/0/1486/coverbig.jpg?v=ef28b3e5b7ddc1c3e36b06dd28971ba4)
Trabajar duro para Paula es la única opción viable si desea conservar lo que le queda de su padre. Sin embargo, su monótona vida que, transcurre entre dos empleos que no la satisfacen, estalla por los aires cuando, tras tres años, Izan regresa a su vida para romper su estabilidad. Pero el destino no ha dicho la última palabra y la aparición de Lázaro hará que necesite un seguro a Todo Riesgo con la finalidad de salvaguardar su corazón al verse atrapada entre su pasado y su futuro. Un destino caprichoso que la llevará a ser parte de una apuesta que cambiará la vida de Lázaro para siempre, ¿también la suya? ¿Qué puede pasar cuando los caminos de dos personas se unen sin haberlo esperado? ¿Conseguirá Paula mantenerse hasta el final nadando entre dos aguas o remará hacia un solo lado? ¿A todo riesgo o a terceros?, es una novela que nos demuestra que en esta vida nada es previsible y ninguno está a salvo de sufrir por amor.
La sensación de ahogo me invade en el preciso instante que traspaso las puertas de la sucursal bancaria. Hace meses que no visito la oficina y cuando vengo, los recuerdos, esos tan amargos, me invaden. Es por ello que lo evito. Cada vez que acudo, acabo enferma una semana. Bastante tengo encima como para agregar más carga de la que ya soporto.
Sonrío por mera educación a la chica que está en la caja al pasar frente a ella. Me detengo en la puerta del director, tomo una bocanada de aire antes de llamar y acceder. El hombre hace un gesto con la mano: con él, me invita a sentarme mientras espero a que termine su conversación telefónica. Me encojo en el asiento al escuchar el elevado volumen de voz que usa para dirigirse al pobre individuo que se encuentra al otro lado de la línea, si fuese yo ya estaría llorando. En cuestión de segundos lo ha amenazado un par de veces con el embargo de su casa si no abona el importe pendiente en los próximos días.
Tras colgar se toma su tiempo antes de dirigirse a mí; aunque a decir verdad no deseo que lo haga, sé que no es buen momento. Estoy por disculparme con cualquier excusa, por muy pobre que sea, y volver otro día que esté calmado. Hace como que revisa los documentos que tiene sobre la mesa; sin embargo, sé que es una estrategia para ponerme más nerviosa, este hombre en vez de ser director de banco tendría que dedicarse al cine, o al teatro, le va que ni pintado. Con una ceja alzada me observa. Tiemblo solo de pensar en lo que me dirá.
-Buenos días, señorita García.
Me sorprende su saludo cordial; aun así, se me eriza el vello con el timbre que emplea.
-Buenos días, señor Rodríguez -respondo por pura cortesía, aunque lo que deseo es salir por patas y esconderme debajo de la cama como cuando era pequeña y algo me asustaba. Hoy, después de tantísimos años, me invade la misma sensación que antaño.
-Sabrá para qué la he hecho venir.
Me apresuro a negar con la cabeza, hace meses que llegamos a un acuerdo y hasta el día de hoy, lo cumplo de manera religiosa.
-Como bien sabrá, hace once meses firmamos un acuerdo de reducción de cuota hipotecaría y este llega a su fin. He revisado sus cuentas y por lo que veo, sigue cobrando la misma cantidad de siempre. -Acoda los brazos y entrelaza las manos. Sé que lo peor está por llegar-. Intuyo que ante la nueva situación tendrá dificultades para hacer frente al importe.
No es necesario que me diga que mi sueldo es una ruina y ni siquiera me da ni para comprarme un tanga nuevo; pero, por el momento, la vida no me va mejor.
-Estoy pendiente de que me amplíen las horas en el trabajo de las tardes -se me ocurre decir-. Por lo que me ha dicho mi jefe, el próximo mes ya podrá concedérmelas.
Es mentira. Cada vez que le suplico a Tobías que me aumente la jornada responde lo mismo: «Lo siento, Paula, pero estamos bajos en producción».
-¿Y con eso podrá solventar las cuotas?
-Sí.
De hecho, si consigo que Tobías me tenga más lástima de la que me tiene, el incremento me dará para poder vivir y no sobrevivir como hasta ahora.
-Señorita García, entenderá que mi deber como director de la sucursal es preocuparme de percibir el dinero dentro de la fecha estipulada. Le ruego que si usted sabe con certeza que le será imposible abonar el nuevo importe, sobra decir que estamos abiertos a ofrecerle una solución.
Se queda callado sin dejar de mirarme, no sé si quiere que le pregunte o pretende generar más tensión en el ambiente de la que hay.
-Le acabo de decir que tendrá su dinero a primeros de mes.
Asiente poco convencido. Conozco a esta alimaña, porque es el adjetivo que mejor le va, y estoy convencida de que el motivo de hacerme venir no es para recordarme que la reducción de la cuota hipotecaría vencerá en breve. Le veo en los ojos que oculta información, también intuyo por dónde van los tiros, aunque está equivocado si piensa que voy a ceder.
-No me malinterprete, señorita García. -Hace un gesto raro con la boca, tanto que no sabría describirlo-. No pongo en duda su palabra; pero como ya le dije en las anteriores ocasiones que nos reunimos, el banco está dispuesto a comprar la finca y liberarla de la carga que ello conlleva.
Me incorporo al escuchar cuáles son sus intenciones, sé que aunque ponga al banco como excusa, es él quien está detrás de la propiedad desde el mismo momento que se enteró de lo que me hizo mi madre. Convierto las manos en puños al acordarme de ella, otra alimaña más en mi vida.
-Señor Rodríguez, como siempre le digo, la masía no está en venta. Que tenga un buen día.
Salgo de la oficina cabreada, cansada de que la gente piense que no soy capaz de conservar lo único que me queda de mi padre. Hasta ahora supongo que he demostrado que lo hago medio bien, por algo aún soy la propietaria y no esa sabandija.
La tristeza se adueña de mí en cuanto me subo al coche, no solo por la conversación mantenida con el director, también por el hecho de estar en el pueblo donde nací y me crie, el que me ha dado más penas que alegrías. Cada vez que vengo todos los recuerdos, tanto los buenos como los malos, se hacen presentes, hasta el punto de que la sensación es igual que si una mano invisible me estrujara el corazón y me cortase la respiración.
Conduzco de regreso a la capital y mi lugar de residencia desde hace años, estaciono frente a la puerta de casa e ignoro el saludo del pesado del vecino. Entro y, acto seguido, me dejo caer en el sofá. Aprovecho que Mabel está en el trabajo para lamerme las heridas, así que me permito divagar y recordar épocas mejores, en las que pensaba que la felicidad siempre me acompañaría y no esta sensación de vacío que lleva demasiado tiempo conmigo.
La vibración del móvil logra que regrese a la realidad: no es otra que estoy más sola que la una. Me tiemblan las manos al leer su nombre en la pantalla. Como cada semana recibo un mensaje suyo, un ritual que se repite desde hace tres años.
Con cada uno que me manda me prometo no volver a leer ninguno, aunque sé que me miento para no sentirme peor de lo que ya estoy. No tardo en abrirlo y releerlo durante unos minutos.
✓ Hola, Pau. Sé que no quieres verme, que no contestes a ninguno de los mensajes lo confirma. Por favor, te ruego que aceptes quedar conmigo. Necesito explicarme.
Al igual que las demás veces, lo borro de inmediato para que Mabel no se entere. Me arrebujo bajo la manta a la vez que las primeras lágrimas se liberan y dejan salir el dolor de la traición.
¿Puede un juego traspasar la pantalla e invadir la realidad? ¿Qué harías tú si la persona que más detestas es en realidad la que más te comprende y de la que estás enamorado sin saberlo? En Tenerife, durante un juego de clanes, surge una amistad que irá más allá de la propia pantalla. Dos jugadores aliados en la conquista de un nuevo mundo sin saber que en realidad es su corazón y su propia historia de amor la que están librando. Conquistando el Mundo no es simplemente una historia de amor imaginaria, es una historia de amor inspirada en hechos reales.
Kaelyn dedicó tres años a cuidar de su esposo tras un terrible accidente. Pero una vez recuperado del todo, él la dejó de lado y trajo a su primer amor del extranjero. Devastada, Kaelyn decidió divorciarse mientras la gente se burlaba de ella por haber sido desechada. Después se reinventó, convirtiéndose en una cotizada doctora, una campeona de carreras de auto y una diseñadora arquitectónica de fama internacional. Incluso entonces, los traidores se burlaban con desdén, creyendo que ningún hombre iba a aceptar a Kaelyn. Pero entonces el tío de su exesposo, un poderoso caudillo militar, regresó con su ejército para pedir la mano de Kaelyn en matrimonio.
Hace tres años, Avery quedó maltratada y sola por el hombre que más amaba, Dylan, pero ella completó valientemente la ceremonia de la boda mientras estaba embarazada. Tres años después, aunque estaban casados, con el tiempo se distanciaron. Avery se centró en su carrera y ya no creía tontamente en el amor. Pero su transformación instantáneamente hizo que Dylan entrara en pánico... ¿Y cuál es el secreto de hace 11 años que Avery siempre se ha mostrado reacia a revelar? *** "Fue a un bufete de abogados, se reunió con un abogado..." ¿Un abogado? ¿Avery está demandando a alguien? ¿OMS? ¿Existe algún litigio reciente contra la empresa? De repente, Dylan se rió entre dientes con frialdad: "¿A quién podría demandar? Soy el director ejecutivo de esta empresa. ¿Cómo es que ese asunto no me llega a mí primero?" La asistente tragó nerviosamente y habló en voz baja: "Señor, no hay ningún litigio contra la empresa. Se reunió con... un abogado de divorcios".
Ibiza fue invitada a un evento importante de la empresa para la que trabaja y allí se encontró con una desafortunada situación. Sin que se dieran cuenta le suministraron un fuerte afrodisiaco, el cual la hizo pasar la noche con un hombre supuestamente desconocido. Sin embargo, aquel hombre resultó ser uno de los hijos de su jefe, pero todo se tornó complicado cuando producto de esa noche ella quedó embarazada. ¿Qué sucederá cuando un padre rechace a su bebé sin haber nacido y encima de eso pretende que lo aborten? Esa es una buena pregunta si resulta que años después regresas en busca de perdón para enmendar el error que jamás debió de haber sucedido.
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
El marido de Vivianna se casó con ella por su herencia, y después de quitarle todo lo que tenía, la mandó a la cama de un acompañante y le tomó fotos. La amenazó con divorciarse con esas fotos y la obligó a salir de su casa sin un centavo. Dejó su país de origen en desgracia. Cuatro años más tarde, regresó a casa como Jefa de Diseño de Joyas y tuvo un hijo de tres años. Su niño genio le dijo después de bajarse del avión: "¡Conseguiré que el hombre más rico del mundo sea mi papá y te respalde!" Ella lo tomó como una broma, pero dos días después, su asistente le dijo que el hombre más poderoso del mundo se había robado a su hijo y la invitó a cenar. Al encontrarse, ese hombre sostuvo a su hijito y le dijo dominantemente: "Es mi hijo!".
Durante tres años, Shane e Yvonne estuvieron casados, compartiendo noches acaloradas, mientras él aún estaba enamorado de su primer amor. Yvonne se esforzaba por ser una esposa obediente, pero su matrimonio se sentía vacío, construido sobre el deseo más que sobre el verdadero afecto. Todo cambió cuando se quedó embarazada, sólo para que Shane la empujara a la mesa de operaciones, advirtiéndole: "¡O sobrevives tú o el bebé!". Destrozada por su crueldad, Yvonne desapareció apesadumbrada y más tarde regresó, radiante de plenitud, dejando a todos boquiabiertos. Atormentado por los remordimientos, Shane le suplicó otra oportunidad, pero Yvonne sólo sonrió y respondió: "Lo siento, los hombres ya no me interesan".