a bordeaba una gruesa capa de más de un metro. Los pinos espolvoreados de blanco contrastaban con el cielo azul, brillante y despiadado del invie
eto, y aunque en ellas yo debía contar mis sueños sobre Arimarath, prefería no pensar en el asunto. A decir
l retrovisor le impedía a Lisa percibir el mensaje que John me enviaba. Lenny insistía con su vanidad característica, que el estilo de Jimmy Hendrix era el mejor. John reía. Cantaba
n -advirtió Lisa
e aquella pregunta. ¿Qué tenía Lisa que ver? ¿Cómo realizab
s adelante -insistió
ó Lenny-. Desde hace un tiempo tu señal está
abía captado el ligero reproche de Lenny y se
Si bien no hemos obtenido información últimamente, e
dos parecen salidos d
del auto se encendieron. Inmediatamente un policía hizo señas a Lenny para que estacionara a la derecha. Era la primera vez que se materializaba ante mí la posible presencia de La Agencia. Todas las cosas terribles que alguna vez John me había contado, se agolparon en mi cabeza como traídas por una avalancha de nieve.
sitó John mirando por el retrovisor en tan
s -agregó Lenny mirando de manera cautelosa alrededor-. Hay un
lto? ¡Tal vez intenten capturarno
! -clamó Lisa co
se encontraban a escasos pasos del auto-. I
uriosidad al oficial que se ap
? -preguntó con voz resonante el oficia
upadamente-. Vamos a visitar a mi abuela, está mu
continuar -sentenció el oficial recorriendo el auto con la mira
albergue a niños en situación de abandono. Todos fuimos
a con la cabeza y una sonrisa fingida amoldándose al papel,
bien po
lda y mi ropa, pero asentí con la cabeza. Sin embargo, el oficial no parecía convencido. Observé fugazmente cuando los oficiales se miraron y me
mi asiento y dejé escapar un gemido trémulo y después de un momento de silencio, pr
con las manos en frente-. ¿Por qué tenemos qu
ninguna
res con trajes negros se mostraron de cuerpo completo. Todos eran iguales: impasiblemente arrogantes y amables. Se habían bajado muy rápido de la f
r. ¡Muévanse! - Y lograron cercarnos a menos de metro y medio. Mi corazón latía más acelerado cuando el sudor chorreó copiosamente por mi espalda. De pronto
al de la derecha hizo una seña para que continuáramos. Parecían confundidos, como si ni siquiera notaran nuestra presencia-. ¡Vámonos ya! -ordenó John rápida e impulsivamente. Su mirada parecía perdida, se veía muy pálido y débil. Yo estaba impresionada y confundida a la vez. Di una última mirada y los hombres
erimenté una sensación abrumadora de terror al no entender nada de lo que estaba ocurriendo. Bruscamente, Lenny arrancó el auto
malo había pasado y que John lo había provocado. Inhalé una bocanada de aire, atónita, mirando como John se retorcía por un aparente dolor abdominal. Lenny enrumbó el a
s y se ha extinguido el invierno. Lentamente el espacio se va haciendo visible y más nítido. Todo tiene un colo
Sistema, para que con su sangre, dolor y sufrimient