Di
e un cuarto de hospital, esta habitación parece un jardÃn... o un funeral. Siento repulsión al pens
a última parte. Todos me han traÃdo flores, tantas que mi madre ya no tiene dónde acomodarlas. Amo las flores y todo lo rel
neraria. ¿Se habrá equivocado al comprarlas? Eso sÃ, al menos la fragancia bloquea un poco el horrendo olor a hospital que se impregna en mi nariz y me causa náuseas.
s personas:
hablan; la que recibió un balazo en medio de un tiroteo; la única sobreviviente. Aun asÃ, una parte de mà sà sabe que todo fue real. En ocasiones, siento el mismo terro
recordar detalles especÃficos o cualquier cosa que pueda ser de ayuda. Recuerdo muy bien el olor a sangre del lugar, tan vÃvido que me parece que aún puedo sentirlo. Y también el olor a pescado. Se h
yuda del psicólogo que me está atendiendo. Sin embargo, sé que nunca podré ol
o; o la sangre del vendedor tiñendo los cristales; o el cañón del arma apuntándome directamente. Ni tampoco p
. No hay nada má
eo ser útil para que atrapen a esos bastardos despiadados y hagan justicia, pero mi mente incompetente olvidó por completo el
r arruinado por completo su cumpleaños. Supongo que es un poco difÃcil celebrar mientras una de tus mejores amigas se debate entre la vida y la muerte luego de recibir un balazo. Ni siquiera pude da
ello castaño oscuro forma ondas suaves que le caen sobre la frente. Es alto y delgado, y también usa anteojos. Siempre he pensado que ese es u
ficultad en la cama. La herida en mi pecho aún duele bajo la venda, aunque ya han pasado algunos dÃas-.
no de burla-. No puedes venir a molesta
Ãmos un
to? -pregunta Adrián, extra
en cuando y me da un respiro -re
el suplicio volverá apenas mi madre regrese de almorzar. Si antes solÃa ser insistente y me atorm
e acerca a la cama y examina el vendaje de cerca. Cada dÃa es
licadeza mi mano sobre la herida-. Todav
ún espacio libre. Su expresión se torna un poco sombrÃa, y su enojo y su fr
driéndose en la cárcel -admite él y niega despacio con la cabeza-.
atrapen. Por desgracia,
e pregunto con algo de escepticismo. Todo parece salido de una pelÃ
on nada consigo, todo el dinero seguÃa en la caja. Adem
un instante y
a» suerte de que la ambulancia llegara rápido, pero las preocupaciones no term
uerdo nada importan
sangre frÃa. Cuando salgas de aquà tienes que cui
a mà misma. Ya lo sabÃa, pero oÃrlo de mi mejor amigo le da una conno
osas que no me quedan muy claras todavÃa-. Ayer me
stra -me in
te que algunos vienen al
go sus riñas y formas de resolver los problemas... Al parecer, los dueños de la tienda tenÃan algo que ver
volvió el fuego a los asaltantes antes de ser derribado, pero yo vivà la situación
decente y trabajadora, hasta que se descubren todos los
so, ¿por qué no hacen na
son unos malditos criminales, no hay nada que se pueda hacer. Además, es casi imposible detectarlos entre la gente honesta qu
. Pero su trabajo esta vez no fue
aliviado, y me sonrÃe-. N
, hemos sido amigos por casi diez años. Eso hace, sin embargo, que esté
smo que me ocurrió a mÃ: que terminen siendo un daño colateral de un problema ajeno. De cualquier modo, quizás solo estamo
eso prefi
a. Solo me faltan un par de dÃas para que me den de alta. Espero que los mafiosos me hayan olvidado, a pesar de que sé de sobra que la vida nunca resulta tan sencil