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Con tal de salvar el matrimonio de Jaime Martínez, sor Esmeralda se hace su amante. Sin embargo, nunca anticipó que iba a terminar enamorándose de él.
Con tal de salvar el matrimonio de Jaime Martínez, sor Esmeralda se hace su amante. Sin embargo, nunca anticipó que iba a terminar enamorándose de él.
En el bulevar de las que venden su propia carne, y puede que hasta el alma, va pedaleando su bicicleta un tipo a quien por el momento llámese «gato sin dueña», ya que ha venido al pagano mercado por aquel enser que ya no tiene en casa, placer.
No obstante, pese a sus aires de aventura, el gato teme que las ratas lo asalten, por lo que ha dejado el auto en el garaje y la buena ropa en el clóset. Aunque más que parecer de escasas monedas, da la impresión de ser un patético suricata que se ha dopado con la fantasía de montar a una de aquellas feroces leonas, cuando ni siquiera ha podido con su gatita doméstica.
En fin, el sujeto va examinado visualmente la mercancía, que, por cierto, no lo ve como un cliente, sino como un limosnero. Hay cuerpos macilentos, otros tantos voluptuosos. Hay ofertadas tan altas como jirafas y también las que todavía no sobrepasan la inocencia infantil. Incluso se encuentra con ridículas caricaturas de mujeres con toscos contornos masculinos. Eso sí, todas economizando en pudor y derrochando en perfumes tan malos que hieden como orín al mediodía.
A medida que va avanzando, el hambriento gato sólo consigue repugnarse más y más, pues los productos pasan de ser muy maduros a podridos. ¡Ja! Quién lo diría: el menesteroso se pone quisquilloso. Pero como sea, el tipo está harto y se rehúsa a volver al otro bulevar, el de la soledad, donde los árboles queman su propia madera cada que el frío los tienta por las noches, así que sigue pedaleando decidido.
«Qué tonto soy; es claro que no daré con alguien como mi esposa en este sitio, pero se supone que ese es el chiste...».
En eso, debe detener su travesía, pues ha llegado al final del mercado y con ello, al colmo...
-¡Una monja! -exclama ahogadamente el incrédulo.
En efecto: se trata de una monja ¿prostituta? ¿O una prostituta disfrazada de monja? Como sea, el asunto resulta tan descabellado que el gato sin dueña por poco cae de su corcel... «¿Será que esta es una señal para que no peque? ¿O el cielo me ha mandado a una santa de tal modo que si he de caer que sea con alas?».
Decantándose por la segunda posibilidad, el necesitado libidinoso corre al supuesto favor divino que, dicho sea de paso, tiene ojos esmeralda y la cara con la belleza de un ángel.
-O-oiga... -tartamudea pues en su vida se ha acercado a una mujer con turbias intenciones-. ¿Cuá-cuánto cobra? -el buitre resulta bastante educado con la carroña.
-¿Disculpe? -pero el presunto cadáver reclama la dignidad de un vivo-. Hermano, por favor, no se confunda que yo soy su hermana -aunque a la postre, ella termina suplicando con serenidad
-Yo soy hijo único -se fastidia el malquerido felino-. Dígame su precio que yo se lo pago -y presume la cartera llena de billetes.
La hambruna se ha comido su timidez. Ahora hasta su vista depreda aquella cara bonita... «Si ese es el rostro, no me imagino lo que esconde bajo ese disfraz de pingüino...».
Parece que el fornicario ambiente ha despertado la bestia que lleva dentro.
-Entonces le ruego que me respete como su madre -apela la joven religiosa.
-Como mi madre ninguna -la testosterona contenida hace del minino terco como burro en primavera.
-Por lo menos límites por mis hábitos -la monja comienza a perder la paciencia.
-¿Cómo? -el tonto se da cuenta de su metedura de pata-. ¿Realmente es usted monja? ¿Pues qué hace entre todas estas mujeres?
-Los designios del Señor son inescrutables -la consagrada mira al cielo.
El gato se rasca el cuello. La confusión le ha causado comezón.
-¿Y usted hermano, qué hace en un lugar como este? Puedo ver en su rostro que es un hombre de familia. No debería estar en la calle tan tarde -la monja sermonea al alma descarriada.
-Usted qué va a saber de carne si sólo se la pasa ayunando -se aleja un tanto grosero el frustrado aventurero.
De pronto, las santas tripas de la monja gimen en respuesta a la injusta afirmación de la oveja perdida.
-La verdad es que en el convento, los niños y mis hermanas estamos escasos de recursos. Por ello, salimos a pedir limosna en las calles. Yo por ejemplo, llevo todo el día sin probar bocado. Así que entiendo muy bien de necesidades e incluso soy más humana que muchos -medio presume la chica sus virtudes.
Aquello deja en que pensar al gato, suricata, burro y, a la vez, hombre que, un momento después, toma a la monja de la mano y se la lleva consigo, casi a rastras, ante las variadas polillas de aquel bulevar. Unas se indignan y otras se sorprenden, pues no se explican cómo una recatada hasta el cuello haya seducido más que su desnudez casi total.
Sin embargo, a la santa de la calle del pecado le asusta el éxito obtenido.
-¿A dónde cree que...? -aun las palabras le son raptadas.
¿Acaso aquel perro irá a violarla?
Afortunadamente, las cosas van a parar a un puesto de perros calientes, para comer. El tentempié de medianoche se da en total silencio hasta que...
-¿Cómo te llamas? -repentinamente, el dadivoso sujeto comienza a tutear a la flor de convento.
Ella se limpia los labios de los restos de comida.
-Soy la hermana Esmeralda. ¿Y usted? -la joven procura mantener las formalidades.
-Yo me llamo ***** -sin motivo aparente, el gato se echa a reír.
-¿Qué le resulta tan gracioso? -curiosea la de ojos verdes y mejillas sonrosadas.
-Apuesto a que nunca habías venido a cenar a la calle a estas horas -vaticina el hombre.
-La verdad, jamás lo había hecho. Pero, por el contrario, estoy segura de que usted hace este tipo de cosas muy a menudo -asevera la hermana Esmeralda.
-Yo tampoco, y creo que ese es el problema. Mi esposa y yo hemos caído en la rutina -suspira desánimo-. Ya ni siquiera tiene tiempo de acostarse conmigo...
-¿Y por eso iba a pecar con cualquier mujer? Ahh. No debería. Piense en el daño que le haría a su familia; en el daño a su propia salud -la casta trata de hacer entrar en razón al gato aspirante a infiel.
-No sé por qué te cuento esto a ti que eres una santa -el tipo se levanta de la banca-. Iré a ver si todavía no se roban mi bicicleta.
Pero antes de marcharse, Esmeralda se pone de pie y lo detiene. Ahora es ella quien lo toma de la mano.
-¿Y luego? -consulta intranquila.
-Seguiré buscando un par de... Bueno, estoy hastiado de consolarme con las mismas manos con las que siempre como -planifica con gran pesar en la mirada y el corazón lastimado.
Esmeralda intuye que no se trata solamente de un capricho carnal, no. Ella se da cuenta de que aquel sujeto no podrá con la culpa de la infidelidad, así que...
-Yo lo ayudaré a resolver su problema -se compromete la monja con toda la fe.
La promesa toma por sorpresa al descorazonado gato del parque.
-¿Tú? ¿¿Ayudarme?? ¿¿¿Cómo??? -se quita las empañadas gafas para cerciorarse de que sigue despierto.
-Pues...
Un alma piadosa está dispuesta a ensuciarse las manos a causa de un necesitado... «Lo haré para que no destruya ni a su familia ni a sí mismo...».
Y se encomienda a Dios ante el sacrificio que hará, el cual se le volverá como la peor de las enfermedades. Aunque cuánto ha de disfrutar estar en cama...
***
Desperté después de cinco años en coma. Un milagro, dijeron los doctores. Lo último que recordaba era haber empujado a mi esposo, Diego, para quitarlo del camino de un camión que venía a toda velocidad. Lo salvé. Pero una semana después, en la oficina del Registro Civil, descubrí un acta de defunción expedida hacía dos años. Los nombres de mis padres estaban en ella. Y luego, la firma de Diego. Mi esposo, el hombre al que salvé, me había declarado muerta. El shock se convirtió en un vacío helado. Regresé a nuestra casa, solo para encontrar a Angélica Herrera, la mujer que causó el accidente, viviendo allí. Besó a Diego, con una naturalidad que dolía. Mi hijo, Emilio, la llamaba "mami". Mis padres, Alba y Genaro, la defendían, diciendo que ya era "parte de la familia". Querían que perdonara, que olvidara, que entendiera. Querían que compartiera a mi esposo, a mi hijo, mi vida, con la mujer que me lo había robado todo. Mi propio hijo, el niño que llevé en mi vientre y amé con toda mi alma, gritó: "¡Quiero que se vaya! ¡Lárgate! ¡Esa es mi mami!", señalando a Angélica. Yo era una extraña, un fantasma rondando su nueva y feliz vida. Mi despertar no fue un milagro; fue una molestia. Lo había perdido todo: mi esposo, mi hijo, mis padres, mi propia identidad. Pero entonces, una llamada desde Zúrich. Una nueva identidad. Una nueva vida. Catalina Garza estaba muerta. Y yo viviría solo para mí.
Alicia Morgan jamás imaginó que el día de su boda se transformaría en una tormenta de secretos, traiciones y pasiones intensas. Justo antes de su boda, una dolorosa verdad sale a la luz, y con ella, el nombre de Dante Moretti -el hombre más temido de Italia- entra en su destino. Marcado por el pasado, poderoso e implacable, Dante solo confiaba en el control... hasta que Alicia trastocó cada certeza con su ternura. En un vínculo forzado por la venganza y la culpa, ambos deberán enfrentarse a enemigos que desean separarlos, y a sentimientos que se niegan a ser negados. Entre lágrimas, peligros y un amor que florece en medio del caos, Alicia y Dante descubrirán que el amor verdadero no se elige: simplemente sucede. Y cuando la vida les arrebata la paz, será el amor, puro e indestructible, el que les devuelva el camino. Una historia de redención, familia, segundas oportunidades y un amor que desafía hasta al destino.
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
Joelle pensó que podría cambiar el corazón de Adrian después de tres años de matrimonio, pero cuando se dio cuenta de que ya pertenecía a otra mujer, ya era demasiado tarde. "Dame un bebé y te liberaré". Sin embargo, el día en que Joelle se puso de parto, Adrian viajaba con su amante en su jet privado. "No me importa a quién ames. Ahora ya he pagado lo que te debo. A partir de ahora, no tenemos nada que ver el uno con el otro". No mucho después de que Joelle se fuera, Adrian se encontró suplicando de rodillas: "Por favor, vuelve conmigo".
EXTRACTO DEL LIBRO. "Quítate la ropa, Shilah. Si tengo que decirlo de nuevo, será con un látigo en la espalda", sus frías palabras llegaron a sus oídos, provocando que le recorriera un escalofrío por la espalda. La chica sostuvo su vestido con fuerza contra su pecho, sin querer soltarlo. "Soy virgen, mi rey " su voz era demasiado débil para decir con claridad las palabras, que apenas se escucharon. "Y tú eres mi esposa. No lo olvides. Te pertenezco desde ahora y para siempre. Y también puedo optar por poner fin a tu vida si así lo quieres. Ahora, por última vez, quítate la ropa". * * Shilah era una joven que provenía de los hombres lobo, también conocidos como los pumas. Creció en una de las manadas más fuertes, pero desafortunadamente, no tenía habilidades de lobo. Ella era la única de su manada que era un lobo impotente y, como resultado, su familia y otros siempre la intimidaban. Pero, ¿qué sucede cuando Shilah cae en manos del frío Alfa Dakota, el Alfa de todos los demás Alfas? También era el superior y líder de los chupadores de sangre, también conocidos como vampiros. La pobre Shilah había ofendido al rey Alfa al desobedecer sus órdenes y, como resultado, este decidió asegurarse de que ella nunca disfrutara de la compañía de los suyos al tomarla como su cuarta esposa. Sí, cuarta. El rey Dakota se había casado con tres esposas en busca de un heredero, pero había sido difícil ya que solo dieron a luz niñas: ¿Era una maldición de la diosa de la una? Era un rey lleno de heridas, demasiado frío y despiadado. Shilah sabía que su vida estaría condenada si tenía que estar en sus brazos. Tanbíen tenía que lidiar con sus otras esposas aparte de él. Ella fue tratada como la peor de todas, ¿qué pasaría cuando Shilah resulta ser algo más? ¿Algo que nunca vieron?
Anoche pasé una noche erótica con un desconocido en un bar. No soy una mujer al azar. Hice esto porque estaba muy triste ayer. El novio que había estado enamorado de mí durante tres años me dejó y se casó rápidamente con una chica rica. Aunque actúo como si nada hubiera pasado delante de mis amigos, estoy muy triste. Para aliviar mi estado de ánimo, fui solo al bar y me emborraché. Accidentalmente, me encontré con él. Él es más que atractivo e increíblemente sexy. Como el deseo controlaba mi mente, tuve una aventura de una noche con él. Cuando decidí olvidarme de todo y seguir adelante, descubrí que mi aventura de una noche se convirtió en mi nuevo jefe. Un tipo posesivo.
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