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Victoria ha pasado tres años casada con Oliver, amando a un hombre que nunca ha podido corresponderle. Desde el inicio de su matrimonio, Oliver ha sido incapaz de dejar atrás su amor por Zoé, su antigua pareja, cuya trágica muerte lo dejó sumido en el dolor. Convencido de que Victoria tuvo algo que ver con el accidente que acabó con la vida de Zoé, Oliver la ha rechazado constantemente, viviendo en un matrimonio frío y distante. A pesar de sus esfuerzos por ganarse su afecto, Victoria se resigna a una relación sin amor, cargando con el peso de la culpa que nunca ha sido suya. Todo cambia cuando, finalmente, deciden divorciarse. Con la distancia que la separación les otorga, Oliver comienza a ver a Victoria bajo una nueva luz. La ausencia le revela sentimientos que nunca había reconocido, y mientras ella trata de seguir adelante con su vida, él se da cuenta de que quizá siempre estuvo equivocado. Ahora, Oliver deberá enfrentarse a sus propios demonios y descubrir si es demasiado tarde para amar a la mujer que siempre estuvo a su lado.
**Capítulo: El Adiós de Victoria**
Victoria se encontraba de pie, frente al gran escritorio de Oliver. Las ventanas del despacho dejaban entrar una luz tenue que iluminaba sus rostros, pero entre ellos había una oscuridad que no se podía disolver tan fácilmente. A pesar de la serenidad que trataba de mantener en su expresión, sus manos temblaban ligeramente. Era un momento que había postergado por mucho tiempo, pero finalmente había llegado.
Oliver, sentado detrás de su escritorio, la observaba en silencio, sus cejas ligeramente fruncidas. Había algo en su mirada que siempre la había desarmado, un vacío que nunca pudo llenar, y por más que intentara, sabía que no era lo que él buscaba. Siempre había sido así.
-Oliver -su voz apenas fue un susurro, pero firme-. He venido a hablar sobre el divorcio.
Las palabras resonaron en el despacho como un eco. Por un momento, Oliver no reaccionó. Sus ojos azules se clavaron en ella, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Finalmente, dejó el bolígrafo que tenía en la mano sobre la mesa y se recostó en su silla, su expresión neutral, pero con un brillo de desconcierto.
-¿El divorcio? -repitió, como si necesitara confirmar que realmente estaba escuchando esas palabras de los labios de Victoria.
Victoria asintió, tragando el nudo que se formaba en su garganta. Había imaginado este momento tantas veces, pero decirlo en voz alta era más difícil de lo que pensaba. No obstante, sabía que era lo correcto. Ya no podía seguir luchando por algo que nunca sería suyo.
-No puedo seguir con esto -dijo, su voz firme pero cargada de una tristeza que no podía ocultar-. He pasado años intentando, esperando, pero... sé que nunca podré tener tu corazón. Siempre le ha pertenecido a otra persona. A Zoé.
El nombre de su hermana flotó en el aire entre ellos como un fantasma. Oliver se tensó al escucharla, aunque trató de disimularlo. No era ningún secreto que Zoé había sido su primer y único amor, el amor imposible que nunca pudo olvidar, incluso después de su aparente muerte. Y ahora que sabía que estaba viva... la posibilidad de volver a tenerla lo había llenado de esperanza.
-Victoria... -empezó a decir, pero ella lo interrumpió con un gesto.
-No, Oliver. No me interrumpas, por favor -pidió suavemente-. He pasado años tratando de ser suficiente para ti, de ser alguien a quien pudieras amar. Pero la verdad es que no importa cuánto lo intente, nunca seré Zoé. Y lo acepto. Lo que no puedo aceptar es seguir viviendo una mentira. Quiero que seas libre para estar con ella, sin culpas. Ya no quiero luchar por algo que nunca será mío.
Oliver la observó en silencio, sintiendo una punzada inesperada en su pecho. No era lo que esperaba. Siempre había pensado que Victoria seguiría luchando, que nunca aceptaría el divorcio tan fácilmente. La había subestimado. Y ahora, al escuchar su determinación, algo dentro de él se removió, un sentimiento incómodo que no lograba identificar. ¿Podría ser que, después de todo este tiempo, estaba sintiendo algo por ella?
Sacudió la cabeza internamente, negándose a aceptar esa posibilidad. No, eso no podía ser. Él solo quería a Zoé. Siempre había sido Zoé. Y ahora que sabía que estaba viva, que podía tener una segunda oportunidad con ella, nada más importaba.
-No pensé que lo aceptarías tan rápido -admitió finalmente, su voz más suave, casi vulnerable.
Victoria esbozó una sonrisa triste.
-Tampoco pensé que lo haría. Pero todos tenemos un límite, Oliver. Y yo he llegado al mío.
La habitación se llenó de un silencio tenso, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared. Oliver apartó la mirada, incapaz de sostener la mirada de Victoria por más tiempo. Sabía que ella tenía razón, pero algo dentro de él seguía luchando contra esa idea. Tal vez, en algún rincón oculto de su ser, había aprendido a apreciarla, tal vez incluso a quererla... pero no de la forma en que ella merecía.
-Si esto es lo que quieres -dijo finalmente, su tono resignado-, no voy a detenerte.
Victoria asintió lentamente, con los ojos llenos de una mezcla de alivio y tristeza. Aunque había esperado esas palabras, no dejaban de doler. Pero sabía que era lo correcto.
-Gracias, Oliver -murmuró, y por un segundo, sus ojos se encontraron una vez más-. Espero que encuentres lo que estás buscando. Yo también lo haré.
Sin decir más, Victoria se dio la vuelta y salió del despacho, dejando atrás años de lucha, de dolor, y de un amor no correspondido. Mientras la puerta se cerraba tras ella, Oliver sintió una extraña sensación de vacío. Sabía que pronto estaría con Zoé, que finalmente tendría lo que siempre había deseado. Pero entonces, ¿por qué sentía ese peso en el pecho?
No quiso ahondar más en esa pregunta. Había pasado mucho tiempo deseando algo que ahora estaba tan cerca de obtener. Eso era lo único que importaba.
O al menos, eso era lo que seguía diciéndose a sí mismo.
**Capítulo: La Ira Desatada**
Victoria había cerrado la puerta del despacho detrás de ella, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza al dejar atrás el último vestigio de su relación con Oliver. Caminó por el pasillo con pasos decididos, sin saber que su decisión había desencadenado una tormenta dentro de él.
Oliver, solo en el despacho, estaba atrapado en una mezcla de emociones que no había anticipado. La sorpresa inicial se había transformado en algo mucho más oscuro. Sentado en su escritorio, sus puños se apretaron sobre la madera pulida, y una oleada de ira lo invadió, rápida y voraz.
¿Por qué había esperado tanto tiempo para dejarlo? ¿Por qué había permitido que Victoria siguiera a su lado cuando sabía perfectamente que ella no podía llenar el vacío que Zoé había dejado en su vida? La ira se transformó en rabia cuando recordó todas las veces que había sentido que Victoria no era suficiente, todas las veces que había notado su esfuerzo por ser alguien que no podía ser. En su mente, Victoria se convirtió en la causa de su dolor, el obstáculo que había mantenido a Zoé fuera de su alcance.
Se levantó de la silla con brusquedad, las emociones a flor de piel. La injusticia que sentía, el resentimiento que había estado acumulando durante años, estallaron en un torbellino de furia. Su mente, enredada en recuerdos de Zoé y sus propias frustraciones, comenzó a buscar a alguien a quien culpar. Victoria, que había estado a su lado todo este tiempo, se convirtió en el chivo expiatorio perfecto.
No podía permitir que Victoria se marchara sin enfrentar las consecuencias. De alguna manera, sentía que ella debía pagar por todo lo que había pasado, por el tiempo perdido, por las heridas que había causado. Su enojo era irracional y desproporcionado, pero en ese momento, la ira lo nublaba por completo.
Salió del despacho con paso firme, decidido a alcanzar a Victoria antes de que ella se alejara demasiado. La encontró en el vestíbulo, justo cuando estaba a punto de salir del edificio. Sus ojos, antes fríos y calculadores, ahora estaban llenos de una furia que no podía controlar.
-¡Victoria! -su voz resonó en el vestíbulo, cargada de una intensidad que hizo que ella se detuviera en seco y girara para mirarlo.
Victoria, al ver la expresión en su rostro, sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba preparada para enfrentar la furia que ahora parecía emanar de Oliver.
-¿Qué pasa, Oliver? -preguntó, tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba ligeramente.
Oliver se acercó, su mirada dura y sus pasos pesados.
-¿Qué pasa? -repitió, la rabia transformando cada palabra en una explosión-. ¿Cómo te atreves a hablarme así después de todo el daño que has causado? ¿No te das cuenta de lo que has hecho? Tú y tu hermana... ¡No tienes idea del sufrimiento que hemos pasado!
Victoria lo miró con asombro y confusión. No comprendía por qué Oliver la estaba atacando de esta manera. Había hecho todo lo posible por ser una buena esposa, por apoyarlo, y ahora estaba recibiendo el mismo desprecio que había sentido durante años.
-Oliver, no entiendo por qué estás actuando así -dijo, su voz entrecortada-. Solo quise cuidarte, solo traté de ser lo mejor para ti. ¿Por qué siempre me has despreciado? ¿Qué más podía hacer para que me aceptaras?
Las palabras de Victoria sólo parecieron avivar la furia de Oliver. La rabia que sentía no estaba dirigida solo hacia ella, sino hacia todo el sufrimiento que había acumulado, hacia los años que había desperdiciado en una relación que nunca pudo ser lo que deseaba. La visión de Zoé, la posibilidad de estar con ella finalmente, lo había llevado a este punto de desesperación.
-¡Porque nunca serás lo que Zoé fue para mí! -explotó-. Y por más que te esforzaras, siempre estarías en su sombra. Estás aquí, diciéndome que te vayas, pero el daño ya está hecho. Has sido una parte de todo este sufrimiento, una constante en la vida que no podía ser diferente.
Victoria se quedó en silencio, el peso de sus palabras calando profundo. Su corazón latía con fuerza, y las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. No había hecho nada para merecer esta tormenta, solo había intentado ser una parte de la vida de Oliver, y ahora se encontraba enfrentando una ira que no entendía.
-No sabía que era así como te sentías -dijo, la tristeza en su voz evidente-. Si era tan terrible para ti, ¿por qué no me lo dijiste antes? Podrías haber terminado esto mucho antes, no tendrías que haberme hecho esto.
Oliver, de pie frente a ella, sintió un momento de vacilación. La rabia seguía corriendo por sus venas, pero también había un sentimiento de culpa y de comprensión que no podía ignorar. La realidad era que Victoria había estado allí, había intentado ser algo que no podía ser, y él, en su confusión y dolor, nunca lo había reconocido.
-Lo siento, Victoria -dijo finalmente, su voz más suave, pero aún cargada de dolor-. Lo siento por todo. Pero en este momento, necesito que te vayas. Necesito procesar todo esto.
Victoria asintió, con las lágrimas ya cayendo libremente. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida, dejando atrás el lugar que había sido testigo de sus esfuerzos y de su sufrimiento.
Oliver observó su partida con una mezcla de sentimientos encontrados. La ira que había sentido comenzaba a desvanecerse, dejando en su lugar una sensación de vacío. Sabía que debía enfrentar la realidad de su propia situación, y que, finalmente, su deseo de estar con Zoé podía estar más cerca de convertirse en realidad. Pero en ese momento, el precio de ese deseo parecía más alto de lo que había imaginado.
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