TULO
ÑOS N
Marzo
a negra ajustada al talle, con un cinturón ancho de charol brillante y blusa blanca levemente abierta en el cuello, de manga larga, que casi ocultaba por completo la chaqueta de buen corte, que se cerraba bajo su pecho con dos botones. Su pelo ondulado y con raya al medio, realzaba un rostro carente de belleza, con una expresión seria
adas de piedra, que se pegaban a las fachadas de los edificios, delimitando el espacio por el que los escasos automóviles y los carros, transitaban. No tardó en llegar hasta una taberna escondida tras una destartalada y ruinosa casa, que la ocultaba de la vista. Cerró su paraguas y penetró en el local. Recorr
ntento de levantarse, desistiendo al sentir que su cuerpo se balanceaba amenazando caerse. Wallis sintió que el mundo se derrumbaba en torno suyo, y quedó en pie ante Win con una media sonrisa en su cara y la mano tendida para ayudarle a incorporarse. El corpachón de Win logra ponerse en pie a duras penas y es enton
aquel hombre que tenía la desfachatez de proponerle a ella acompañarle a su casa, sin saber si era algo que podía serle incómodo a ella. Wallis desecha el ofrecimiento del desconocido y este finge, no haberse da cuenta de la
siado tiempo para su gusto. Sin pronunciar palabra, la en apariencia débil mujer, aferra a su marido con el brazo derecho bajo la axila izquierda de este, y lo ayuda a andar mientras con voz firme lo estimula a caminar por sí mismo, haciendo mención de su hombría menguada a causa del alcohol. Los dos salen del local y bajo la lluvia, quedan en pie, hasta que un carro lle
ra que este camine por sus propios medios hasta el vestíbulo del hotel, engancha su brazo derecho al de este y como una pareja vulgar más, penetran en el lugar en que se hospedarán por unos escasos días, en que el destino habrá de visitarlos como un ave de rapiña, dispue
ntalones y los coloca doblados encima de la silla que hará de galán, para posteriormente desabrocharle la camisa sudada y maloliente, que tira al suelo asqueada. Un mohín de repulsión se dibuja forzadamente en la cara, perfectamente enmarcada por unos ojos ligeramente almendrados y un
manos, antaño buenas conocedoras de sus secretos más íntimos. Desde que el mando de la marina descubriera que bebía en exceso y decidiese destinarle a un lugar apartado y discreto, en el confín del mundo, con la vana esperanza de que terminase con el v
le volviera a poner la mano encima, ni a Earl, ni ningún otro hombre que caminase sobre la faz de la tierra. Se peinó, se perfumó y cuando salió para entrar de nuevo en la habitación era una sensación de poder y seguridad tal la que le embargaba, que supo que dominaría desde entonces la situación como nunca antes lo había hecho. Earl
empezar por abandonar ese vicio que te mantiene atado a lo
ad?- le soltó con sarcasmo Earl.-pierdes el tiempo, yo ya he sido denigrado por m
pa tuya y solo sé que si de verdad te consideras aun un hombre, deberías sobreponert
ntuvo la compostura sin dar un paso atrás. Hubo de sentarse ante el intenso mareo que lo desorientó y a pesar de su egocéntrica personalidad, unas lágrimas escaparon de sus ojos. Wallis le ayudó
es dejaron paralizados. Wallis abrió la puerta y ante ella, el hombre de la noche anterior, al que ella culpaba de haber emborrachado a Ear
l apellido de su marido, es mi deseo serles de utilidad en estos momentos. Si me lo permiten les llevaré
tos, cedió amablemente y le siguió hasta la calle donde un Buick negro les esperaba. Seguro Robert de la respuesta de aquella fémina dominante y de rara inteligencia, bien r
da sobre su rodilla derecha y extrajo un cigarrillo de su pitillera de plata, en la que un símbolo llamó la atención de Wallis, era un águila bajo cuyas patas se
entes para frenar el desempleo y las revueltas sociales, los elementos que ti
vendernos una idea? –le recrim
porcionase los medios suficientes, como para vivir co
movimiento al que parecía pertenecer el señor Ley, era de una índole peligrosa y ca
erentes hombres de negocios que viajan desde los Estados Unidos e Ingla
do espiarlos!-fingi
farse Earl, que vio como una irada penetrante, casi calcinadora le er
, me está interesando sob
eberíamos prepararla
nsistiría esa diga
me diga qué piensa de ciertos temas
opas vulgares y desgastadas, llegó hasta ellos, Saludó a Robert Ley y se sentó
a mi colega Vl
a bajo el brazo izquierdo de la americana
de las preocupaciones de los tres, dejando un tanto marginado a Earl, que a
se hallaban representados por sus agentes, en aquella parte d