Para obligarla a firmar el acuerdo de divorcio, Jacob sometió a su esposa a una vida llena de tormento y dolor. Louisa finalmente se dio cuenta de que era hora de rendirse. Dos años después, ella se convirtió en una superestrella. Renació de sus cenizas como un ave fénix y regresó, jurando que se vengaría de lo que había sufrido en el pasado.
Mientras caía la noche, el sonido de las cigarras resonaba sin parar, bajo el cielo estrellado. En una villa se podía una figura sentada, mirando el hermoso paisaje frente a ella. "Deja de buscarme. ¡No me iré!".
Louisa Gu se rehusó ante la persona que la llamaba. Ella estaba usando un elegante vestido de seda que no dejaba absolutamente nada a la imaginación. Dejó su celular sobre la mesa y miró hacia la ventana, al tiempo que suspiraba profundamente. ¿Por qué él no había regresado todavía?
¡Pum!
Justo en ese momento, la puerta de su habitación se abrió con un fuerte golpe.
La mujer se levantó temblando de inmediato, y con sus ojos completamente abiertos, debido al miedo.
Entonces, un hombre que vestía un traje negro hizo acto de presencia. Él era alto, con una figura escultural. Cabe mencionar que también era extraordinariamente apuesto, tenía unas cejas negras y oscuras, y unos ojos casi luminosos. No obstante, aquel hombre tenía algo que hacía que la mujer temblara de miedo.
Antes de que ella pudiera siquiera reaccionar, él le arrojó una carpeta.
"Esos son los papeles de divorcio. Fírmalos", exclamó él, casi gruñendo.
El aroma tan característico del alcohol le hizo sentir náuseas al instante.
Louisa sintió cómo el frío se apoderaba de su cuerpo por completo, en el momento en que miraba fijamente el documento que estaba entre sus manos. Ella era incapaz de controlar su cuerpo tembloroso, pero se negaba a ver al hombre directamente a los ojos.
"¿Por qué?", preguntó ella, casi sin mover los labios.
Jacob Gu resopló, y le dijo en tono de burla: "¿Que por qué? ¿Todavía tienes el descaro de preguntarme por qué? De no haberte metido en mi cama, obligándome a dormir contigo hace un año, ¿de verdad crees que mi abuela me hubiese permitido casarme contigo? Si no es fura por lo mucho que ella te quiere, tú y yo jamás estaríamos juntos. Pero, ahora que ella se va al extranjero, es momento de que me dejes. Así que, ¡firma los papeles y sal de mi casa de una vez!".
Tras aquellas palabras, las lágrimas de la mujer comenzaron a caer por sus mejillas. Sus manos no paraban de temblar con el documento aún en sus manos, mientras ella respiraba profundamente, en un intento por tranquilizarse.
Su labio inferior tembló cuando intentó hablar.
"Yo... No quería... Por favor...", tartamudeó ella, sin poder continuar. Aun así, el hombre no mostraba ningún signo de piedad.
"¿No querías qué? ¿Acaso no soñaste con acostarte conmigo desde que eras joven?", cuestionó él.
Luego de hablar, Jacob agarró con fuerza las muñecas de la mujer y la atrajo hacia él, mientras clavaba sus uñas en la piel de su esposa, ocasionando que ella hiciera una mueca de dolor.
"Te a...", comenzó a decir ella.
"¡Cállate!", exclamó él, interrumpiéndola.
Su voz era lo último que él quería escuchar en ese momento.
Entonces, el hombre tomó los documentos, empujándolos hacia los brazos de ella. "¡No quiero seguir escuchando las estupideces que dices! Simplemente, firma", le gritó él, apretando la mandíbula.
Al escucharlo, ella frunció el ceño y afirmó: "¡No lo haré hasta que me digas por qué quieres eso!".
"¿Por qué? ¿De verdad quieres saber la razón?", gritó él, una vez más. "Te odio. ¡Eso es lo que pasa! Así que, si eres lo suficientemente inteligente, firmarás los papeles en este instante. Incluso lo haré muy sencillo para ti. Si no lo haces, me aseguraré de que recibas ni un centavo", informó él.
A Jacob no le interesaba realmente lo que pudiese suceder al final, pues, lo único que quería era que esa mujer se desapareciera de su vista.
Ella jamás estuvo destinada a tener la posición de ser la esposa de Jacob Gu.
Mientras ella intentaba procesar todas las palabras del hombre frente a ella, miles de emociones se apoderaron de su cuerpo. Además, sentía un completo entumecimiento debido al agarre tan doloroso que él le estaba proporcionando. En un momento, reunió toda la valentía que pudo, y se obligó a sí misma a mirar a su esposo a los ojos.
"¡No, no lo haré! Jamás me divorciaré de ti, estaremos juntos hasta mi muerte. ¡No puedes hacerme esto, Jacob!", inquirió ella.
Ante sus palabras, el rostro del hombre se ensombreció de inmediato.
"Bien. Así que, ¿realmente quieres ser mi mujer?", indagó él. Luego, la tomó por la cintura, empujándola hacia su pecho. "Entonces, ¿quieres acostarte conmigo, no es así?", preguntó él, con una voz seductora.
Al tenerlo tan cerca, el fuerte aroma del alcohol impregnó las fosas nasales de Louisa, haciéndole arrugar la nariz. "No, no es eso", respondió ella.
Sus ojos ya estaban completamente rojos, debido a todo el llanto.
"¿Así que no es eso? ¿Acaso no estás intentando seducirme al vestirte de esa manera? Ya que no quieres el divorcio, ¡deberías cumplir con tu deber como esposa! Veamos...", dijo él, acercándose aún más a ella, tal como un depredador mirando fijamente a su presa.
"¿Qué se supone que estás haciendo?", preguntó ella, tartamudeando un poco.
Ella nunca había visto a su esposo actuar de esa manera.
Casi se podían ver las llamas de fuego arder en sus ojos. Si las miradas pudiesen matar, ella hubiese sido llevada directamente al infierno.
Al verlo, ella solo dio un paso atrás.
"¿Qué pasa? Solo estás fingiendo ser inocente, ¿no es así? Has estado esperando este momento durante un año entero, ¿no? Ahora, lo lograste. Si realmente no quieres divorciarte de mí, entonces, tendrás que cumplir como mi esposa".
Luego de pronunciar aquellas palabras, él empujó a la mujer sobre la mesa.
"¡Ah! ¡No!".
Ella gritó con todas sus fuerzas, mientras las lágrimas no paraban de caer de sus ojos.
No obstante, todos sus gritos parecían no ser escuchados por Jacob en el momento en que él le subió la falda hasta la cintura. Aquel pedido de auxilio no logró calmarlo en lo más mínimo.
Ella podía ser capaz de sentir cómo su corazón se partía en miles de pedazos.
"Jacob", jadeó ella, casi sin voz.
"Por favor... Te lo ruego. ¡No lo hagas! ¡Ayuda!", sus gritos se incrementaron cuando él entró en ella de esa manera tan brusca. Las lágrimas recorrían su rostro sin parar, mientras intentaba asimilar el dolor.
Mientras tanto, él le habló en un gruñido: "¿Cómo puedes atreverte a pedir ayuda? ¿Acaso no es esto lo que quieres? ¿No deberías estar feliz? ¡Tan solo tómalo!", exclamó él.
Entonces, el empujó su miembro dentro de ella con más fuerza, y ella continuó gritando. Sus uñas se clavaban de manera desgarradora en la espalda de él, al tiempo que ella intentaba patearlo en el estómago. No obstante, esa continua resistencia simplemente parecía animarlo a seguir. "¿Por qué me haces esto? ¿Es que mi amor no vale nada para ti?", preguntó ella sollozando, al tiempo que lo golpeaba en los brazos pero, aun así, él no se detenía.
A su parecer, ella no valía absolutamente nada.
"Te odio", susurró ella, maldiciéndolo con su corazón.
Durante toda la noche ella permaneció aturdida, le daba la impresión de haber despertado de una horrible pesadilla.
Tal parecía que el mundo se estaba encargando de cobrarle todos y cada uno de los pecados que ella había cometido en sus vidas pasadas, llenándola de odio y disgusto. Ella apretó los puños fuertemente.
"Nunca te he amado, Louisa, y nunca te amaré", susurró él.
"Solamente podré amar siempre a Ellie", agregó.
'¿Ellie?
¿Se trata de otra mujer?
Entonces, ¿todo esto fue una mujer llamada Ellie?', se preguntó ella, apretando la mandíbula.
Después de todo lo que ella había hecho por él, eso era lo que él le regresaba, una vida llena de tormento y dolor, nada más que eso.
A esas alturas, su almohada estaba completamente empapada, debido a la cantidad de lágrimas que derramó.
Jamás se le hubiese podido ocurrir que el hombre al cual ella prometió amar pudiese ser capaz de herirla de tal manera.
¡Era horrible, incluso, se podía decir que, era despreciable!
Se encontraba tan lejos del amor que ella se había imaginado.
A Louisa no le quedó más que burlarse de ella misma.
Él no la había siquiera tocado durante todo el año que llevaban casados y, en ese momento, le quitó su virginidad la misma noche en que le entregó los papeles de divorcio. Ese hombre era horrible porque, realmente, era un monstruo.
'¡Jacob, te odio tanto!
¡Mientras viva, jamás te perdonaré!'.
Tras pensar eso, la mujer apretó los puños con fuerza. ¡Ella nunca podría volver a enamorarse de él!
La luz plateada que emitía la luna brillaba a través de la ventana, iluminando su rostro pálido y tembloroso.
Al día siguiente.
Tan pronto como la luz del sol irrumpió en la habitación, Louisa se levantó de la cama, lentamente. Pese al dolor que sentía en todo su cuerpo, ella recogió la ropa que estaba esparcida en el piso, antes de dirigirse al baño.
En el momento en que Jacob despertó, los recuerdos de la noche anterior pasaron rápidamente por su mente.
Entonces, miró a su alrededor y se encontró con su esposa sentada en el sofá, esperando por él.
Al notar que había despertado, ella volteó a ver los papeles de divorcio que se encontraban sobre la mesa. "Los firmaré", dijo ella, con voz temblorosa.
Al pronunciar aquellas palabras, no pudo evitar que se le escapara un sollozo.
Ella se sentía absolutamente exhausta. Tras meses de fallar en los intentos por que él lograra amarla, finalmente llegó a la conclusión de que era hora de rendirse.
"¿De verdad quieres firmarlos? Y yo que pensé que ibas a ser tan leal a mí después de lo que pasó anoche", dijo el hombre, en tono de burla, sin señales de arrepentimiento alguno por lo que había hecho.
Durante todo el año que habían estado casados, él hizo todo lo posible por mantenerse alejado de ella. Esa fue la única vez que la tocó. Él estaba tan enojado que...
Por suerte, ella aceptó firmar los papeles de divorcio.
Ella se mordió los labios, sin emitir palabra alguna.
Su amor era una simple broma para él.
Su mano temblaba sin cesar, al tiempo que acercaba su pluma hacia el papel.
Al verla, Jacob volteó su cabeza, para fingir no haberse dado cuenta.
Entonces, ella apretó su mandíbula e hizo todo lo que pudo por mantener su mano estable.
Sin agregar una palabra más, ella finalmente firmó los papeles.
"Louisa Gu".
Ya había llegado el momento de finalizar su unión con la familia Gu.
Una vez que ella firmó, el hombre tomó los papeles.
Luego, la miró con total indiferencia.
"Le pediré a mi abogado que te transfiera el dinero de la manutención a tu cuenta. Desde este momento en adelante, no tienes nada que ver con la familia Gu. Así que, tienes tres días para mudarte", informó él, sin más.
"Solo un día es suficiente", objetó ella. Su voz estaba ronca, debido a todos los gritos de la noche anterior.
Al escucharla, el hombre rio con amargura, diciendo: "Tal parece que sí eres inteligente, después de todo. Toma la manutención y termina de salir de mi vista de una vez por todas".
Tras esas palabras, Jacob se dio la vuelta y se alejó.
No siquiera se molestó en mirar hacia atrás.
Él era completamente despiadado.
En ese momento, ella apretó la mandíbula.
Aún si él no la amaba, entonces, ¿por qué razón la odiaba tanto? Louisa tomó su celular y marcó un número rápidamente, para acercarse el aparato al oído. "Bueno, acepto", espetó ella. "Simplemente quiero salir de aquí lo más rápido posible".
Sofía Morales, en la fiesta de celebración de su graduación, ebria y drogada por uno de sus compañeros quien intentó abusar de ella, se entregó a su héroe y salvador, Rafael Rincón, quien también se encontraba bajo los efectos del alcohol. Al mes exacto de esta celebración, ella comenzó a experimentar los primeros síntomas de su embarazo múltiple, lo cual fue un escándalo para toda la familia, especialmente porque nadie sabía quién era el padre de sus trillizos, ni siquiera ella misma. Antes de salir a relucir esta situación, su padre le estaba imponiendo aceptar un compromiso matrimonial con el hijo de su amigo, porque había dado su palabra desde que ella era una niña. Estando en su sexto mes de embarazo, su padre fallece, dejándola heredera y billonaria. Como era su única hija, debió asumir el cargo de CEO. Esto no fue bien visto por los otros accionistas de la Naviera, quienes consideraban que era una irresponsable, por el grave error cometido: ser madre soltera. Por su parte, Rafael Rincón, hombre enigmático, billonario, productor, ganadero, quien había perdido a su novia en un accidente, no dejó nunca de pensar en la bella y virginal jovencita a quien rescató y luego hizo suya en una noche de copas, en una discoteca de la Ciudad, propiedad de su amigo y de la cual solo sabía, que se llamaba Sofía.
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