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En un torbellino de pasión y traición, Sebastián Nash, un magnate arrogante pero irresistible, ve su vida perfecta colapsar cuando su affaire con la seductora Catalina sale a la luz, desencadenando una cadena de eventos que amenaza con destruirlo todo. Mientras Sebastián persigue su sueño de paternidad con Catalina, su esposa Karen, una mujer fuerte y decidida, se embarca en una misión para proteger su imperio familiar de las garras de la traición. Catalina, motivada por su oscuro pasado y su insaciable ambición, urde un plan maestro para asegurar su lugar en la alta sociedad, manipulando a Sebastián a su antojo. Pero en medio de la tormenta surge Josh, un apuesto abogado que ofrece a Karen un rayo de esperanza en medio del caos, desatando un torbellino de emociones prohibidas.
-¡Alégrate por mí, Karen! Porque voy a hacer papá- comento mi esposo apenas abrió la puerta.
-¿Qué?
-He dejado embarazada a una guapa empleada de 20 años, por favor, divorciémonos- su expresión se veía radiante mientras decía eso.
Me quedé atónita y abrumada por lo repentino de su comentario. Me tumbé en el sofá en silencio por un buen rato.
-¿Estás seguro? - pregunté, intentando procesar la noticia.
Él asintió con una sonrisa triunfante. Sentí que mi corazón golpeaba fuertemente contra mi pecho y agradecí estar sentada porque me habría caído por la sorpresa. No era capaz de organizar mis pensamientos ni de formular palabras. Desde hace unos años, Sebastián había insistido en el tema de los hijos y, por más que nos esforzáramos, simplemente no ocurría.
Ahora él era un futuro padre. Se me saltaron las lágrimas y mi corazón se fragmentó en muchos pedazos. No podía creerlo. Habíamos estado casados por siete años, trabajábamos juntos en la misma empresa, y jamás pensé que él fuera capaz de algo así. Ni siquiera me di cuenta de las señales. Todo había sido en vano; la sensación de abandono inundó mi pecho.
Sebastián se arrodilló delante de mí y limpió algunas de mis lágrimas.
-Lamento hacerte esto, he estado pensándolo por un tiempo. Sabes que nuestra relación no es la misma -trató de explicarme con voz dulce, y mi estómago se revolvió en un arrebato de rabia. - Y esa chica es dulce y encantadora, es muy buena en su trabajo
-No puedo creer que me engañaras -fue lo único que pude decir.
-La amo -fue todo lo que me respondió.
Lloré desconsoladamente en sus brazos después de eso. Parecía rehusarse a dejarme ir. Finalmente, me llevó hacia la habitación principal para que me recostara en la cama.
-Quédate aquí, yo dormiré en el sofá -me comentó mientras me acostaba-. Solamente quiero ser papá y darle un hogar a ese niño.
Sus palabras eran como puñaladas para mí. Dormí o al menos lo intenté. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el hambre me hizo acercarme a la cocina, donde estaban encendidas las luces. Mi esposo. No, mi exesposo, estaba de pie con el teléfono en alta voz.
-¿Por qué no la dejaste? Me prometiste que lo harías -empezó diciendo una voz que conocía muy bien-. Una mujer que no puede tener hijos no debería ser tu esposa.
Era una empleada de contabilidad. No hacía mucho que había llegado a la empresa, quizá un año. Se llamaba Catalina. Era una mujer alta y con curvas pronunciadas, pero por lo que había escuchado, tenía una personalidad terrible. Nadie en el departamento la soportaba, y ahora podía entender por qué; no respetaba límites.
-Escucha, llevamos siete años. No puedo simplemente echarla de la casa.
-Deberías haberlo hecho. El bebé necesitará un hogar en unos meses.
-Y todo estará solucionado para entonces -declaró mi exesposo, poniéndose una mano en la cabeza, algo que hacía cuando se sentía frustrado.
-Ahora deberé verla en el trabajo; será muy incómodo -exclamó la mujer con desesperación.
-Ella no sabe tu nombre. No se lo dije.
-¿Ah no? -preguntó preocupada-. No entiendo por qué insistes en no echarla.
-Ella es excelente en su trabajo. Mis jefes no me dejarán hacerlo.
Cada palabra hacía que odiara más a esa mujer.
-Bueno, si es excelente en su trabajo y siempre quiso hijos, ¿crees que estaría dispuesta a ayudarnos con el bebé? -preguntó la mujerzuela.
Mi mandíbula cayó casi hasta el suelo. Era la idea más estúpida que había escuchado nunca.
-¿Qué?
-Bueno, ella es mayor. Seguro que sabe mucho del cuidado de los niños -bromeó con voz cantarina.
-Ya que es incapaz de tener uno o satisfacerme, quizás sea una buena opción -aquello fue un golpe bajo para mí.
-Y está fea. Todos en la oficina hablan sobre que no sabe cómo vestirse.
-Oh, vamos. No tienes idea de lo mucho que se esfuerza por verse como una mujer de noventa años -las carcajadas estallaron en ambos.
-Y con esas gafas, creo que está esperando protagonizar Betty la fea, por segunda vez.
Ambos comenzaron a reírse. Apreté los puños, sintiéndome completamente humillada. ¿Cómo se atreven? No se reirán de mí por mucho más tiempo, pensé alejándome de vuelta hacia la recámara. Me aseguraré de haberme engañado, me prometí silenciosamente cerrando la puerta. Era cerca de medianoche y comencé a trazar un plan para hacerlos pagar por sus acciones.
El primer paso en la mañana sería llamar a un abogado. ¿Pero qué sería lo suficientemente doloroso para él? Me pregunté, y entonces lo vi, una foto que nos tomamos el día de la boda con sus padres. Tuve una gran idea. Su familia era dueña de una conocida empresa del sector, en la que ahora trabajábamos. Su padre había muerto hacía un año, y su madre estaba preparando a Sebastián para que asumiera el cargo de director en uno o dos años más.
Le arrebataría la empresa.
Aquella foto me trajo recuerdos sobre nuestros comienzos. Fuimos compañeros durante toda la secundaria y universidad, siempre cercanos, pero sin hablarnos. Ambos tenemos personalidades opuestas. Siempre fui muy tímida, pero él parecía estar rodeado de personas todo el tiempo. No sé si era aquella personalidad despreocupada y amable lo que me enamoró de él y hoy maldecía.
En nuestro último año de universidad, tuvimos un proyecto final juntos. Me llevó a cenar y una cosa llevó a la otra; terminó proponiéndome matrimonio en un elegante restaurante de la ciudad. Mi familia parecía estar cerca del cielo; lo que más temía era la suya. No es fácil para personas que tienen tanto dinero aceptar a alguien que no lo sea.
-Bienvenida a la familia -me dijo mi suegro-. ¿Cuándo puedes empezar en la compañía?
El hombre mayor valoraba mi capacidad en gestión empresarial, contabilidad y mis buenas calificaciones. Creía que un buen elemento para la empresa debía ser aprovechado, en especial si ahora era parte de la familia. Así fue como comencé hasta llegar a dirigir todo el departamento de ventas del lugar. Me había hecho un nombre con el paso de los años.
Busqué mi mejor atuendo por la mañana y me maquillé para encubrir el cansancio. No les daría el gusto de que me vieran derrotada. Cuando me acerqué a la sala, Sebastián ya estaba vestido para la oficina. Parecía haber podido dormir muy bien. Lo maldije por eso.
-Tenemos que resolver muchas cosas antes del divorcio. Trae a tu amor a casa en una semana; ambos estamos lo suficientemente grandes para lidiar con una situación así -mis palabras lo dejaron con la boca abierta.
-¿Es una trampa? -preguntó con algo de humor.
-No, pero si no la conozco, no creas que la recomendaré con tu madre -presioné aquel cable emocional con la única conexión viva que tenía.
-¿Cuánto tiempo? -escupe Katherine, con los ojos llenos de odio. -No importa -susurra Alexander, con el rostro tenso. -Por supuesto que importa -Lya se pone de pie, con el labio partido temblando, el corazón desbocado, sin importarle que está desnuda-. Porque estoy embarazada. El silencio cae como un trueno en la habitación, haciendo que el aire se vuelva más pesado. Alexander la mira fijamente, frunciendo el ceño, incapaz de creerlo. Katherine jadea, como si le hubieran arrancado el aire de los pulmones. -¿Qué acabas de decir? -murmura él con un tono frío. Lya coloca una mano temblorosa sobre su vientre. Era ahora o nunca. -Voy a tener un hijo tuyo... y es un niño. Katherine se queda inmóvil. Ella y Alexander nunca habían podido concebir. Y ahora, la otra mujer, la amante, le había dado lo único que siempre había deseado. -No... eso no es posible -susurra Katherine, negando la realidad, relajándose visiblemente en los brazos de su esposo. Pero la verdad está justo frente a ella, y el veneno en su mirada se vuelve letal. -Si crees que te dejaré quedártelo... estás equivocada -la voz de Katherine es letal-. No tendrás nada. Lya mira a Alexander, buscando algo... cualquier cosa... pero él solo aparta la mirada. -Vístete y lárgate -fue lo único que dijo.
Imagina un juego donde el premio es una fortuna multimillonaria, pero el precio de perderlo todo es tu futuro. Isabella Meyer acaba de ser lanzada a ese escenario. Su abuelo, el implacable Sr. Meyer, ha decidido que ella y su arrogante primo James compitan por el control del negocio familiar. Dos años, dos equipos, una sola regla: solo uno ganará. El otro será despedido y olvidado.
Ella se aclara la garganta para llamar su atención. Cuando sus ojos se encuentran, todo parece cobrar sentido —¿Me conoces de algún otro lugar? Sebastián asiente con tristeza. —Sí, supongo que aún te debo ese desayuno. Una risa triste escapa de los labios de Karen. —¿Lo supiste todo este tiempo? Él asiente con tristeza. —Desde el momento en que te vi en la casa de tu familia. Hubo un silencio incómodo entre ambos. —No entiendo porque no quisiste decir nada. Ahora sonara peor lo que quiero decirte— comento pasando su mano incómodamente por su cabello —Bien, Sebastián Nash, tengo que informarte que estoy embarazada y el bebé es tuyo—suelta Karen sin ninguna premura. El aire entre ellos se espesaba, cargado de anticipación y preguntas sin respuesta. —¿Qué? — respondió completamente conmocionado. —Yo... —comienza de nuevo, pero esta vez sus palabras están cargadas de una intensidad que la deja sin aliento— Haré lo que sea necesario para estar a tu lado o sin ti, para cuidarte a mi y a nuestro hijo. —¿Qué estás diciéndome? —Quiero que nos casemos.
Adally Grey vivió bajo las reglas de su padre toda su vida, creyó amar a un hombre que la traicionó y deseaba quitarle todo. George Taylor es el hijo ilegítimo de un jeque árabe, es la segunda oportunidad para ser feliz de la mujer, juntos pueden formar un emporio. ¿Podría ser este un cuento de Cenicienta? Tienen un matrimonio por contrato que pronto se convierte en realidad, pero hay una amenaza que puede arruinarlo todo, tiene forma de mujer y se llama Yura.
Charlotte Rock acaba de cumplir sus 18 años, es una famosa corredora en carreras ilegales, tiene un expediente sellado con la policía y tuvo una relación, con el ahora líder del cártel del Pacífico, pero busca escapar de su pasado y reformarse de su vida criminal, ¿Podrá hacerlo? ¿Correrá lo suficientemente lejos o logrará caer ante la tentación? Trevor Olivieri es un joven italiano, que creció como un orgulloso mafioso, lejos de su mundo de lujos y ostentosidades, su padre lo envía América a buscar una nueva alianza, pero unos impresionantes ojos verdes lo atrapan en un mar de problemas, ¿Sera ella la clave para resolver su misión o será ella quien ayude a clavar su tumba?
En opinión de todos, William se había casado con Renee bajo la presión. Ahora que su verdadero amor había vuelto embarazada, no podían esperar a que abandonara a Renee. Sorprendentemente, Renee fue sincera sobre la situación: "Para ser franca, soy yo la que pide el divorcio todos los días. Lo deseo incluso más que cualquiera de ustedes". Pero ellos ignoraron su comentario como un mísero intento de salvar las apariencias. Hasta que William hizo una declaración: "El divorcio está fuera de discusión. Cualquiera que difunda falsos rumores se enfrentará a consecuencias legales". Renee estaba confundida. ¿Qué planeaba hacer ahora este loco?
Rena se acostó con Waylen una noche cuando estaba borracha. Y como ella necesitaba su ayuda mientras él se sentía atraído por su belleza juvenil, lo que se suponía que sería una aventura de una noche se convirtió en algo más. Todo iba bien hasta que Rena descubrió que el corazón de Waylen pertenecía a otra mujer. Cuando esa mujer regresó, dejó de volver a casa, dejándola sola por muchas noches. Finalmente, un día, la pobre chica recibió un cheque y unas palabras de despedida. Para sorpresa de Waylen, Rena solo sonrió y dijo: "Fue divertido mientras estuvimos juntos, Waylen. Pero espero que no nos volvamos a ver nunca más. Que tengas una buena vida". Sin embargo, por voluntad del destino, los dos se volvieron a encontrar. Al ver que Rena tenía a otro hombre a su lado, los ojos de Waylen ardieron de celos y gritó: "¿Cómo diablos lograste seguir adelante? ¡Pensé que solo me amabas a mí!". "¡Es pasado!", Rena se burló, "hay demasiados hombres en este mundo, Waylen. Además, tú fuiste quien pidió la ruptura. Ahora, si quieres salir conmigo, tendrás que hacer cola". Al día siguiente, Rena recibió un anillo de diamantes y un mensaje del banco de que alguien había transferido miles de millones a su cuenta. Waylen apareció, se arrodilló frente a ella y dijo: "¿Puedo saltarme la fila, Rena? Todavía te quiero".
Se suponía que era un matrimonio de conveniencia, pero Carrie cometió el error de enamorarse de Kristopher. Cuando llegó el momento en que más lo necesitaba, su marido estaba en compañía de otra mujer. Carrie ya estaba harta. Decidió divorciarse de Kristopher y seguir adelante con su vida. Sin embargo, solo cuando ella se marchó, Kristopher se dio cuenta de lo importante que era ella para él. Ante los innumerables admiradores de su exesposa, Kristopher le ofreció 20 millones de dólares y le propuso de nuevo: "Casémonos de nuevo".
Durante los tres años de matrimonio con Brendan, Adeline fue tan humilde como el polvo. Sin embargo, lo que recibió a cambio no fue amor o afecto, sino indiferencia y desdén sin fin. Peor aún, cuando la querida del hombre volvió, se alejó de ella aún más. Finalmente, Adeline no pudo soportarlo más y solicitó el divorcio. Después de todo, ¿por qué debería quedarse con un hombre tan frío y distante? El siguiente seguramente sería mejor. Brendan vio a su exesposa irse con su equipaje. De repente, se le ocurrió una idea e hizo una apuesta con sus amigos. "Definitivamente se arrepentirá y se arrastrará de regreso a mí en poco tiempo". Después de escuchar esta apuesta, Adeline se burló. "¡Ni en tus sueños!". Unos días más tarde, Brendan conoció a Adeline en un bar. Resultó que ella estaba celebrando su divorcio. Poco después, notó que ella parecía ya tener un nuevo pretendiente. Brendan estaba empezando a entrar en pánico. La mujer que se había aferrado a él durante tres años ya no se preocupaba por él. ¿Qué iba a hacer?
El marido de Vivianna se casó con ella por su herencia, y después de quitarle todo lo que tenía, la mandó a la cama de un acompañante y le tomó fotos. La amenazó con divorciarse con esas fotos y la obligó a salir de su casa sin un centavo. Dejó su país de origen en desgracia. Cuatro años más tarde, regresó a casa como Jefa de Diseño de Joyas y tuvo un hijo de tres años. Su niño genio le dijo después de bajarse del avión: "¡Conseguiré que el hombre más rico del mundo sea mi papá y te respalde!" Ella lo tomó como una broma, pero dos días después, su asistente le dijo que el hombre más poderoso del mundo se había robado a su hijo y la invitó a cenar. Al encontrarse, ese hombre sostuvo a su hijito y le dijo dominantemente: "Es mi hijo!".
Charlee fue abandonada en la boda y se convirtió en el hazmerreír de todos. Intentó mantener la cabeza alta, pero acabó humillada cuando recibió un vídeo sexual de su prometido y su hermanastra. Devastada, pasó una noche salvaje con un atractivo desconocido. Se suponía que iba a ser cosa de una sola vez, pero él siguió apareciendo, ayudándola con proyectos y venganzas, todo mientras coqueteaba con ella constantemente. Charlee pronto se dio cuenta de que era agradable tenerlo cerca, hasta que su ex apareció de repente en su puerta, rogándole otra oportunidad. Su amante magnate le preguntó: "¿A quién vas a elegir? Piensa bien antes de contestar".