ro
s, las piedras o el viento. Y cuando era pequeña le contaba sus tristezas al viento para que este se las llevara lejos y aunque no funcionaba, al menos podía desahogarse. Irse
o d
nica hijo que sufría con papás que parecían no preocuparse por ella. Pero a veces la frialdad de
las apar
es que mantuvo con árboles y arbustos, sus únicos amigos de infancia a
no le faltaba nada, era hijo de uno de los hombres más ricos de la ciudad. Pa
nca había necesitado del dinero para vivir, manejaba la em
sición en la sociedad era fuerte, no era feliz. Hubiese dado todo el dine
iese convertirse en el hijo varón que anhelaban. Y no lo decían abiertamente, pero era claro po
readas por una sociedad consumista -discurso de su madre cu
olía, -decir que no lo hacía sería mentirse- pero
iera él. Repentinamente sintió una mano sobre su hombro y sin poder evitarlo reaccionó con temor. Tanto él