/0/10641/coverbig.jpg?v=cf1845b6b1add7195783b9428d98e4ac)
Con tal de salvar el matrimonio de Jaime Martínez, sor Esmeralda se hace su amante. Sin embargo, nunca anticipó que iba a terminar enamorándose de él.
Con tal de salvar el matrimonio de Jaime Martínez, sor Esmeralda se hace su amante. Sin embargo, nunca anticipó que iba a terminar enamorándose de él.
En el bulevar de las que venden su propia carne, y puede que hasta el alma, va pedaleando su bicicleta un tipo a quien por el momento llámese «gato sin dueña», ya que ha venido al pagano mercado por aquel enser que ya no tiene en casa, placer.
No obstante, pese a sus aires de aventura, el gato teme que las ratas lo asalten, por lo que ha dejado el auto en el garaje y la buena ropa en el clóset. Aunque más que parecer de escasas monedas, da la impresión de ser un patético suricata que se ha dopado con la fantasía de montar a una de aquellas feroces leonas, cuando ni siquiera ha podido con su gatita doméstica.
En fin, el sujeto va examinado visualmente la mercancía, que, por cierto, no lo ve como un cliente, sino como un limosnero. Hay cuerpos macilentos, otros tantos voluptuosos. Hay ofertadas tan altas como jirafas y también las que todavía no sobrepasan la inocencia infantil. Incluso se encuentra con ridículas caricaturas de mujeres con toscos contornos masculinos. Eso sí, todas economizando en pudor y derrochando en perfumes tan malos que hieden como orín al mediodía.
A medida que va avanzando, el hambriento gato sólo consigue repugnarse más y más, pues los productos pasan de ser muy maduros a podridos. ¡Ja! Quién lo diría: el menesteroso se pone quisquilloso. Pero como sea, el tipo está harto y se rehúsa a volver al otro bulevar, el de la soledad, donde los árboles queman su propia madera cada que el frío los tienta por las noches, así que sigue pedaleando decidido.
«Qué tonto soy; es claro que no daré con alguien como mi esposa en este sitio, pero se supone que ese es el chiste...».
En eso, debe detener su travesía, pues ha llegado al final del mercado y con ello, al colmo...
-¡Una monja! -exclama ahogadamente el incrédulo.
En efecto: se trata de una monja ¿prostituta? ¿O una prostituta disfrazada de monja? Como sea, el asunto resulta tan descabellado que el gato sin dueña por poco cae de su corcel... «¿Será que esta es una señal para que no peque? ¿O el cielo me ha mandado a una santa de tal modo que si he de caer que sea con alas?».
Decantándose por la segunda posibilidad, el necesitado libidinoso corre al supuesto favor divino que, dicho sea de paso, tiene ojos esmeralda y la cara con la belleza de un ángel.
-O-oiga... -tartamudea pues en su vida se ha acercado a una mujer con turbias intenciones-. ¿Cuá-cuánto cobra? -el buitre resulta bastante educado con la carroña.
-¿Disculpe? -pero el presunto cadáver reclama la dignidad de un vivo-. Hermano, por favor, no se confunda que yo soy su hermana -aunque a la postre, ella termina suplicando con serenidad
-Yo soy hijo único -se fastidia el malquerido felino-. Dígame su precio que yo se lo pago -y presume la cartera llena de billetes.
La hambruna se ha comido su timidez. Ahora hasta su vista depreda aquella cara bonita... «Si ese es el rostro, no me imagino lo que esconde bajo ese disfraz de pingüino...».
Parece que el fornicario ambiente ha despertado la bestia que lleva dentro.
-Entonces le ruego que me respete como su madre -apela la joven religiosa.
-Como mi madre ninguna -la testosterona contenida hace del minino terco como burro en primavera.
-Por lo menos límites por mis hábitos -la monja comienza a perder la paciencia.
-¿Cómo? -el tonto se da cuenta de su metedura de pata-. ¿Realmente es usted monja? ¿Pues qué hace entre todas estas mujeres?
-Los designios del Señor son inescrutables -la consagrada mira al cielo.
El gato se rasca el cuello. La confusión le ha causado comezón.
-¿Y usted hermano, qué hace en un lugar como este? Puedo ver en su rostro que es un hombre de familia. No debería estar en la calle tan tarde -la monja sermonea al alma descarriada.
-Usted qué va a saber de carne si sólo se la pasa ayunando -se aleja un tanto grosero el frustrado aventurero.
De pronto, las santas tripas de la monja gimen en respuesta a la injusta afirmación de la oveja perdida.
-La verdad es que en el convento, los niños y mis hermanas estamos escasos de recursos. Por ello, salimos a pedir limosna en las calles. Yo por ejemplo, llevo todo el día sin probar bocado. Así que entiendo muy bien de necesidades e incluso soy más humana que muchos -medio presume la chica sus virtudes.
Aquello deja en que pensar al gato, suricata, burro y, a la vez, hombre que, un momento después, toma a la monja de la mano y se la lleva consigo, casi a rastras, ante las variadas polillas de aquel bulevar. Unas se indignan y otras se sorprenden, pues no se explican cómo una recatada hasta el cuello haya seducido más que su desnudez casi total.
Sin embargo, a la santa de la calle del pecado le asusta el éxito obtenido.
-¿A dónde cree que...? -aun las palabras le son raptadas.
¿Acaso aquel perro irá a violarla?
Afortunadamente, las cosas van a parar a un puesto de perros calientes, para comer. El tentempié de medianoche se da en total silencio hasta que...
-¿Cómo te llamas? -repentinamente, el dadivoso sujeto comienza a tutear a la flor de convento.
Ella se limpia los labios de los restos de comida.
-Soy la hermana Esmeralda. ¿Y usted? -la joven procura mantener las formalidades.
-Yo me llamo ***** -sin motivo aparente, el gato se echa a reír.
-¿Qué le resulta tan gracioso? -curiosea la de ojos verdes y mejillas sonrosadas.
-Apuesto a que nunca habías venido a cenar a la calle a estas horas -vaticina el hombre.
-La verdad, jamás lo había hecho. Pero, por el contrario, estoy segura de que usted hace este tipo de cosas muy a menudo -asevera la hermana Esmeralda.
-Yo tampoco, y creo que ese es el problema. Mi esposa y yo hemos caído en la rutina -suspira desánimo-. Ya ni siquiera tiene tiempo de acostarse conmigo...
-¿Y por eso iba a pecar con cualquier mujer? Ahh. No debería. Piense en el daño que le haría a su familia; en el daño a su propia salud -la casta trata de hacer entrar en razón al gato aspirante a infiel.
-No sé por qué te cuento esto a ti que eres una santa -el tipo se levanta de la banca-. Iré a ver si todavía no se roban mi bicicleta.
Pero antes de marcharse, Esmeralda se pone de pie y lo detiene. Ahora es ella quien lo toma de la mano.
-¿Y luego? -consulta intranquila.
-Seguiré buscando un par de... Bueno, estoy hastiado de consolarme con las mismas manos con las que siempre como -planifica con gran pesar en la mirada y el corazón lastimado.
Esmeralda intuye que no se trata solamente de un capricho carnal, no. Ella se da cuenta de que aquel sujeto no podrá con la culpa de la infidelidad, así que...
-Yo lo ayudaré a resolver su problema -se compromete la monja con toda la fe.
La promesa toma por sorpresa al descorazonado gato del parque.
-¿Tú? ¿¿Ayudarme?? ¿¿¿Cómo??? -se quita las empañadas gafas para cerciorarse de que sigue despierto.
-Pues...
Un alma piadosa está dispuesta a ensuciarse las manos a causa de un necesitado... «Lo haré para que no destruya ni a su familia ni a sí mismo...».
Y se encomienda a Dios ante el sacrificio que hará, el cual se le volverá como la peor de las enfermedades. Aunque cuánto ha de disfrutar estar en cama...
***
Desperté después de cinco años en coma. Un milagro, dijeron los doctores. Lo último que recordaba era haber empujado a mi esposo, Diego, para quitarlo del camino de un camión que venía a toda velocidad. Lo salvé. Pero una semana después, en la oficina del Registro Civil, descubrí un acta de defunción expedida hacía dos años. Los nombres de mis padres estaban en ella. Y luego, la firma de Diego. Mi esposo, el hombre al que salvé, me había declarado muerta. El shock se convirtió en un vacío helado. Regresé a nuestra casa, solo para encontrar a Angélica Herrera, la mujer que causó el accidente, viviendo allí. Besó a Diego, con una naturalidad que dolía. Mi hijo, Emilio, la llamaba "mami". Mis padres, Alba y Genaro, la defendían, diciendo que ya era "parte de la familia". Querían que perdonara, que olvidara, que entendiera. Querían que compartiera a mi esposo, a mi hijo, mi vida, con la mujer que me lo había robado todo. Mi propio hijo, el niño que llevé en mi vientre y amé con toda mi alma, gritó: "¡Quiero que se vaya! ¡Lárgate! ¡Esa es mi mami!", señalando a Angélica. Yo era una extraña, un fantasma rondando su nueva y feliz vida. Mi despertar no fue un milagro; fue una molestia. Lo había perdido todo: mi esposo, mi hijo, mis padres, mi propia identidad. Pero entonces, una llamada desde Zúrich. Una nueva identidad. Una nueva vida. Catalina Garza estaba muerta. Y yo viviría solo para mí.
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
Linsey fue abandonada por su novio, quien huyó con otra mujer el día de su boda. Furiosa, ella agarró a un desconocido al azar y declaró: "¡Casémonos!". Había actuado por impulso, pero luego se dio cuenta de que su nuevo esposo era el famoso inútil Collin. El público se rio de ella, e incluso su fugitivo ex se ofreció a reconciliarse. Pero Linsey se burló de él. "¡Mi esposo y yo estamos muy enamorados!". Aunque todos pensaron que deliraba. Entonces se reveló que Collin era el hombre más rico del mundo. Delante de todos, se arrodilló y levantó un impresionante anillo de diamantes mientras declaraba: "Estoy deseando que sea para siempre, cariño".
Stella Richard se casó con Rene Kingston en lugar de su hermana Sophia por algunas razones. Pero desde el principio, ella sabe que su matrimonio era solo un contrato por tiempo límite y una vez que se cumplió el tiempo, ella tenía que irse. Para RK, este matrimonio fue solo una carga, pero para ella fue un regalo de Dios. Porque RK era el hombre al que había amado toda su juventud... Entonces, mientras tanto de su matrimonio, Stella hizo todo lo posible para que este matrimonio funcionara. Pero el día que descubrió que estaba embarazada, su esposo le dio el papel de divorcio y le dijo... "No quiero a este niño. No olvides abortar". Estas palabras salen de su boca, como una bomba para Stella, y cambiaron su vida... Ella firmó su nombre en el papel de divorcio y salió de la casa... Porque ella no quiere estar con un hombre tan frío... Seis años después... RK compró la empresa en la que trabajaba Stella. Pero Stella hizo todo lo posible por no tener nada que ver con él... Porque ella tenía un hijo y no quería que él se enterara de él... Pero un día, cuando Stella recogió a su hijo de la escuela, él la vio... RK, "¿Cómo te atreves a tener un hijo con otro hombre?" Stella, "No creo que tenga nada que ver contigo". RK estaba a punto de decir más cuando su mirada se posó en el niño a su lado... Su rostro se veía igual que cuando era joven...
Durante tres años, Christina se dedicó totalmente a cuidar su amado, solo para que el hombre en quien confiaba la desechara sin piedad. Para colmo, él trajo a su nueva amante, convirtiéndola en el hazmerreír de la ciudad. Liberada, perfeccionó sus talentos olvidados y dejó a todos boquiabiertos con un éxito tras otro. Cuando su exmarido descubrió que en realidad ella siempre era un tesoro, el remordimiento lo llevó a buscarla de nuevo. "Cariño, volvamos". Con una sonrisa fría, Christina le escupió: "Déjame en paz". En ese momento, un magnate impecablemente vestido la rodeó con su brazo: "Ahora está casada conmigo. ¡Guardias, sáquenlo ahora!".
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.
© 2018-now CHANGDU (HK) TECHNOLOGY LIMITED
6/F MANULIFE PLACE 348 KWUN TONG ROAD KL
TOP