ños at
bamos en un avión a cambiar de cultura, idioma, por ello aceptaron emigrar, y a mí no me quedó más que aceptarlo.
tíamos mucho. Cada ocho días era sagrado irnos a la finca vía Ciénaga de Oro. Vivíamos en la mej
reniega de las raíces entonces era una mala cría. A él le debía el amor por la tierra, la mús
ico con café recién hecho, luego corría hasta llegar a los corrales para que el abuelo echara un
y el porro sabanero. Eso iba a extrañarlo, a ellos, a esas mañanas cálid
é. Mamá me miró-. Verás
lo dice
caron, se abrazaron, mamá lloró. A mis ocho años no creo que haga la diferencia en decisiones, es
n colegio cer
niños se van
a de
y rápido, cuando menos lo pensé, me vi esta mañana subiendo a un avión. El rostro de mi
s de la finca, como a la profesora Rosa, a mis amigas del colegio, espero poder hacer nuevos amigos. Tampoco tuve mucho tiempo para hacer una despedida, solo
-comentó papá-. Las
ombro de papá, íbamos rumbo a Atlanta. Miraba la foto, mamá ajustaba el cinturón de seguridad, debió
or -sonreí ante el
amá me dio un b
para no decir otra palabra. Ellas siempre me defendieron en más de una oc
en esa edad podría ponerme los Brackets. Mi madre era bellísima, yo
horas esta
as mi
da -ambos se
cha podemos comp
co es común el plátano», por ende, no comeré cabeza e'gato, ni los patacones, el queso no creo que sea co
laba inglés perfecto igual mamá, según ellos yo también lo chapoteaba más o menos bien.
nos esperaría para llevarnos a la nueva casa. La nueva casa por los siguiente
saben de la vida, a uno solo le toca parar orejas a las conver
rrio sano, tendremos nuevos vecinos, el trabajo de papá queda a unos
ito. Pero es un
mis amigos de la cuadra solo sirvieron para burlarse y ponerme apodos, tengo colección como: buñuelo con patas, albóndiga, balón playero, choncha, nevera,
o Lee, seré su guía mientras se u
s, a señora Samanta recelosa miró su mano izquierda, luego le s
dijo, la señora
Suárez, debe adoptar el apellido de su espos
uestra her
uestro acento golpeado, típico de nuestra región, hacía que se pronunciara diferente. Si
Páez. -hablé, la seño
un p
omplicado. Los nervios me bloquearon. Mamá tomó mi mano al notar mi temor. Lástima que la opinión
se quedaba a mi lado cuando enfermo, cuando veo una película de miedo con mis amigas y después no podía dormir, al busc
a por la ventana a una inmensa ciudad muy diferente a la mía. Todo era para me
san uniforme, es una escuela pública a unas cuadras de su
tranquilidad se esfumó, mis padres se miraron, e
es una
se les olvidó que venía de un colegio femenino, t
s una niña grande,
árez podemo
act
superhéroe, ¡la digo y ya!, eso era facilito de