Cumplid
de las ventanas en arco que había a su espalda y que conducían al balcón desde el que se veía el jardín privado de la Amyrlin no encajaban bien del todo, y el frío se colaba por los bordes. Cada vez que soplaba una ráfaga de viento fuera, el aire helado le daba en la espalda y traspasaba su vestido de paño. Lo mismo le ocurría a su mejor amiga, aunque Siuan jamás habría dejado ver que se estaba muriendo de frío, por más que fuera teariana. En el Palacio del Sol de Cairhien, donde Moraine se había criado, a menudo había hecho igual de frío en invierno, pero allí nunca se había visto obligada a permanecer de pie en medio de corrientes de aire. El helor calaba desde las baldosas de mármol, traspasa
saber cómo iba la batalla. En cierto modo tenía derecho a saberlo ya que su tío había iniciado esta guerra. No es que disculpara en absoluto a los Aiel por la destrucción que habían desatado en Cairhien, capital y nación, pero sabía quién era el máximo
o que se conseguía eran amonestaciones y advertencias de centrarse en los estudios. ¡Como si la batalla más importante que se dirimía desde la época de Artur Hawkwing, y prácticamente delante de sus narices, fuera una simple distracción! Moraine sab
personificada aunque un millar de pueblos se incendiaran justo delante de ellas. Nadie llegaba a Aes Sedai sin aprender a controlar las emociones a voluntad, interiormente y de cara al exterior. Tamra y Gitara no parecían cansadas, aunque sólo habían dado cabezadas desde que la lucha había empezado. Tal era la razón de que tuvieran Aceptadas como ayudantes durante toda la noche, por si acaso tenían que mandar algún recado o querían que
colores aunque tal cosa no era un requisito. Ningún Ajah podía sentirse en ventaja o desventaja con ella. Fuera de la Torre, cuando Tamra Ospenya hablaba reyes y reinas prestaban atención, tanto si tenían consejeras Aes Sedai como si odiaban a la Torre Blanca. Tal era el poder de una Sede Amyrlin. Podía ser que no siguieran sus consejos ni obedecieran sus instrucciones, pero la escuchaban. Y con cortesía. Hasta los Grandes Señores de Tear y el capitán gener
a para parecer una Verde o una Amarilla. Alta y casi voluptuosa, lucía un collar ancho de gotas de fuego, pendientes de rubíes, grandes como huevos de paloma, y tres sortijas además del anillo de la Gran Serpiente. Su vestido de brocado tenía un tono azul más profundo que el de Tamra, y la estola de Guardiana que llevaba e
davía poco menos que bellísimos. Con un tercer vistazo se cambiaría completamente de parecer. Ese rostro terso e intemporal era la marca de las Aes Sedai para quien lo supiera. Para quienes lo ignorasen, y eran muchos, el cabello de Gitara acrecentaría la confusión. Recogido con peinetas de marfil tallado, era blanco como la nieve. Se rumoreaba que tenía más de