hmad tenía poco más de 29 años, pero su rostro pecoso y mirada alegre lo hacían ver mucho más joven. Al igual que la mayoría de la gente que vi
o que sus servicios como carpintero, plomero, constructor, o cualquie
la amistad debido a que Gian tampoco respondía a sus preguntas sobre el mundo exterior; él le comentaba que jamás había salido de la rústica
o las labores de limpieza y organización correspondientes. En una ocasión, Greta salió de casa y visitó el apartamento de Gian. Como se trataba de una chica bastant
os dibujos un poco inquietantes. La chica no conocía el concepto de tatuaje, y mucho menos el significado detrás de esas figuras, por lo que bombardeó a su amigo con un sin fin de preguntas mientras este últi
po muy específicas; había hombres que siempre vestían con playeras o camisas de manga larga, y mujeres que nunca se despegaban de sus medias o prendas de cuello alto. No podía ser a causa del pudor, después de todo, el principal su
nos matorrales que le ofrecían una amplia vista del pueblo. Ahí notó que algunos acompañantes vestían de manera
mucha energía y realmente carismático. El encantador varón parecía tener más o menos la misma edad que ella y lo único que hizo fue exclamar '¡Querida, gracias por traerme a conocer el mar! ¡Te amo!'. La chica del sueño solo le asentía con la cabeza mientras sus ojos recorrían la playa. Había varias personas disfrutando del sol, otras caminando por la orilla, algunos niños construyendo castillos de arena, ancianos debajo de amplias som
mente hostiles y hablaban muy poco, tanto con los clientes que guiaban como con los habitantes. Eran una especie de dioses vengativos y crueles. La mayoría superaban los 1.80 metros de estatura y sus prendas solo tenían el propósito de proteger su cuerpo; las túnicas dner su distancia. Madame Leyxa era la única con la que ent
era necesario adentrarse a la zona salvaje para llegar allí. Solo descansaban desde el viernes, despu
ocos relatos que se lograron escuchar es que los gustos de los Medijays eran fieles a su
el fuego, unos ojos verdes y sus rasgos delicados eran un agasajo visual para los varones. Ella también le hablaba a Greta, pero lo hacía con un tono hostil y sarcástico, quejándose de que la chica solo trabajara haciendo sus bocetos sin sentido y no se dedicara a otra cosa. Hubo ocasiones en que ambas estuvieron a punto de liarse a golpes, pero Madame
a mañana no estaba manchado, Greta simplemente lo sacudió y volvió a ponérselo. Una vez en la puerta, la chica se puso unos tenis deportivos color violeta claro y cubrió sus ojos con unas gafas; en su c
una mujer de mediana edad y muy atractiva apareció
encogía de hombros y veía con indiferencia a