Cambié mi vida, mi residencia, con la única intención de conocer y enamorar a la culpable del deceso de mi padre. Lo conseguí. La hice mi esposa, conseguí que me amara, en el proceso me enamoré, pero no importó, la destruí. Sin saber que su único error fue enamorarse, hice de sus días a mi lado un infierno, todo para descubrir que ella no era la mujer de la que debía vengarme. Desde entonces viviré por su perdón Prohibido distribuir, adaptar o copiar de forma parcial o total el contenido. Copyright © 2023 Todos los derechos reservados.
En cuanto la conocí supe que mi venganza también sería mi castigo, pude entender que había sido aquello que había llevado a mi padre a la perdición, era tan hermosa, parecía tan tierna e inofensiva, pero no lo era, Hillary Scott, no solo era bella, era una mujer sin sentimientos, sin piedad, una mujer interesada y sin escrúpulos, aun así, no pude evitar caer en sus redes, al igual que mi padre también me enamoré. Pero mi venganza está por encima del amor que siento, ella, esa mujer no es digna de mi amor.
Durante ese año había tenido que fingir más que los meses que me llevó conquistarla, no toleraba verla, el modo en que fingía ser una buena mujer.
Conquistarla no había sido fácil, pero lo había logrado, logré que me amara con la misma locura que mi padre la había amado a ella, había pasado un año y siete meses desde el fallecimiento de mi padre, y aunque también me había enamorado de ella, tenía claro, cuál era mi objetivo, hacerla pagar por haber llevado a mi padre a la tumba.
-Buenos días, amor -saludó ella como siempre, tratando de darme un beso, el cual esquivé-. Es nuestro aniversario, ¿podemos almorzar juntos?
Desde que había conseguido casarme con ella la trataba con indiferencia. Era mi manera de hacerla infeliz, sentía que la odiaba, a pesar de que había llegado a enamorarme de ella, mi sed de venganza era más fuerte, había logrado apartarla de su familia, quienes se habían opuesto a nuestro matrimonio, ella lo hizo sin dudarlo, sin saber que era parte de mis planes, que lo perdiera todo, me había elegido por encima de ellos queriendo formar su familia.
-¿Amor, vendrás almorzar a casa? -preguntó una vez más, fingiendo tristeza.
-Sabes perfectamente que no me gusta lo que cocinas -le respondí con severidad-. Te dejaré dinero para que compres algo.
Pude ver las lágrimas en sus ojos, pero no me importó. Caminaba con la intención de salir de casa para ir a cumplir con mi cita, la que finalmente me llevaría a la verdad.
Ella me hablaba caminando detrás de mí, preguntando si me despediría de ella.
-¿Por qué me tratas con tanta indiferencia? -preguntó en tanto secaba sus lágrimas-. Cuando éramos novios, no me tratabas así, Andrew, he hecho todo lo que ha estado a mi alcance para que estemos bien, ¿Dime que es lo que he hecho para merecer que me trates así?
Llevábamos meses en eso, la única vez después de proponerle ser mi esposa, que fui cariñoso con ella fue durante la boda, no quise consumar el matrimonio con la mujer que había llevado a mi padre a la tumba, que había sido suya por ambición, no toleraba verla fingir que mi actitud la lastimaba.
Me sujetó por el brazo y pidió hablar.
La ignoré, no me interesaba en lo más mínimo su descaro e hipocresía, tenía la certeza de que ese día todo acabaría, al tener las pruebas y poder demostrar que había sido ella quien le había provocado el infarto a mi padre.
Antes de salir ella me abrazó por la espalda.
-Ahora no Hillary, me tienes cansado con tus niñerías, estoy en una situación estresante, he perdido todo, aun así solo te importan estas tonterías -dije con severidad y apartándola de mí, la escuché sollozar, no me importó.
Conduje hasta el sitio donde me vería con el investigador, pero al llegar recibí su llamada, diciendo que le sería imposible cumplir con la cita, que al día siguiente podríamos vernos, habíamos acordado una nueva cita, al colgar la llamada me quedé en el sitio.
Me bebí unas cuantas copas, me sentía molesto, yo Arón Báez, siendo Andrew García para mi esposa, quien había llegado a ella con la única intención de vengar la muerte de mi padre, a causa del romance que había sostenido con esa mujer de la que no pude evitar enamorarme. Estaba lamentando haber caído en mi propio juego, cansado de tantas mentiras y tener que fingir, deseaba que todo acabara pronto.
No me arrepentía de nada, incluso cuando tenía momentos de debilidad, en que me dolía ser así con ella, era la manera correcta de hacerla pagar, me dolía amarla, me dolía lastimarla, tratarla con tanta indiferencia, pero era lo que merecía por falsa.
Mi móvil sonó y respondí, era ella preguntando que, si iría a almorzar, le dije que no, se había quedado callada unos minutos.
-¿Ya no me amas Andrew? Por favor solo dime que es lo que te he hecho para merecer que me trates así, conozco tu situación, pero no es justo, actúas como si me odiaras, habla conmigo, dime que hago para que estemos bien.
Al escuchar lo quebrantado de su voz, le colgué la llamada, me molestaba que pensara que, al igual que a mi padre, a mí me envolvería con sus encantos y mentiras.
Las horas habían pasado, después de haber bebido unas copas me fui del lugar, necesitaba pensar, ella no sabía nada sobre mí, no tenía idea que era el hijo de aquel hombre que había muerto por su culpa, había estado en aquel hotel que solía pagar en Memphis.
Ahí fue donde mi padre la conoció durante un viaje de negocios, a donde me había mudado, desde la "Romana, República Dominicana", mi país, con el objetivo de hacerla pagar.
Revisaba los archivos una y otra vez, no habían dudas de que ella era culpable, solo necesitaba una prueba más, eran las que el investigador privado me debía entregar.
Después de que la tarde le diera paso a la noche decidí ir a casa, al llegar y no verla en la sala supuse que no estaba, pero cuando entré a la habitación la vi, usaba una lencería muy descubierta.
-Hola amor, te estaba esperando -saludó sonriente y coqueta.
Fruncí el ceño y procedí a ignorarla.
Ella parecía no entender, seguía insistiendo, pero eso solo me molestaba más, entré a la ducha, estando ahí ella se metió, al verla le pedí que saliera. Se negó insistiendo en que hablará con ella, que le dijera que estaba mal.
-Te deseo, Andrew, quiero estar contigo, llevamos un año de casados y aún no me tocas.
-Ahora no, Hillary, estoy cansado, no tengo ánimos para esto, estoy bajo mucho estrés, no tengo tiempo para perder con tus tonterías, deja de actuar como una niña inmadura y compórtate como la mujer que eres. Tengo muchos problemas y deudas, no me estreses más, he tenido muchos viajes y ese es el motivo, no vayas a comenzar con tus celos y reclamos sin sentidos.
Ante mi respuesta ella salió de la ducha, tal parecía que se había enojado, pero eso no me importaba.
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