o. Y yo deseo saber, si mi unidad de carbono está
cy, primero me felic
ne sin cuidado, Ainoa.
tende simular el cuerpo de nosotros, las unidades de carbono, pero que falla en esa pretensión; pues es demasiado perfecto, se acerca lentamente hasta mí. Sus ojos rojos me miran, me escrutan, me desnudan. ?Ainoa! ?Cómo has es
ómo has estado
Contestó insulsamen
a entena que mide de unos 5 centímetros de diámetro. ?No te
si me las limpio, Lucy empezará a sospechar. Lucy me mira, tal vez ya sospeche, debo hacer algo, ?Oh no! ya la antena esta sobre mi cabeza... ?No pienses! ?No pienses! ?No pienses! ?No pienses! ?No pienses! ?No
sando? – Me pregun
está muy cerca de la llave por la cual sale el líquido vital,
, con su tono metálico y carrasposo característic
ontestó ella. – Pero, dígame, ?Q
ales, solo una peque?a fluctuación, pero nada
y genuina. El bienestar de la corporac
luego miro a Lucy – Al finalizar la siguiente jornada, Ainoa puede salir al patio de labores, pero no podrá, por ahora, tener contact
as corporación. Se?or, una última c
e se lo ha ganado. – Le dijo el superviso
. -?Qué bien!
a, Ainoa – M
n enorme vaso de agua. ?Debe estar helada! Mi bo
cuerda lo que te paso la ú
ar, pues me ahogare, es mi vida! -Claro que sí,
zan de esa autonomía, que a mi modo de ver no merecen. Ellas, esas cosas, no están vivas, "ellas" no son reales; son objetos, seres inertes, fríos y viles. Creo, además, que ellas nos envidian, pues su vida no es más que una imitación, una falsificación si se quiere. Por eso,
ue lo que me den, no importa si es feo o simple, el solo hecho de tener comida en mi boc
ues todo lo que nos de placer a ellos les irrita. Les molesta que seamos felices, siempre quieren que estemos tristes. Pareciera que se alim