o Dorian, se deslizaron dentro del Chevrolet Imp
. El no confiaba con plenitud en aquella extraña agencia, pero si en Margarita, y quizás ella era el verdadero motivo por el c
ntes de darse cuenta, Dorian se encontraba fu
mo cada noche, pero esta vez él no estaría solo. Daphne lo acompañaría, una mujer sin ros
e con ella - dijo Margarita sujetando su brazo, e
ro, si había algo que deseaba con todo su corazón, más al
rsidad la licenciatura en tecnología y robótica. Ella no apareció en su vida cuando fue nombrado el multimill
imperceptible su mano, ahora la dejó
ca no ronque. Odiaría no lograr conciliar el sueño por ello - cont
s ojos color caramelo de Margarita se suavizaron
do del auto e inclinando levemente la ca
peró unos instantes hasta que ella entró a su casa, antes de h
saban la tierra a modo de despedida, y las primeras est
ión de estacionamiento, el viento ya había cambiado a uno más frío
r dentro del estrecho elevador y marcó el
su estómago dificultando el respirar. Pronto recibiría a una mujer extraña en su casa y pasaría
ama, un recuerdo que no podría repetir jam
ndo un amplio espacio, iluminado de forma suave, casi sensual
vez, expuso ante sus ojos un hermoso living, cuyos sillones del mismo color
te, sensual y con un tenue halo de misterio; aún así, teniendo todos eso atrib
mujer en su casa, la sensación era nueva y extraña,
miedos o incertidumbres; ocho años después, estaba claro que todo había cambiado desde que conoció a Elena,
ciudad, en su camino se quitó los zapatos y corbata que amenazaba con ahorcarlo, desprendió
miento de la ciudad bajo sus pies; estando allí arriba podía jugar a ser un espectador
e todo sentía dolor, pena y enojo. Quizás eso
so a la realidad, frunciendo el ceño observó su
bservando la ciudad, esto no era nuevo pero aú
uerta de entrada, el ya sabía quién se encontraba al otro lado, p
ue estrechara la mano de aquella extraña muj
para deslizar las palmas sobre sus propios pantalones cernidos
gura esbelta, piel clara como la luna y un cabello tan osc
raba el rostro ángulos de aquella mujer c
él, sin saber si mirar sus profundos ojos
e de mujer le había
eyman?- contestó Daphne, su voz parecía s
con total euforia, el manojo de nudos en su estómago aún lo acom
las palabras raspando a su sal
hermosa que ella; con gracia mortal avanzó ha
ella deslizó un suave mano por su mejilla y se
abios sobre los de él, robándole un ba