/0/2773/coverbig.jpg?v=bd43dffe9732d0d01c3d5f0973b6d6b3)
La vida de Tessa Brown, siempre se ha caracterizado por ser un mar de emociones: 1. Tiene cuatro hermanos que la sobre protegen. 2. Ha participado en apuestas ilegales desde muy joven. 3. Tiene la misma fuerza que cualquier chico de su edad. Pero, a pesar de eso, siempre ha sido una chica extremadamente inocente: 1. Nunca ha sido besada. 2. Nunca se ha enamorado. 3. Nunca le han roto el corazón. Cuando Mason Rojas, un misterioso chico con profundos ojos negros se atraviesa en su camino, la burbuja en la que ha permanecido encerrada durante toda su vida comienza a desgastarse, dándole paso a la curiosidad que siente por abrir sus alas y salir a explorar todo el sufrimiento que el mundo le ofrece; quiere conocer las bondades que puede dejarle el primer amor, así como también las heridas que puede dejarle éste mismo. Mason siempre escuchó hablar sobre Mrs Brown, a tal punto, que la curiosidad pudo más que ese profundo amor que una vez sintió por la persona que nunca dejó de hablarle sobre ella. Llegó por curiosidad y se quedó por decisión. Ese par de ojos grisáceos, más esa inocencia de niña pequeña que posee, lo cautivaron desde el primer momento en que la miró, logrando con ello despertar el deseo de conocer más a Mrs Brown.
Tessa Brown.
¿Quién es Tessa Brown?
Si en algún momento te has sentado a ver, o leer la historia de Rapunzel, sabrás más o menos un poco de quien puede ser Tessa Brown...
Okay, pero si la flojera te ha ganado y nunca has visto esa película, yo puedo decirte quien es Tessa Brown.
Yo soy Tessa Brown.
No vivo encerrada en una torre a como lo hacía Rapunzel; tampoco tengo una falsa madre que me engaña diciéndome que si estoy encerrada es para "mantenerme a salvo de la maldad del mundo que me rodea"
¡No!
Ni siquiera tengo madre, pero si tengo cuatro sobreprotectores hermanos, que se han encargado de mantenerme encerrada durante toda nuestra vida, en una "burbuja", para que nadie pueda hacerme daño. Que es casi lo mismo a lo que vivía Rapunzel con su madre.
Y al igual que ella; yo quiero salir... quiero ver todos esos peligros que el mundo tiene, quiero enamorarme, y sentir el dolor de ser lastimada (aunque suene algo masoquista), pero quiero sentir lo mismo que cualquier chica de 18 años ha sentido en su vida; las bondades de su primer amor, más las heridas que te dejó éste mismo.
-Mrs Brown, deja ese maldito cuaderno y ve a atender a los clientes -di un respingo, ahogando un grito al escuchar la profunda voz de mi jefe hablarme cerca del oído.
Cerré el cuaderno que utilizaba como "diario" para poder desahogarme y me puse de pie. Me giré y le sonreí a mi amado jefe. Un hombre alto, fornido y de tez oscura, que antes solía ser guardaespaldas, pero que ahora había dejado su antiguo trabajo para dedicarse a su negocio, una pequeña cafetería llamada El Trébol, al lado del centro universitario en el que yo estudiaba.
Robert aparentaba ser malo; la actitud la había ganado gracias a tantos años que había sido custodio de un famoso empresario, pero en realidad era un grandulón algo dulce, que odiaba los problemas que solían ocasionar mis hermanos en su café. Incluso ahora me resultaba divertido verlo horneando pasteles y galletas.
Arqueó una ceja y se cruzó de brazos, aun diciéndome con la mirada "¿Qué esperas, niña?"
-Ya voy, Ro -dije, pasándole por un lado.
Yo trabajaba en El Trébol cada tarde después de clases, disfrutaba al máximo esas preciadas horas que pasaba alejada de mis hermanos; puesto que era el único lugar donde no podían controlar mi tiempo.
-¿Qué tienes para mí, Trevor? -le pregunté al joven chico de cabello castaño que atendía la ventanilla de pedidos.
-Cappuccino y pastel de zanahoria para la mesa ocho -sonrió, entregándome una bandeja.
Trevor era un agradable chico, solía siempre estar de buen humor, y encontraba en cualquier momento una excusa para ofrecer una sonrisa o una palabra de ánimo.
Dirigí la mirada hacia la mesa ocho, un rubio leía un libro muy distraídamente, sin prestar mayor atención a las personas a su alrededor.
-Bien, dame eso -dije tomando la bandeja de las manos de Trevor.
-Ve por él, chica -me sonrió y me guiñó un ojo.
Suspiré y caminé entre las mesas hacia el nuevo visitante. Por lo general, tenía la costumbre de aprenderme los rostros de nuestros clientes, los cuales solían ser los mismos de siempre; pero este estaba segura de nunca haberlo visto antes. Porque bueno, ¿A quién iba a olvidársele ese espécimen de hombre que tenía en frente?
-Bienvenido a El Trébol, gracias por preferir comer en nuestra agradable cafetería. Que disfrute su orden -traté de no rodar los ojos nuevamente ante nuestra ridícula frase al servir una mesa.
A veces pensaba que Robert se pasaba con tanta idiotez, pero bueno, él era el jefe, y si me atrevía a renegar en algún momento, me dejaría sin salario por una semana.
El chico cerró el libro y levantó su mirada hacia mí.
Negro. Fue lo primero que vi en él, sus enormes y profundos ojos negros. Él tenía esa especie de mirada que se quedaba atascada en la mente; una de esas miradas únicas que te hacían desear nunca alejar la mirada de la suya, para así perderte en ese par de hoyos negros para siempre.
Mierda... estaba leyendo muchos libros en casa.
Sin poder evitarlo, me permití observarlo; es hermoso. Alto, de hombros anchos, cabello dorado, piel blanca, labios carnosos... ¿Por qué estoy viendo sus labios?
Su mirada continuaba penetrando la mía, aún continuaba sosteniendo el libro en sus manos, y ahora parecía estar divertido con la situación. Una pequeña sonrisa comenzó a asomar en sus labios; de pronto aquello parecía una especie de lucha, pues ni él ni yo teníamos la intención de alejar la mirada.
-¡Tessa! ¡Alex está aquí! -la potente voz de advertencia de America me hizo alejar la mirada. Me giré de forma instintiva hacia ella. Mi hermano Alex estaba de pie, al lado del podio de anfitriona de America, viendo en mi dirección con el ceño fruncido.
America era una especie de amiga -gracias a mi escasez de amigos- no podía decir que era mi mejor amiga, pues el único lugar en el que la veía era en el trabajo, ya que tanto ella, como Teresa, mi otra especie de amiga, apenas cursaban el último año del instituto. Pero aun así, solía brindarme su apoyo con respecto a mis celosos hermanos... además de que era un maquiavélico plan de ella, para poder acercarse a mi hermano Theo.
Ella siempre se ha encargado de hacerme saber del peligro que asecha cuando a alguno de mis hermanos se le ocurre aparecer, de una manera muy suspicaz: gritando como loca a través del café, desde su podio de anfitriona. Me giro nuevamente hacia el chico de ojos bonitos, quien increíblemente aún continúa observándome.
-Disfruta de tu café... Cappuccino -me corrijo, antes de caminar a paso rápido hacia mi hermano.
Me detengo frente a él y le dedico una pequeña sonrisa, rogando que por favor no haga preguntas que no han de venir al caso. De momento, sus brazos me rodean acercándome a su pecho, se inclina y besa mi cabeza, cierro los ojos y dejo escapar un suspiro, pues puedo sentir que su mirada está dirigida hacia el chico de ojos bonitos.
-¿Qué haces aquí, Alex? Se suponía que pasarías hasta que yo saliera para llevarme a casa -me quejo, poniendo distancia entre él y yo.
-¿No puedo venir a tomar un café aquí, hermanita? -contesta, dirigiendo su mirada por primera vez hacia mí.
-Nunca es bueno que vengas cuando estoy trabajando -frunzo el ceño en su dirección.
¿Bueno? ¡Odiaba que alguno de ellos me visitara en la cafetería! en varias ocasiones me había correspondido pagar los daños que ocasionaban cuando se les ocurría agarrarse a los golpes "defendiendo mi honor".
-Supongo que tú acompañarás a Alex -habló America detrás de nosotros.
La miré sobre el hombro de Alex, la morena me ofreció una sonrisa de disculpa y se encogió de hombros. Tanto ella, como Trevor, pero aún más Trevor, conocían mi situación con mis hermanos, y ambos sabían lo mucho que odiaba sus visitas. No me mal entiendan, los amo con toda el alma, pero tanta sobreprotección, resultaba ser a veces... exasperante.
-¿Tengo otra alternativa? -pregunto rodando los ojos.
-Deja de quejarte y atiéndeme bien; en este momento soy tu cliente -mi hermano sonríe y me pellizca la nariz.
-Trata de no fastidiar tanto a tu hermana, cada día le veo más canas a causa de ustedes -agregó America, antes de darse la vuelta y regresar a su lugar.
En ese momento hice lo más maduro que una chica de 18 años podía hacer, le saqué la lengua antes de que terminara yéndose, a lo que ella sonrió y me guiñó un ojo.
Regreso mi atención a Alex, quien aún continúa observando tentativamente hacia la mesa ocho. Toco su hombro y le hago un gesto con la cabeza para que me siga. Lo llevo al extremo opuesto de donde se encuentra el chico nuevo, no sabía la razón, pero quería mantenerlo alejado de mis hermosos hermanos.
-¿Quién es ese idiota que no deja de verte? -me pregunta Alex, mientras me sigue a través del café. Cierro los ojos con fuerza deteniéndome, ¿En serio tuvo que preguntar?
-No seas tonto, Alex. ¿Cómo voy a saberlo? Y no me está mirando.
Él se tomó toda la molestia de detenerse y girarse. Cerré los ojos e inhalé profundamente, antes de girarme con él.
-Sí, si lo hace -dijo al ver al chico aún con su mirada en ¿mí? ¿En serio quiere morir?-. Pero tranquila hermanita. Yo resuelvo eso enseguida -agregó tratando de dar un paso hacia adelante. Me apresuré a agarrarlo por el brazo, obligándolo a detenerse.
-Alex, basta. Lo que vas a lograr con eso es que Robert te saque del café otra vez. Además, no soy una niña. Puedo defenderme sola si fuera necesario.
-Eres mi hermanita menor -contestó sonriéndome dulcemente y acercando su cabeza a la mía.
Su hoyuelo se profundizó en su barbilla, al igual que lo hace el hoyuelo de Allan y el de Albert al sonreír. Estos tres son simplemente idénticos. Mismo color marrón en sus ojos, mismo cabello castaño y ondulado, misma altura, misma sonrisa, mismo color blanco de piel, incluso tienen la misma cantidad de músculos... De acuerdo, creo que repetí muchas veces la palabra mismo. Pero en fin, casi nadie es capaz de diferenciarlos. A excepción de papá, Theo o yo, por supuesto.
¿Había mencionado que los cinco teníamos la misma edad? ¡Así es, damas y caballeros! Somos quintillizos.
Pero por otra parte, Theo es más diferente a ellos. De hecho, yo soy la versión mujer de él. Nuestros ojos son grisáceos, el cabello es negro y ondulado, además, nuestra piel es trigueña, tenemos hoyuelos en nuestras mejillas y no en la barbilla, a como los otros tres.
Papá nos cuenta que incluso nacimos tomados de la mano, por ocho segundos de diferencia él es mayor que yo. Tenemos una bella conexión de hermanos, es el único que no me sobreprotege, de hecho, él solo quiere que sea feliz. Papá dice que mamá supo que nuestra conexión sería especial desde el principio, fue por eso que nos cambió el nombre cuando nacimos, nos puso Theo y Tessa, y no Aldo y Alma a como lo tenía planeado. ¿No es lindo? sus cinco hijos con la silaba "Al" al principio de su nombre. Y tuvo razón con respecto a nuestra conexión. Lástima que no se quedó a averiguarlo.
-Sí, Alex. Como por quince minutos eres mayor que yo, es una gran diferencia de edades -comenté sarcásticamente, terminando de guiarlo hasta la mesa.
En cuanto Alex tomó asiento, la campanilla de la puerta sonó, me giré para ver a la persona que estaba entrando. Mi cuerpo se tensó al ver a las personas, en vez de la persona, que entraron por la puerta:
Allan y Albert.
Después de haber intentado quitarse la vida, producto del acoso de su ex novio y de los demás estudiantes de su antiguo instituto, Fanny Parker aprendió dos cosas: 1. El amor es una mierda. 2. No volvería a sufrir por ello. Dos pequeñas cosas que está segura que cumplirá con facilidad, al cerrarse a la posibilidad de siquiera, levantar a ver a un chico. Pero un nuevo curso lectivo ha llegado, acompañado de un nuevo instituto y claro está, nuevos compañeros. Gael Green es el amo y señor de los pasillos de Jonhson High; solo basta con una sonrisa y un simple guiño, para tener a cualquier chica comiendo de la palma de su mano. Su vida siempre se ha basado en una simple regla: "Pertenezco a todas, pero a la vez a ninguna" Gael es lo que Fanny siempre ha tratado de evitar. Fanny es lo que Gael siempre ha deseado tener. Juntos han comenzado una guerra de sentimientos, para así poder tener lo que realmente necesitan. Gael, ganarse el corazón de Fanny. Fanny, no enamorarse de Gael Green.
Mi nombre es Alicia, y solo tres palabras han podido definirme durante toda mi vida: adicta al placer. Sí, soy una jodida ninfómana y no temo a decirlo. He vivido cientos de aventuras y he cumplido todas y cada una de mis fantasías más retorcidas, esas que nadie se atrevería a contar en voz alta. Nadie excepto yo. ¿Te atreves a descubrirlas? Eso sí, te advierto que necesitarás dos cosas: lo primero, una mente muy abierta y, lo segundo, un par de bragas limpias...
Genesis Sousa, se convierte en la Esposa el Exprometido de su hermana que desapareció días antes de la Boda, Leandro Betancourt aceptó la proposición de tomar en matrimonial a la menor del Clan Sousa, sin imaginarse que aquella unión dejará a conocimiento la nobleza de la niña, pero todo cambia después de dos meses de matrimonio, de allí la maldad oculta dejará cenizas
Un repentino giro del destino conectó a Helena con una persona prominente e influyente. A los ojos de los demás, parecía una tonta ingenua. En realidad, era una especialista de alto nivel, envuelta en capas de identidades ocultas. Charlie declaró: "Es bastante delicada y se hiere con facilidad. Si la traicionas, me traicionas a mí". Las familias de élite, vencidas por la destreza de Helena, le ocultaron estas verdades. Helena finalmente se liberó del control de Charlie, quien empezó a perseguirla en todo el mundo. Para él, ella era un pájaro de alas deslumbrantes, y su objetivo era ayudarla a alcanzar nuevas alturas.
Isabela Arriaga se ve atrapada en un matrimonio de conveniencia con Leonardo Arriaga, un hombre que la ve como una mera obligación, sin amor ni compasión. Casada por contrato, su vida se ve opacada por la presencia de Camila, la mejor amiga de su esposo, quien manipula y se burla de ella a cada paso. Mientras Isabela lucha por encontrar su lugar en una mansión que se siente más una prisión que un hogar, su marido sigue enamorado de la villana que la ha arrebatado no solo su afecto, sino también su dignidad. El tormento emocional de Isabela se ve acentuado cuando se da cuenta de que Leonardo la desprecia y prefiere a Camila. A pesar de su dulzura y sumisión, Isabela no es ajena a la frustración que crece en su corazón, mientras lucha por mantener la calma ante la manipulación constante. En una inesperada muestra de valentía, comienza a desafiar las reglas del juego, buscando ser más que la sombra que Leonardo ha creado a su alrededor. A medida que los celos y la posesividad de Leonardo salen a la luz, Isabela se enfrenta a la difícil decisión de vivir como una prisionera emocional o tomar las riendas de su vida. Pero, ¿es posible que el hombre que la desprecia también pueda amarla algún día? En un enredo de engaños, traiciones y manipulación, Isabela debe encontrar su propia voz antes de que su alma se pierda para siempre.
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
Hace dos años, Ricky se vio obligado a casarse con Emma para proteger a la mujer que amaba. Desde el punto de vista de Ricky, Emma era despreciable y recurría a artimañas turbias para asegurar su matrimonio. Por eso mantenía una actitud distante y fría hacia ella, reservando su calidez para otra. Sin embargo, Emma amaba a Ricky de todo corazón durante más de diez años. Cuando ella se cansó y consideró la posibilidad de renunciar a sus esfuerzos, Ricky empezó a tener miedo de perderla. Solo cuando Emma estaba muriendo, embarazada, él se dio cuenta de que el amor de su vida siempre había sido Emma.