ana
poner mi maleta en el maletero del taxi q
oda, me pongo el cinturón de seguridad, me quito las gafas y las meto en mi bolso. El conducto
na barba que parecía necesitar una rasurada, pregunta mientras el taxi ru
ndo antes de acomodarme y
a través del espejo retrovisor
cuando tenía cinco años, Orlando ha
tengo que volar de vuelta a Nueva York para encargarme de mi res
aquí? -El taxista pregunta, mir
a, -De hecho, lo soy, per
ando es un lugar h
sonrisa educadamente. Ignorand
ue tengo de la herencia de mi padre. La pequeña cabaña a pocos metros de la casa principal, el hermoso jardín que se alza justo al
i pecho. Mi papá y yo no éramos
mi papá me rogó que me quedara con él y mi hermana, pero no podía de
taurantes, traté de convencerla de que viniera conmigo, pero ella dijo, y cito: "Alguien tiene que manejar el negocio. Ve, dale a April mis mejores d
sacándome del trance, -¿Está tod
e está a punto de estropearse.
ior antes de aparcar delante de una tienda muy concurrida, la calle sigue ocupada, con gente caminando
ve? -le
ida. -El hombre me asegura, abriendo la puerta lentament
e caballo rubias de una hermosa niña jugando con flores me llaman la atención. Miro el cartel de la tienda, Flores del corazón, el vie
e sonriéndole, pero pronto se distrae po
l tenía siete años, pero me cuidaba cada vez que mamá decidía salir de la casa. Estábamos muy unidas... Cuando April se puso en contacto conmigo hace unas semanas, me alegré mucho de qu
la floristería, atrapo al de traje negro empujando a la niña. Continúo mirando, furiosa porque el hombre
po tan
mo la gente se apar
axi. Si nadie se molesta en poner a ese homb
ientras intento alcanzarle a él y a sus secuaces-. ¡¡Oye!! -La gent
da, tirándolo hacia adelante, y haciendo que sus hombres se vuelvan hacia mí con miradas fur
sacude sus cabezas en señal de
dientes con fuerza para evitar que se me caiga la mandíbula. Sus ojos, oscuros, severos y afilados, me hacen querer acurrucarme en una esquina, sus pómulos bien definidos parecen darle a su rostro ese brillo que solo se encuentra cuando se mira a modelos, sus pob
un se
empujar a
. ¿Qué estás haciendo, Daiana? Mantente firm
r a esa pobre niña sin decir que lo sientes.
tada con fuerza, mira a su alrededor durante lo que parece
ón están vacías de cualquier tipo de emoción, ni siquier
sentirme i
que disculparte con la n
na pequeña multitud comienza a formarse. ¿Por qu
saje con la mirada para dejar el tem
donde sea que hayas venido, y yo seguiré mi camino. -Su voz sig
esto frenético con su mano para
tía en las películas, ahora... ¡Estoy bastante segu
a inexpresiva
termi
tiéndome i
que darte cuenta de tus errores, y también tienes que disculparte con la n
bien -dice-. ¿Aho
o rápido a la niña para ver que sigue sol
tienes cortesía! Ni siquiera un poco, solo porque
una
dinero? -m
ojar con l
pone que si
ge de hombros, con
es un bastardo groser
us gafas y se las pone de nuevo. Se
cobarde y discúlpate con la
elta. Esta vez, cuando se quita las
dices. -Su voz es pro
planto frente al
ué puedes h
estás hacie
e doy cuenta de que uno de los guardias me ha lev
ando su espalda en vano, pues veo como nos alejamos d
osotros también nos detenemos y luego otro hombre abre la puert
se cierra
¿Qué es lo q
o no se mueve ¡Santo Dios! ¿
ada-. ¡Déjenme salir, locos! -Veo al niñ
o normal que pasara todos los
irando por la ventana mientras todos se ocupan de sus propios asuntos
n mi pecho, causando estragos en
ablos me h
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areció el comienzo de esta
s cosas, así qu