

ho años, decidí escapar de la hacienda por un momento. Necesitaba aire, lejos de las

noré sus comentarios, pero se acercaron más. Uno me arrebató la

aquí?", se burló uno, su a

y furioso. Sentí un miedo paralizante. Me empujaron de nuevo. Me resbal

r. Nadie más pasaba por ahí. Estaba sola. Sentí que mis dedos r

voz clara, fuerte

mpecable. Rodrigo Bárcena. El tiburón de los negoci

les. Uno cayó de un puñetazo. Otro, con una patada. En minutos, l

. Mis manos aún aferradas a la barandilla. Él me e

e. Sus ojos, profundos y serios, me miraron con una pre

lló a mi lado. Me sentí segura, por primera vez

como si la luz se filtrara en

El caballero de armadura brillante que me salvó de l

e me recordaba mi indignidad, me susurraba: ¿Cómo pod

nunca se

a de seguridad, todo se había desvanecido. No había sido mi héroe, sino el instrumento de mi siguiente tormento. Mi garganta se cerró, impidiéndome respirar, mientras el auto avanzaba sin un rumbo fijo. El dolor no era solo mío, sino también el de l

ma solitaria se deslizaba por mi mejilla, salada

anzas, solo el camino hacia un futuro incierto. La voz de Rodrigo retumbaba en mi mente, las palabras que una vez me parecieron promesas ahora eran cadenas. Cada latido de mi corazón era un tambor de guerra, resonando con la urg

destruya, me repetí, sintiendo

de mentiras y crueldad. Tenía que ser fuerte. Tenía que luchar. El camino por delante era largo y desconocido, pero por pr

oducía en mi mente como una película de terror. Pero en medio de ese torbellino de agonía, una chispa de fuego se encendió en mi alma. Ya no era la Daniela sumisa, la víctima silenciosa. Había

rometí, ajustando el

e mis hombros, pero en el horizon

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