Winter Monroe ya había planeado el último año en Cambree High. Ella se mezclaría con la multitud, seguiría pasando sus materias y se mantendría alejada de los problemas. Por supuesto, todo eso se iba por el desagüe cuando la mamá de Winter dejó caer la noticia de que la joven se quedaría en casa de los amigos de su mamá mientras que ella se iba a África. Sin esperar nada importante, Winter estaba lista para continuar su último año en la escuela secundaria, sin hacer nada excepto lo que una buena chica debería hacer. Pero, ¿qué sucedería cuando se dio cuenta de que en el lugar donde se quedaría durante un año habrá cuatro chicos que básicamente gobiernaban Cambree High? Cuando te quedas con cuatro chicos malos, sabes que tu vida se pondrá patas arriba en un segundo y eso es exactamente para lo que Winter no estaba preparada. ¿Podrá Winter seguir el ritmo de los chicos y evitar meterse en problemas? ¿O estos causarán todos los problemas a la chica buena?
Punto de vista de Winter:
De camino a mi casillero fruncí el ceño tan pronto como vi a la única e inigualable Gemma Hill recostada contra él y sonriéndome con altivez, como si yo no fuera más que un gusano bajo sus pies.
Ignorándola, pasé junto a ella y abrí el casillero para buscar mis cosas; para cuando lo cerré, me sorprendió ver que Gemma había desaparecido. Confundida, fruncí el ceño, pero por dentro estaba lanzando puños al aire de la rabia.
¿Será que por fin Gemma Hill se había cansado de fastidiarme? ¿Será que finalmente saldría de mi vida? Con una sonrisa, me di la vuelta con intenciones de irme a clases, pero me detuve en seco cuando vi a las amigas de Gemma paradas detrás de la capitana del equipo de porristas, es decir, de ella.
"¿Qué quieres, Gemma?", le pregunté, ahora seriamente. Ella se recogió un mechón de pelo rubio detrás de la oreja y me pasó un sobre.
"Es lunes, ¿recuerdas?", respondió sin inmutarse y, al instante, dejé escapar un suspiro porque sabía que mi rutina se arruinaría como todos los lunes.
Derrotada, asentí sin chistar y ella me palmeó la cabeza como un amo que elogia a su perro por portarse bien... y precisamente eso era lo que soy.
Soy la sirvienta de Gemma Hill, la chica de sus recados. Todos los lunes, recibo un sobre nuevo con una carta escrita por Gemma; en el sobre se podía leer claramente un nombre: "Josh", el nerd de la clase, y es a él a quien debo entregárselo.
Supongo que a estas alturas te preguntarás por qué tengo que hacer esto; pues bien, para resumirlo, me he visto obligada a hacer todo lo que Gemma me pida por tiempo indefinido y una de sus primeras órdenes fue la siguiente: "Quiero que le des esto a Josh, todos los lunes te daré una carta nueva y deberás entregársela a la brevedad posible, ¿entendido?".
No podía decir que no y ahora aquí me ves, repartiendo notas de amor como una mensajera. ¡Como si fuera el jodido cartero!
Gemma y sus amigos se alejaron entre risas como si aquello fuera lo más divertido del mundo, yo, por mi parte, dejé escapar un suspiro y guardé el sobre en un libro para que no se arrugara. El timbre resonó por los pasillos y me encontré suspirando de nuevo.
Era mi momento de actuar.
Con calma, caminé hacia las escaleras, pero justo cuando iba a pisar el primer escalón, recordé que llevaba una falda, así que agarré el dobladillo contra la pierna para que nadie pudiera ver mi ropa interior rosada.
¡Sí, todavía soy un niña que usa ropa interior con corazoncitos! ¡No me juzgues!
Por fin, llegué a mi piso y caminé hasta el salón de clases. Al entrar, me di cuenta de que, como siempre, Josh estaba sentado en los primeros puestos, prestándole atención a lo que el profesor estaba escribiendo en el pizarrón. Lentamente me le acerqué, saqué el sobre del libro y lo dejé sobre su escritorio.
Él me miró con el ceño fruncido, al igual que siempre lo hacía cuando le entregaba un sobre y, de la misma manera, yo solo me encogí de hombros y caminé hasta el fondo del aula.
Tan pronto como me acomodé en mi asiento, saqué mis audífonos y me tapé la cabeza con la sudadera para bloquear el ruido de mis compañeros.
●●●
En el comedor.
Agarré una bandeja e hice la fila, la cual empieza a alargarse rápidamente... Parecía que la gente tenía hambre. De reojo miré la comida que había hoy y puse los ojos en blanco.
Era pastel de carne.
Jadeé con impotencia y eché un rápido vistazo hacia las mesas para ver si podía sentarme con alguien, pero como de costumbre, nadie se quería sentar conmigo porque soy sosa. No soy tan popular y tampoco tengo muchos amigos.
La señora del comedor me miró y le sonreí brevemente. Ella sabía que no me gustaba el pastel de carne, así que solo me asintió y me trajo un sándwich de jamón y queso junto con una gaseosa. Le agradecí de corazón por su consideración y me alejé de la fila.
Caminé lentamente por la cafetería y suspiré cuando vi que estaba, de nuevo, sola como todos los días.
Hastiada por el bullicio de la cafetería, salí al campo donde había silencio y tranquilidad. Normalmente suelo almorzar aquí afuera porque nadie me molesta, ni siquiera Gemma.
Me senté en las gradas y empecé a almorzar, ignorando el nudo que se empezaba a formar en mi estómago a medida que me ponía a pensar en mi vida.
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El tiempo pasaba rápido como siempre.
Ahora estaba sacando los libros de mi casillero y los estaba metiendo en mi bolso, cerré la puerta al terminar de recoger y caminé hacia la salida.
Todos se estaban yendo, algunos conversaban por los rincones o se sentaban en los techos de sus autos, cada quién hacía lo que quería. Volví la mirada hacia el estacionamiento y vi la camioneta de mi mamá, así que me acerqué y abrí la puerta para montarme.
"¿Qué tal tu día, querida?", me preguntó mamá con una sonrisa y yo simplemente le asentí mientras me ajustaba el cinturón.
"Estuvo bien", le respondí y ella sonrió mientras ponía en marcha el motor.
"Te ves estresada, cariño. ¿Seguro que estás bien?", insistió y yo le dediqué una sonrisa tranquilizadora.
"Mamá, estoy bien", le dije y ella volvió a sonreírme al tiempo que se inclinaba para encender la radio.
Tarareé la música que salía de los parlantes mientras íbamos de regreso a casa. Apenas habíamos hablado en el trayecto y, al llegar, me bajé inmediatamente y caminé hacia la puerta.
Mamá se adelantó para abrirme y yo enseguida entré y me dejé caer sobre el sofá de la sala. Ella me sonrió y dejó su bolso sobre la mesa.
"Winter, ¿podríamos hablar un segundo?", inquirió y alcé la cabeza para verla sirviéndose un vaso de jugo de naranja.
Perezosamente me puse de pie y me senté en uno de los taburetes que había detrás de la barra. Mamá me pasó el vaso y yo tomé un sorbo.
"Cariño, sabes que estoy muy ocupada con el trabajo y todo eso", empezó ella y yo le asentí mientras tomaba otro sorbo. "Ahora me ha salido una oportunidad y debo irme a África mañana", añadió inmediatamente después, casi me ahogué al escucharla.
¡Esto no puede estar pasando!
Al ver eso, ella me empezó a dar suaves palmadas en la espalda y, cuando me recuperé, se sentó a mi lado. "Por un año", concluyó y enseguida sentí cómo mi pecho se contraía. Lentamente tomé un sorbo de mi bebida, me aclaré la garganta y le fruncí el ceño.
"Primero, ¿por qué tiene que ser tan pronto? Segundo, ¿con quién se supone que me voy a quedar aquí? Porque ciertamente no pienso irme a vivir al otro lado del mundo por un año", advertí con toda seriedad y ella asintió mientras se frotaba las manos.
"Bueno, mi jefe quiere enviar una delegación a África para investigar una enfermedad letal que está asolando a la población en Kenya, ya he hablado con Becky para que te quedes con ella". Mantuve la cara seria mientras escuchaba a mi madre hablar, pero sin comprender.
"¿Mi amiga de la secundaria?", pregunté, sin tener idea de quién era esa tal Becky.
"¿No la recuerdas? La conociste en la fiesta de la tía Rochelle".
"¡Oh, Becky Anderson!", exclamé, chasqueando los dedos, ahora por fin la recordaba.
"Sí, ella. Bueno, necesito que empieces a empacar porque no volverás a este lugar hasta dentro de un año", instó mi madre y, de mala gana, me puse de pie para subir las escaleras.
Vaya, parece que este día no hace nada más que mejorar, ¿verdad?
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"¡Listo!", anuncié con una sonrisa mientras cerraba la cremallera de mi maleta. Terminé de empacar y me sentí como si hubiese metido todo mi armario en el equipaje.
"¡Winter, date prisa, ya tenemos que irnos!", escuché los gritos de mi madre y puse los ojos en blanco mientras agarraba la maleta para bajar las escaleras. Al llegar a la cocina, me di cuenta de que mi madre se había terminado su jugo y estaba hablando por teléfono con alguien.
Ella asintió y colgó el teléfono, luego agarró las llaves de la camioneta. "Vamos.", dijo y salimos de la casa hacia el auto.
Treinta minutos después, entramos a una hermosa mansión rodeada por un pórtico de hierro elegante. Los alrededores eran hermosos y no pude evitar que una sonrisa iluminara mis labios.
¡Vaya!
Nos bajamos, saqué mi maleta y caminamos hasta la entrada. Mamá tocó el timbre, retrocedió y esperó pacientemente a que Becky viniera a abrirle. Segundos después, la puerta se abrió y vi a la chica rubia que había conocido en la boda de mi tía.
"¡Hola, Kelly! ¡Winter!", nos saludó con fervor antes de atraparme en un cálido abrazo. Cuando por fin me soltó, le sonreí tímidamente.
"¡Adelante!", nos instó, y tanto mi mamá como yo le hicimos caso. Las paredes del interior eran de un hermoso color beige que combinaba con la moqueta del mismo color y contrastaba con los muebles negros que me quitaban el aliento con solo mirarlos.
De pronto, una figura alta e imponente bajó de las escaleras, seguida por otras tres personas más. Los chicos me miraron de reojo y yo estaba demasiado avergonzada como para sostenerles la mirada, así que agaché la cabeza.
"Mamá, ¿esta es la chica?", escuché que decía uno de ellos y enseguida me mordí el labio. Segundos después, sentí que una mano alzó mi mentón y me encontré con los chicos que estaban más cerca de lo que imaginaba.
¡Eran los chicos malos de Cambree High!
Verlos fue como si me pasara un tren por encima.
¡Iba a vivir todo un año con los 4 chicos malos de la escuela!
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