La vida de Leena era lo opuesto a un cuento de hadas ya que ella se esforzaba demasiado para mantener a su familia, tomaba clases por la mañana y trabajaba por las tardes. Su vida rutinaria empeoró con el regreso de Miguel y la joven cayó en un abismo de amor y deseo. Leena cerró los ojos y esperó pacientemente la caída, ella luchó y derramó lágrimas como nunca lo había hecho. "Este sufrimiento no tiene fin", pensó Leena. Ella le dio muchas oportunidades pero él la traicionó una y otra vez, hasta que un día, finalmente la chica decidió abandonarlo y dejar que probara una cucharada de su propia medicina: El dolor de la pérdida y la traición. Por desgracia, el hombre la miró y dijo: "¡Vas a ser mía! ¡No debes pensar en otros hombres!". ¿Podría Leena superar esta tragedia? ¿O tendría que llevar esta carga por el resto de su existencia?
Cuando Leena Yang miró su reloj, inmediatamente corrió al camerino. Arrojó su bolso, murmurando para sí misma: "No llegues tarde. ¡No llegues tarde!". ¡Solo quedaban cinco minutos! Arrojó sus zapatillas a una esquina del vestidor antes de abrir el bolso y sacar su lencería y unos tacones altos.
Luego abrió su casillero y sacó su traje. Después de vestirse, ya no parecía más una estudiante universitaria inocente. Ahora se había transformado en una fuerte mujer de negocios lista para conquistar el mundo.
Leena se hizo un moño en el cabello sin dejar ningún mechón suelto. Luego sacó su bloqueador solar y se lo aplicó en la cara. Sin decir palabra, salió del camerino. Mary, que estaba afuera esperándola, se quedó atónita.
"¡Directora Yang, no sabía que fuera tan rápida! Solo te tomó tres minutos cambiarse de ropa".
Mary era una mesera que trabajaba para Leena. Enseguida se apresuró a guardar las otras cosas.
De acuerdo con las reglas de su hotel de cinco estrellas, los camareros debían vestirse adecuadamente. A excepción de los accesorios necesarios, no se podían usar joyas o relojes. Se trataba de una estricta norma que todos debían obedecer.
"Anoche me acosté tarde y por eso hoy me desperté tarde", refunfuñó la mujer, frustrada.
"Pero usted siempre llega a tiempo", dijo Mary mientras parpadeaba sorprendida. Normalmente, Leena nunca llegaba tarde. De hecho, siempre llegaba a tiempo. ¡Tanto así que algunos pensaban que era un robot!
Esta no se molestó en responder y tan solo frunció los labios. De hecho, se acostó tarde porque estaba terminando su tarea, la cual la tuvo ocupada hasta las tres de la mañana sin dormir. Finalmente, fue al hotel a las ocho de la mañana para organizar al personal de limpieza, y estuvo a punto de llegar tarde.
Durante los últimos años, había mantenido su vida de estudiante en secreto para sus compañeros de trabajo.
Leena salió gallarda del camerino, saludando con la cabeza a los meseros que pasaban. Fue entonces cuando apareció Lewis Liu, el gerente general del hotel. Al verla de tan buen humor, le indicó con un gesto que lo acompañara a su oficina. "Prométeme que trabajarás durante este mes solamente. Te presentaré mejores trabajos después".
Leena frunció el ceño. "¿No quiere acaso Simon que trabaje aquí?". Simon era el jefe del hotel.
"No". Lewis Liu negó con la cabeza.
Ella extendió los brazos, exasperada. "He hecho bien mi trabajo aquí. Han pasado seis años y sé con certeza que nadie lo hace mejor que yo. Todavía quiero seguir aquí".
"Tu padre murió, querida, y me siento obligado a cuidarte. ¡Entraste a trabajar al hotel siendo tan joven! Nuestro hotel puede que tenga una normativa estricta para con los clientes y la administración, pero no podemos andar por ahí haciendo enfadar a la gente. ¡Es posible que no puedas casarte en el futuro!", dijo preocupado.
La joven sabía exactamente a qué se refería. Él estaba hablando del incidente en el que ella se peleó con un hombre rico. Aquel hombre estaba acosando a las otras camareras de una manera increíblemente desmesurada. Leena tuvo que intervenir para resolver el problema, pero sin darse cuenta lo terminó ofendiendo. El hombre la amenazó con vengarse, pero ella se limitó a incluirlo en la lista negra en respuesta a su conducta. Desde entonces, aquel hombre ya no tenía permitido entrar al hotel.
Ella suspiró. "Señor Lewis, nunca esperé tener una buena vida después de la muerte de mi padre. Además, mientras mi madre y mi hermano vivan bien, no tienes que preocuparte por mí. Permíteme trabajar".
Lewis quiso decir algo más, pero ella lo interrumpió. "Señor Lewis, no tienes que presentarme otros trabajos. Este lugar me sienta bien. Además, a menudo tengo clases". Leena tenía la intención de ganar suficiente dinero para poder financiarse una maestría.
Después de eso, encontraría un trabajo bien pagado y escaparía del pozo de la pobreza. El mundo es un lugar cruel, especialmente cuando uno no es parte de la clase media.
Lewis suspiró, pues sabía que no llegaría a ningún lado discutiendo con ella.
Leena venía de una familia rica, pero desafortunadamente, su padre se suicidó. Después de aquel incidente, su hermano mayor contrajo deudas debido a su negocio fallido. A partir de entonces, fue como si su vida se hubiese transformado en la historia de Cenicienta, lo cual terminó por enderezar su vida. Se volvió su responsabilidad el cuidar de su madre enferma y su hermano pequeño de doce años. Tenía clases durante el día y tenía que trabajar por las tardes.
Aunque lo pasó mal durante su vida universitaria, ¡aun así obtuvo las mejores calificaciones!
Mientras Leena caminaba por el pasillo del hotel, el pasado se cruzó por su mente, lo que hizo que su sonrisa vacilara levemente. Todas las propiedades de su padre habían sido confiscadas después de su muerte, y su hermano había huido debido a las deudas que se habían acumulado en su contra. Ese era el motivo por el cual su familia se mudó a una casa ruinosa en las callejuelas. Ella trabajaba desde que estaba en la escuela secundaria, por lo que estaba familiarizada con toda clase de trabajos. Cuando ingresó a la universidad, le pidió a Lewis que la contratara en el hotel, donde comenzó como mesera. Ahora, la habían ascendido a supervisora de departamento, por lo que mucha gente terminó por respetarla.
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