Cuando Saint decide por fin visitar a su mejor amiga y madre sustituta enferma, desata en él montones de recuerdos y sucesos vividos en el pasado. Como también nuevos sentimientos por la peculiar enfermera que lo ayuda en el cuidado de su amiga.
Me esmero en poder acomodar todo mientras mi mente divaga en diferentes temas que no hacen más que desconcetarme. No soy específicamente una persona ordenada, pero hago el intento para no incomodar a los demás. Sé que aveces -siempre-desespero a las personas con mi indecisión y mi falta de firmeza en algunas cosas...
¿Cómo pasé de pensar en que soy desordenado a indeciso? De este tipo de desconcentración hablo.
Dejo lo que hago para mi bien y me siento en la silla al frente del ordenador para comenzar a revisar el correo. Actualizo varias veces la bandeja de entrada esperando un mensaje super importante para mi, pero nada llega. Lo único que hay son promociones de apps que tengo el teléfono y el de mi profesora de primaria que está a punto de morirse.
Recuerdo entonces que tengo mucho tiempo que no la visito. Abro su mensaje y me pongo a leerlo con la culpa provocándome escalofríos. Me cuenta sobre lo mucho que le hace falta su familia -su hijo está fuera del país y su nieto por la universidad no ha podido visitarla tan a menudo como antes- y que le hago falta. Eso me pone chiquito el corazón. También me cuenta que por orden del doctor y la de su hijo, ahora tiene una enfermera a la que ella llama chaperona. Me río por eso.
El lazo que tenemos Clemente y yo comenzó exactamente cuando me daba clases. Soy... ¿huerfano? Ciertamente una vez al año veo a mi madre y de mi padre no sé absolutamente nada, así que cuando era pequeño y eso me afectaba, ella era un sostén, un soporte, y estoy meramente agradecido por eso.
Cierro el ordenador y busco mi teléfono en el desorden que es mi cuarto. El mensaje de Cleks me ha revuelto las emociones que en los últimos dias tenía reprimidos y deseo con fuerza hablar con ella y disculparme por mi ausencia en los últimos meses.
Me siento en la cama colocando el móvil en mi oreja mientras que con la otra mano busco un juguete muy exraño que logra calmar mi ansiedad. Consiste en pulsar muchos botones para que unos aros queden enganchados en una especie de tubito.
El teléfono comienza a repicar.
-Buenas noches. -Doy un sobresalto al oír una voz que no es la de Cleks.
Parpadeo varias veces y aclaro mi garganta.
-Sí, buenas, ¿Con quíen hablo?
-¿Con quién hablo yo?
Me rasco el cuello antes de comenzar a pulsar los botones del juego con rapidez, intentando calmar lo apresurado con la que va mi corazón. No me gustan las sorpresas, ¡las odio! La persona que habla al otro lado de la línea no es Clemente, ni la de alguien que conozca. ¿Quién es?
-Habla Saint. ¿Este es el número de Clemente?
-¡Hola, Saint! Clemente me ha hablado mucho de ti. ¿Deseas hablar con ella? Ahorita mismo se encuentra dormida.
Logro colocar un aro dentro de un tubo.
-Sí, quería hablar con ella. ¿Quién eres? -pregunto con los dientes apretados.
-Soy Cherry, la enfemera de Clemente.
Alzo mis dos cejas justo cuando otro aro es enganchando.
-¿La chaperona?
Se ríe, y eso me hace detener los dedos del juego porque el sonido de su risa es extraña. Medio ronquidos medios jadeos. Me cruza por la mente que ella podría ser una de esas personas despreocupadas de la vida que se pasan sus problemas por el trasero como papel higiénico, a diferencia de las personas como yo que ante el primer golpe ya necesita con urgencia una cirugía.
Si no me equivoco en mi hipótesis, quiero ser como ella.
-La misma. ¿Quisieras dejarle un recado a Clemente? -inquiere ya serena.
Vuelvo a retomar el juego.
-¿Podrías decirle que me llame cuando pueda? -averiguo.
-Claro, está desesperada por hablar contigo -asegura y vuelvo a detenerme. Aunque ella probablemente tenga mi edad, por su voz parece que se quedó atascada en la adolescencia. Qué suerte-. ¿Sabes? Twist no ha venido en mucho tiempo y a pesar de que habla todos los dias con su hijo, le hace falta ver una cara conocida.
-Pronto voy a visitarla, he estado al tope con trabajo -me lamento.
-Te entiendo, esa es la vida de un adulto.
Dejo a un lado el juego y vuelvo a acomodarme el teléfono.
-¿Cómo está ella? -indago, tomando una profunda respiración.
Escucho que ¿Cherry? tambien inhala.
-De hecho, está bien, tanto como pueda estarlo con su diagnóstico -masculla-. Ya sabes como es Clemente: dura e impenetrable. Estoy segura que va a agarrar esta enfermedad y pisotearla hasta que desaparezca para siempre de su vida.
Eso pensaba yo hasta hace unos meses cuando el doctor me habló sobre la dura y crítica siutación en la que se encontraba.
-De acuerdo, Cherry, fue un gusto hablar contigo pero tengo que colgar. No olvides avisarle a Cleks que llamé.
-No te preocupes. ¡Que pases una linda noche!
-Igual.
Espero hasta que cuelgue para poder cerrar los ojos y tragar mucha saliva. Es la primera vez que hablo con otra persona civilizadamente y no me pongo nervioso o digo tonterias. Deberia considerarlo un logro, ya que a mis 31 años eso es una verguenza.
Digamos que nunca he sido una persona muy sociable.
Ademas de desconcentrarme ante la minima cosa, tambien soy asocial. Me considero la personificacion de la inutilidad en el mundo... con obvias razones.
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