"Cruel y despiadado" aquellos eran unos de los calificativos que Eloísa utilizaba para describir a su cuñado. Desde que llego a la casa de su hermana, luego de cinco años sin verla, descubrió que la vida que Helena tanto pregonaba no era más que una falsa. Su esposo no era el hombre atento que solía decirle por llamada, todo lo contrario, era un hombre frío que no perdía oportunidad para llenarla de desplantes. Pero, Henrick Collen, parecía ocultar algo mucho más grave, porque cuando las luces de la mansión se apagaban, él iba a su habitación y le mostraba su otra cara...
Su hermana tenía cinco años de casada, exactamente, la misma cantidad de tiempo en que no le veía la cara.
-Me voy a casar, Isa-anunció un día, llamándola por el diminutivo que siempre utilizaba.
-¿Casarte? Pero ni siquiera sabía que tenías novio-no pudo evitar sorprenderse, ¿de cuándo acá su hermana andaba de amores?
-Lo sé, es un poco inesperado, pero ya está decidido.
-¿Y cómo es que tomas una decisión tan importante de la nada?
Helena era la mayor, pero en ocasiones solía comportarse como una chiquilla enamoradiza. Sus pensamientos eran incomprendido, o, al menos, Eloísa no lograba seguir el hilo de aquellos irracionales sueños que se trazaba.
-Lo conocí en el hotel. Mientras acomodaba su habitación, él entró, nos miramos, fue amor a primera vista.
-¡Por Dios, Helena, estás loca!
-Regresa esta semana a su país, Isa. Y, me pidió que me fuera con él, ¿puedes creerlo?
La menor negó repetidamente, sin poder creerse todas las locuras que su hermana estaba diciendo. Claro, aquella no era la primera vez que Helena se enamoraba de manera fugaz, ¿pero casarse? Eso sí era demasiado extremo.
-Helena, por favor, toma asiento-la invito a sentarse en la esquina de su cama. La mujer se mostraba feliz, tenía una sonrisa boba en su cara-. Puede que creas que estás enamorada, pero es solamente algo pasajero. Ese hombre que dices amar es un desconocido, no puedes pensar en matrimonio simplemente porque si, ¿entiendes?
-¡Claro que puedo! Él me lo pidió, Isa. Me dijo que estaba buscando una esposa, y que yo parecía completar perfectamente el perfil.
-¿Te estás escuchando? Ese hombre no te hablo de sentimientos en ningún momento, más bien parecía que te estaba contratando para un puesto.
-¡No, Isa, estás equivocada!
Helena se levantó de la cama, sintiéndose ligeramente atacada. ¿Por qué su hermana no lograba entender que se habían enamorado? ¿Era tan difícil creerlo?
-Helena, escúchame, no puedes ser tan ciega, por favor...-pidió yendo detrás de ella.
Tristemente, Eloísa no logro hacer que su hermana entrara en razón, y, a la mañana siguiente, las cosas de Helena desaparecieron de su habitación.
Unas semanas después de su desaparición, Helena llamo de un número proveniente de Alemania, la chica decía que estaba instalada en el país, y que se había casado hacía apenas un par de días. Según lo que comentaba, su esposo era el hombre más maravilloso del planeta, aunque Eloísa podía detectar que su tono de voz no parecía estar de acuerdo con todas esas supuestas cualidades que detallaba.
-Helena, que hiciste...-se lamentó la menor a través de la llamada. Siempre habían sido únicamente las dos, pero ahora la había abandonado.
-No tienes de que preocuparte, Isa, estoy muy feliz aquí. Guarda mi número, por favor. Estaremos en contacto...
Eloísa había sentido miles de veces aquel impulso protector, quería cruzar la frontera e ir hacia donde se encontraba su hermana, quería abrazarla y comprobar que realmente ese hombre la trataba bien, porque tenía la ligera sospecha de que nada era lo que Helena le quería hacer creer.
Transcurrieron exactamente cinco años, Eloísa se graduó de la universidad como docente infantil y le hizo saber a su hermana que le gustaría visitarla. Sería únicamente un mes el que pasaría en compañía de Helena, quería conocerse a su esposo y cerciorarse de que se encontraba en buenas manos y no de que se trataba de algún psicópata.
Helena se mostró maravillada ante la noticia de su visita y le ofreció incluso pagarle los pasajes, al parecer, su vida en Alemania era bastante acomodada. Aunque nunca habían hablado abiertamente sobre los negocios de su marido. Eloísa, sabía que era un reconocido empresario y que a veces salían juntos en algunas revistas.
-¿Cuándo vendrás, hermanita? Estoy ansiosa, por verte.
-La próxima semana.
La mujer colgó la llamada con una sonrisa en sus labios, la idea de ver a su hermana menor le hacía muy feliz. La vida que había llevado hasta el momento, era un tanto extraña. Estaba enamorada de su esposo, por supuesto, pero el hombre no parecía sentir lo mismo por ella. A veces sentía que la solución a su matrimonio podría llegar a ser un bebé, pero tristemente había descubierto que no podía tener hijos.
A Henrick aquella noticia pareció no importarle. Según su criterio, ella únicamente debía cumplir un papel... "Compórtate, ni se te ocurra hacerme quedar en ridículo" la amenazaba cada vez que sus emociones querían salir a flote.
Helena era una mujer muy dulce y sentimental, realmente llego a creer en las mentiras que él dijo en un inicio para embaucarla. Tarde se dio cuenta de que Henrick había estado buscando a una mujer sin nombre, que pudiese desempeñar el papel de esposa. Para él, cualquiera hubiese estado bien, pero le gusto que Helena parecía ser una mujer muy manipulable.
Cuando Helena descubrió su verdadera careta, quiso retractarse. Pero Henrick no tardo en demostrarle, quien era el que tenía el control. Entre besos y caricias falsas, Helena se tragó una nueva mentira, tal vez su matrimonio no se dio por amor, pero con el tiempo eso podría cambiarse. Estaba convencida de que su esposo la llegaría a amar en algún momento, era por eso que cada día se desvivía para hacer de esa farsa una realidad.
-Henrick, mi hermana viene en una semana-le informó la mujer cuando lo vio cruzar por un pasillo. Encontrarse con él a veces parecía ser toda una hazaña. Su esposo rara vez dormía en la mansión y, cuando lo hacía, siempre tenía un objetivo.
Algunos de esos objetivos era regalarle su falso amor, para que ella se mostrara como la esposa perfecta delante de las cámaras.
Helena suspiro, viendo alejarse su ancha espalda. Siempre era igual, nada de lo que llegaba a decirle parecía interesarle. Era como hablar con una pared, con una estatua. A veces deseaba que dejara de ser ese hombre frío, y que fuese capaz de mostrarle un poco de amor genuino. Realmente no pedía mucho, solamente ser verdaderamente amada...
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