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Andy Trevoll, una joven huérfana, ha conocido más tragedias de las que debería soportar una adolescente. Tras la muerte de sus padres, se ve obligada a huir con su hermana menor, esquivando a las autoridades que podrían separarlas. Pero la suerte, disfrazada de oportunidad, llama a su puerta cuando consigue un trabajo en las prestigiosas Empresas Craffor. La vida parece ofrecerle un respiro hasta que el señor Craffor, el presidente de la empresa, fallece repentinamente. Su hijo, Adrian Craffor, asume el mando, revelándose como un déspota manipulador, decidido a hacerle la vida imposible a Andy, a quien desprecia por considerarla insignificante y poco atractiva. Sin embargo, lo que Adrian desconoce es que su difunto padre dejó una última sorpresa en su testamento, un secreto que podría cambiarlo todo y darle a Andy una inesperada ventaja. En un entorno hostil y lleno de intrigas, Andy deberá desentrañar el misterio del legado oculto del señor Craffor para proteger a su hermana y reivindicar su lugar en un mundo que parece dispuesto a hundirla.
Mi vida era un infierno, un total y rotundo infierno, estaba agotada, cansada, harta, no me refería a algo físico, sino mental, era la asistente personal del señor Michell o por lo menos lo habia sido.
Mi nombre es Andy trevol, tengo veinti cinco años, trabajo para el Señor Michell desde que tengo unos veinte, mis padres habian muerto cuando aún era una pequeña adolescente, dejandome a cargo de mi hermana menor, quien a penas solo tenía meses, tuvimos que huir de California ya que al ser una menor no podía ser la representante de otra menor, las autoridades alegaban que no podía consentir que una niña cuidara otra niña.
¡Eso era falso! Yo era mas diligente que cualquiera, pero mejor volvamos al punto de mis quejas
Me encontraba en la tintorería buscando los trajes del hijo de mi antiguo jefe, quien habia muerto hace un mes, siendo su único heredero su hijo menor, mientras que su hijo mayor era desterrado de la familia
¡Bueno, estoy exagerando un poco! El mayor de los Michel se llamaba Ruben, era amable, cariñoso y un borracho, nada era perfecto.
En cambio el menor, era todo lo opuesto, no toleraba el alcohol, era despota, antipático, sin educación, no conservaba ninguna mujer, ninguna "novia" por asi decirlo, solo le duraba tres meses, su nombre es Adrián.
Volviendo al punto me encontraba en la tintorería buscando un montón de trajes, llevaba en la mano 2 café, el desayuno de Adrián, la cartera y como siempre andaba mal vestida, pobre,desteñida, pero es que asi era yo no necesitaba andar con vestidos cortos, me gustaba la libertad de poder elegir
-Señora, aqui tiene sus trajes-dijo el hombre entregándome el monton de ropa ¿acaso no me habia visto?
-Señor podría por favor mandarlos a la empresa Michell, no puedo con una bolsa mas-exprese fastidiada.
-Lo siento, en estos momentos no tenemos delivery.
¡Lo que faltaba!
Tome los trajes a mala gana y salí del lugar, estaba por cruzar la calle cuando mi teléfono sonó en mi cartera ¿como se supone que iba a contestar ?
-¡Maldita sea!-exclame estresada, como pude meti la mano en mi cartera y logre alcanzarlo, era él, el innombrable.
-Buenos dias señor Adrian Michell, estoy un poco retrasada-Pero no me dejo terminar.
-¿Un poco?-grito euforico-Tienes una hora de retraso, son las ocho de la mañana ¿donde carajos estas?
-Estoy en...
-Mejor no me digas, tienes diez minutos para estar aqui-dicho esto colgó
Mire a todos lados buscando un taxi, pero fue embano, nadie iba a detenerse si parecía la loca de los gatos, corrí desesperada por las calles, casi sin aliento.
Para cuando llegue a las instalaciones de la empresa estaba sudando a mares, el vigilante me ayudo y le agradecí con una sonrisa.
-Andy apurate, esta como un infierno -expreso la recepcionista quien era una gran confidente de mis frustraciones.
-¿Que tan molesto esta?-pregunte tomando un poco de aire.
-Del uno al cien, esta mil, extraño al difunto señor Michell-expreso triste
-Creeme que yo tambien.
Dicho esto salí corriendo a mi oficina, subi el ascensor el cual parecía ir mas despacio de lo habitual.
Cuando por fin estuve en mi planta, pase por mi escritorio lanzando la cartera, quedándome solo con el desayuno y los café.
Me arregle un poco la ropa para quitar las arrugas, cosa que era imposible, camine con cierto recelo y entre a la oficina, el demonio de mi jefe me estaba esperando.
Acercándome a su escritorio coloque el café y desayuno, el volteo a verme furico.
-¿Cuantos minutos te di?-pregunto.
-Señor...
-¿Cuantos minutos te di?-grito tomando el envase que contenía café, el cual voló por los aires, estrellándose en la pared de cristal.
-Señor, se me hizo tarde en la tintorería, no es mi culpa que tenga que lavar sus trapitos todos los dias-susurre cansada.
-¿Que dijiste? -pregunto
-Nada, que lo siento mucho.
No podía darme el lujo de perder mi puesto, el señor Michel fue muy bueno conmigo, me pagaba horas extra y tambien me ayudaba con las facturas de el colegio de mi hermana, quien desde hace poco padecía leucemia.
-No comprendo como mi padre te aguantó por tanto tiempo, por suerte esta muerto, las cosas tiene que cambiar, yo no soy mi papa a mi no me vas a convencer con tu cuerpo flácido, feo y mediocre, no podrás pagarme con favores sexuales.
Mis ojos se abrieron como platos ¿que estaba diciendo?
-¿Que dijo? No es lo que usted cree -respondi al borde de las lágrimas.
-A mi no me vas a engañar, revise todas las cuentas de mi padre, te pagaba mas de lo que mereces ¿le cobrabas por horas?
Una lágrima se escapo rondando por mi rostro, nunca nadie me había faltado tanto el respeto
Sin poder contenerme, me acerque a el, para cruzarle la cara con mis manos, pero el fuera más rapido y tomo mis manos para controlarme, nuestras miradas se encontraron, eran sus ojos azules quienes batallaban con mis ojos grises.
Sin dudarlo el me beso, al principio no le respondi, intente soltarme pero su agarre era fuerte, por primera vez en mi vida cedi, caí en las garras de un hombre experto, con una boca perfecta, suave y tan dulce como la mia, sus besos la clara muestra de que podías tocar el cielo con las manos.
Estuve a punto de dejarme llevar pero mi cerebro despertó de ese trance, me separe y le di una bofetada, el en ningún momento intento detenerme nuevamente, solo dijo las palabras mas temidas para mi, pero las cuales se convirtieron en una alivio, alemoa n ese momento.
-Estas despedida-Solto sin mas
-No es necesario que me despida, renuncio, su padre fue un hombre ejemplar, jamas me falto el respeto, era un hombre bueno, a diferencia de ti.
-¿Me estas tuteando?-pregunto sin ningún tipo de expresión en su rostro.
-Si, puesto que no mereces respeto alguno, eres tan desagradable, narcisista y un ególatra, nunca mas se le ocurra tocarme-todo lo que decia, lo hacia mirándolo a esos fríos ojos.
-Ni que estuviera muerto, solo quería saber que encontraba mi padre tan atractivo en ti, te paga un pastón por tus servicios
-¡Vete a la mierda! -grite dando media vuelta.
Salí de la oficina como alma que lleva el diablo, queriendo explotar de furia, agarre un jarrón y lo regente con mis propias manos, lo cual fue un error, puesto que los cristales cortaron mi piel sensible.
-¡Maldita sea!
Mi jefe o mejor dicho mi ex jefe salio de su oficina, mirando el desastre.
-Pagaras este jarrón, es propiedad de la empresa-miro mis manos las cuales sangraban-Tonta, estas herida.
Se acerco y me entrego su pañuelo, pero no lo recibí, volví a mirarlo.
-Cobrate el maldito jarrón. Aunque era mio.
Dicho esto salí camine para tomar el ascensor, pero justo cuando las puertas se iban a cerrar su mirada penetro la mia.
-Andy-susurro
-Adrian-dije mientras las puertas se cerraron por fin
De camino a la recepción mi mente viajo hacia todos los malos recuerdos que tenia de Adrián, yo era quien enviaba flores para disculparme por cada mujer con la que dormía, yo llevaba su ropa a la tintorería, hacia reservaciones limpiaba su apartamento o mejor dicho su matadero, jamas me agradeció nada.
La ultima vez en su apartamento me vacío un cubeta de agua sucia alegando que estaba oscuro y pensó que era un gato, cosa que era mentira puesto que el sabia mi horario de limpieza, ese hombre era el diablo personificado, disfrutaba con el mal ajeno.
Y pensar que llegó a gustarme cuando lo conocí la primera vez, su padre me habia invitado a una cena, obviamente esa noche descubrí su maldad, cuando cpm clara intención me empujo a la piscina casi me ahogo, si no es por su hermano mayor, ya me encontraría con san Pedro.
Todo esto me habia enseñado una gran leccion, estaba única, total e irremediablemente segura que Adrián era el mismísimo demonio.
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