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En un mundo donde gobiernan las alianzas y los secretos, Jofrinne, la última ultima hija del matrimonio entre Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, queda atrapada en un compromiso funesto con Daeron Targaryen a la temprana edad de trece años. En la Fortaleza Roja, donde las animosidades se arraigan más profundamente que los muros, la hostilidad de Daeron hacia Jofrinne es evidente y amenazante. Pero cuando la oscuridad encuentra su eco en la luz, su tío, el príncipe Aemond Targaryen, se convierte en su inesperado refugio. Entre miradas cargadas de secretos y un vínculo que se atreve a desafiar todas las convenciones, la historia de Jofrinne y Aemond se convierte en el susurro más peligroso que atraviesa los oscuros corredores de la fortaleza. Mientras las intrigas se entretejen, su amor prohibido florece, enfrentando un destino inexorable que amenaza con separarlos para siempre. ¿Será la juventud de Jofrinne su mayor defensa o la precipitará hacia la perdición?
-Joffrine es nombre de niño -afirmó la princesa heredera la primera vez que escuchó el nombre que su presunto esposo quería darle a su hija. Su única hija mujer y el quería llamarle como a su amante. La indignación la invadió por completo. -No, no lo es respondió el Velaryon, igual de indignado que la princesa-. Es un nombre como... Naerys o Rhae. Ambos podrían aplicarse tanto a una niña como a un niño. Está abierto a interpretación. -Quiero que se llame Visenya -impuso la mujer con determinación. -Lucerys, Jacaerys, son nombres que tú elegiste - le recordó él-.
Podría ser nuestro último vástago, ¿no crees que tengo el derecho de elegir su nombre? Con estas palabras, el nombre de la princesa dejó de ser tema de discusión, al menos por un tiempo -¿Por qué le pusiste un nombre de niño si es una niña? -preguntó Jace a su madre en cuanto la vio recostada en su cama, sosteniendo a la recién nacida. Rhaenyra suspiró con pesadez, había pasado nueve agotadoras horas de parto, para que esa fuera la primera pregunta de su hijo mayor. -Joffrine es nombre de niña, Jace. -No suena como el nombre de una princesa. -Pero lo es respondió su madre, cortante-. Y es tu hermana. ¿Qué importa el nombre que lleve?
-¿Joffrine?-preguntó la reina al escuchar el nombre. Sus cejas se elevaron un instante-. Una elección peculiar, princesa. -Oh, fue mi esposo quien lo eligió -aclaró la rubia. Viserys soltó una risa suave. -Joffrine de la casa Velaryon, ¿no te parece un nombre maravilloso, Alicent? La reina vaciló. No, por supuesto que no. -Por supuesto que sí, mi rey -suspiró en voz baja -. Parece que esta vez tuvo suerte, ser Leanor. Tiene cierta semejanza... con usted no se refería al tono de piel, eso estaba claro. La bebé era blanca como la leche, pero al menos tenía un halo de pelo rubio sobre su cabeza, como una sombra. -¿Le pusieron de verdad Joffrine? -inquirió el mayor de los hijos de Viserys, alzando una ceja-. ¿Nació con un pene o qué? -Aegon -lo reprendió su madre de inmediato. -Es obvio que la llamaron así por Joffrey. Aunque sigue siendo un nombre poco común para un Velaryon -explicó su hermano, Aemond, mostrando algo más de paciencia. -Esa niña no es una Velaryon -contraatacó su hermano con firmeza-. Es tan bastarda como el resto de esos mocosos. -Sigue siendo una Targaryen -insistió el menor.
-Pero eso no cambia que sea una bastarda, una afrenta para el rey y su consejo. Una deshonra para la casa Velaryon y un ultraje para la familia - replicó la reina con amargura. -Es solo un bebé. -Yuno horrible agregó Aegon, cortante. Pero la realidad era que Joffrine poseía un encanto irresistible, convirtiéndola en la niña más cautivadora de los siete reinos. Con apenas trece años, su sonrisa tenía el poder de derretir los corazones de todos: hombres, mujeres, dragones o perros. Era conocida como la dulce tentación, un apodo que le caía como un guante. Pero la realidad era que Joffrine poseía un encanto irresistible, convirtiéndola en la niña más cautivadora de los siete reinos. Con apenas trece años, su sonrisa tenía el poder de derretir los corazones de todos: hombres, mujeres, dragones o perros. Era conocida como la dulce tentación, un apodo que le caía como un guante. Desde su temprana infancia, Joffrine había residido en Rocadragón, donde las septas le habían brindado una educación excepcional en costura y etiqueta. A pesar de su corta edad, ya tenía un vasto conocimiento de historia, filosofía y arte. Destacando un notable talento para la pintura. En todos los aspectos, Joffrine cumplía con las expectativas que se tenían de ella, siendo la princesa más prometedora de los siete reinos. Aunque su cabello platinado y los rasgos típicos de los Targaryen, heredados de su madre, eran evidentes, la pureza de su sangre se cuestionaba tanto como la de sus hermanos mayores: Jace y Luke. Sin embargo, esto no la afectaba en lo más mínimo. Joffrine era una niña enérgica y elegante, que escondía un deje travieso bajo su encanto. Solía burlarse con su sonrisa, que siempre lograba que saliera con la suya.
No solo era la consentida de su madre, sino también de un sinfín de criadas, sirvientes, sus hermanos y los caballeros que la escoltaban. Resultaba difícil resistirse a los caprichos de la princesa cuando sus ojos estaban llenos de promesas inocentes. Era una maestra en usar su encanto, lo cual la convertía en el centro de atención. Joffrine era considerada una joven con un carácter muy marcado, una personalidad fuerte. Hay quienes se referirán a ella como una niña voluble. Aunque ella solía decir que pobres aquellas personas que no serían más que envidiosos de sus virtudes. La admiración que ella generaba no se limitaba a los muros de Rocadragón. En las visitas a otras casas nobles, su presencia era esperada con anticipación. Los rumores de su encanto y carisma habían trascendido las fronteras del castillo, y era recibida como toda una celebridad.
Para Daemon, era la viva imagen de su bisabuela Alyssa, lo cual podía ser tanto una fortaleza como una perdicion. Sin embargo, ¿Qué podía criticar el príncipe canalla a la dulce tentación? Unas pocas palabras suyas eran suficientes para ablandarlo por completo. Si Rhaenyra, su sobrina, ya era un deleite para el reino, la presencia de Joffrine debía ser una fuente inagotable de regocijo en todo el territorio. Joff eclipsaba a sus hermanos Jacaerys y Lucerys en términos de carisma, ellos no eran ni la mitad de cautivadores de lo que era su hermana menor. Incluso en las mañanas, cuando su aliento olía más a pata de cabra que a rosas, su presencia iluminaba cualquier espacio. Y todo eso sin haber tenido su primera sangre. ¿Qué se podía esperar de una joven que irradiaba encanto y gracia antes de su completo desarrollo? Seguramente se convertiría en una princesa implacable, en una esposa fiel y servicial, y en una madre piadosa que daría a luz a hijos preciosos.
¿Quién no desearía desposarla? Había hombres que se habrían arrancado la cabeza por obtener su mano. Por supuesto que ninguno de los tres hijos del rey entraba en esa lista. Su madre, Alicent Hightower, los había adoctrinado a su semejanza. Ella no podía evitar que la envidia la encegueciera cada vez que oía hablar de la embelesante hija de su némesis. Y en el fondo era por que eso es lo que la reina hubiese deseado para su propia hija Helaena, que el mundo la adorara y la aclamara. Pero para desgracia o beneficio, las personas apenas recordaban la presencia de Helaena incluso cuando estaba presente en la sala. Todo ese escándalo por una bastarda. Pensaba la mujer, presa de su resentimiento.
Y aquello mismo fue lo que trasladó a sus hijos y se esmero por arraigar durante años. Aunque la decepción fue inminente para ella: había perdido las esperanzas con Helaena cuando, a sus seis años, no había dicho ni una sola palabra mientras que Joffrine a sus cuatro ya recitaba frases en alto valyrio. Aegon, con los años, se convirtió en un borracho desagradable; Daeron era irritante con las personas, y Aemond, pese a que era disciplinado y estudioso, no era una persona a la que muchos se refirieran como agradable. Sus rizos no brillaban incluso en la oscuridad. No era Joffrine Velaryon. Joff incluso tenia su dragón como era por decreto real, se llamaba Tyraxes. Y era una bestia que crecía exponencialmente cada año que pasaba. Aunque pasar tiempo con su dragón de escamas negras era una de las actividades favoritas de la princesa, volar no entraba entre sus pasatiempos destacados. A Joffrine le encantaba su dragón, pero las alturas solían marearle, y montar a lomos de cualquier animal durante un tiempo prolongado le daba un dolor insoportable en la entrepierna. Así que, cuando sus hermanos ocasionalmente salían a volar, ella prefería quedarse en la fortaleza con los pies sobre la tierra.
En el ultimo tiempo ella disfrutaba de pasar el tiempo con sus hermanos menores, Aegon y el pequeño Viserys, para así alivianar las responsabilidades de su madre embarazada. Solía explicarles a las criadas que estaba preparándose a si misma para cuando fuera desposada por un lord o príncipe y su hora llegara. Joff estaba mas que comprometida y a gusto con el deber que se suponía que debía desempeñar como princesa. Aunque en su interior, Joffrine luchaba por mantener el equilibrio entre la expectativa de su rol y la esencia de su personalidad. A menudo no permitía que las normas y convenciones limitaran su espíritu libre. Su capacidad para encontrar alegría y belleza en las cosas pequeñas, su valentía para desafiar las normas y su deseo de explorar el mundo la convertían en un alma única en su género. Joffrine Velaryon había venido al mundo destinada a conquistar no solo los reinos, sino también el corazón frívolo e indomable de su tío.
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Emily Gale ha vivido atrapada en un matrimonio sin amor durante tres largos años. Casada con Hunter Jackson, el hombre más deseado y respetado de Bentson City, su vida parece perfecta desde fuera. Rico, guapo y sofisticado, Hunter es todo lo que cualquier mujer podría desear, pero para Emily, su frío desinterés ha convertido su relación en una prisión emocional. Decidida a recuperar su libertad y dignidad, Emily toma la valiente decisión de pedir el divorcio. A pesar de la frialdad con la que Hunter accede a separarse, firmando los papeles sin una palabra, algo en su interior comienza a cambiar. Sin embargo, Emily está lista para dejar atrás el dolor y empezar de nuevo, aunque el pasado no siempre se deja olvidar tan fácilmente. Mientras Emily intenta reconstruir su vida, nuevas verdades salen a la luz y antiguos sentimientos resurgen en medio de la confusión. ¿Fue su matrimonio realmente tan vacío como siempre creyó, o existe un lazo oculto entre ellos que nunca se atrevieron a explorar? Entre secretos, deseo y pasión reprimida, Emily y Hunter descubrirán que el amor verdadero no siempre sigue el camino esperado.
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