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Obeen había sido una deidad que se aburrió de su vida inmortal en el palacio de las deidades. Quería acabar con el tedio de la monotonía y por ello bajó a la tierra y se apoderó del cuerpo de una mortal que estaba en coma: Laura. Laura había sido una joven modesta e ingenua con una belleza extraordinaria, pero, por su gran timidez jamás había tenido pareja. Había perecido en un accidente automovilístico en el que quedó en coma. En el momento de la muerte de Laura Obeen poseyó su cuerpo. Ahora empezaría una nueva vida para la diosa.
Obeen despertó del coma en el que Laura había estado sumida hacia mucho tiempo. La habitación estaba muy iluminada y solitaria. Obeen no investigó realmente como había sido la vida de Laura, solamente buscó el cuerpo de una mujer que poseyera gran belleza.
Obeen se levantó y se quitó todos aquellos tubos que la conectaban a una máquina. Se levantó de la cama de hospital y vio que por la ventana que conducía hacia el corredor del hospital pasaba una enfermera, quien abrió la boca asombrada y corrió, seguramente a avisarle a los médicos.
Dos minutos después, a la habitación ingresaron tres médicos y dos enfermeras, quienes se dieron a la tarea de revisar a Obeen para saber su estado.
–¡Esto es un verdadero milagro! – murmuró una de las enfermeras.
Obeen aceptó la revisión mientras observaba detenidamente al más joven de los médicos. A pesar de la bata se podía notar que aquel médico poseía un cuerpo corpulento y muy varonil. Mientras el médico colocaba el endoscopio en el pecho de Obeen, ella lo imagino desnudo, con un miembro lo suficientemente grande como para hacerla gritar. No pudo resistirse a dirigir la mirada hacia la entrepierna de este. El medico tuvo un ligero temblor en el que se notaba que se había dado cuenta de las intenciones de Obeen.
-Llamaremos a su familia– le anunció uno de los médicos.
Los médicos salieron, el último fue el médico más joven, este dirigió su mirada hacia ella antes de salir. Obeen lamió su labio inferior y el médico apartó la mirada, pero Obeen estaba segura de que regresaría.
La diosa quería irse de la habitación, estaba realmente aburrida, pero no le fue permitido. Obeen era una deidad que deseaba vivir en el mundo de los humanos por un tiempo para disfrutar de los placeres más frenéticos posibles, y para ello había escogido el cuerpo de una mujer deslumbrante, una hermosa mujer moribunda que nunca despertaría del coma, por ello a Obeen le pareció bien reemplazarla en aquel mundo, sin embargo, ahora debía aguantar todos los protocolos necesarios para poder irse del hospital y vivir la vida que anhelaba. Por ello pensó que quizá podía empezar a disfrutar en aquel hospital junto al médico que acababa de salir de la habitación de hospital en la que ella se encontraba recluida.
Una hora después ingresó a la habitación una mujer de cabello entrecano.
–¡Laura! – gritó la mujer mientras se avalanzaba hacia Obeen.
Obeen la abrazó tiernamente pensando en que debía fingir para tener una casa en donde dormir.
Después de un tiempo de conversar pudo adivinar de qué se trataba de su madre. Una mujer que amaba a Laura y que se había sumido en la desesperación después del accidente.
– Tu padre y tu hermana están esperando a poder verte. Yo saldré para que puedan entrar por turnos.
Obeen asintió. La señora abrazó de nuevo a Obeen, esta vez fue mucho más largo. Al separarse limpió sus lágrimas y le sonrió a la diosa. Se despidió y salió de la habitación.
Minutos después de despedirse de la madre de Laura, ingresó un hombre de contextura rolliza, con el escaso cabello que le quedaba en color cenizo. El hombre bajó la mirada avergonzado, su actitud le hizo pensar a Obeen que ese hombre ocultaba algo, no obstante, la diosa lo trató con afecto, esperando a poder analizar sus reacciones. Por el anuncio de la madre, era obvio que aquel sería su padre, el padre de Laura.
El hombre no habló mucho, tan solo agradeció en múltiples ocasiones que su hija estuviera bien, sin dirigirse realmente a ella. Parecía como si sintiera un poco de culpa, pero está no era razón suficiente para demostrarle afecto a la hija que creía insalvable.
Minutos después de aquella extraña visita, el padre por fin se dirigió hacia ella y pronunció lo siguiente:
–Tu hermana va a entrar, espero sepas perdonarla...
Aquellas palabras dejaron pensativa a Obeen, realmente debió haber investigado a Laura antes de tomar su cuerpo, eso habría facilitado mucho las cosas, mas tendría que esperar a la noche para crear un conjuro de introspección.
Obeen, hastiada de aquel mundo deifico en el que por siglos descansó en un trono celestial, servida por ángeles y visitada muy pocas veces por otros dioses, dedicó mucho tiempo a observar a los humanos. Le parecían criaturas realmente interesantes. Mientras unos se angustiaban por pequeñeces y se dedicaban a llorar y a luchar por cosas incomprensibles para ella, otros disfrutaban de pequeñas cosas, siempre sonreían y nunca flaqueaban, pero todos por igual obedecían a cierto tipo de estímulos. Todos, lo reconocieran o no, eran arrastrados por el placer sexual, aunque había un número minoritario de humanos que se proclamaban asexuales, también encontró en ellos una cierta motivación que iba hacia otra perspectiva.
Toda el ímpetu y toda la constante idea de sentir placer fue despertando en Obeen la curiosidad. Se comenzó a plantear la posibilidad de bajar al mundo de los humanos y experimentar en carne propia, o más bien carne prestada, el deseo.
Y fue ahí cuando empezó a buscar un cuerpo joven y bello, el cuerpo de alguna joven que pudiera permitirle tener a muchos hombres a sus pies, para así poder experimentar el placer a plenitud.
Obeen encontró a Laura, quien yacía moribunda en una cama de hospital. Revisó el estado de su cuerpo y se dio cuenta que la joven ya no regresaría más del coma en el que se encontraba, solamente la mantenían viva los dispositivos a los que estaba conectada. A la diosa le pareció conveniente, tomó la decisión, y era por ello que ahora estaba ella en su lugar. En aquella cama, con aquel cuerpo y dueña de una historia que desconocía, por no haberse tomado la molestia de investigarla, pero ya lo haría más adelante, ahora era preciso esperar a la hermana de Laura, analizar sus actitudes y actuar conforme a ellas para ver qué podía esperar.
Pensé que mi matrimonio podría seguir adelante. El amor platónico también era amor, ¿sí? Pero, estaba totalmente equivocada. Resultó que mi marido no tenía nada malo de cuerpo, todo esto solo porque no fui de su gusto. Conmigo, era un hombre anormal en la cama. Pero con mi madre, ¡podría hacer todo lo que ella deseaba! Y el día, ¡los encontré en la cama juntos! Sin querer afrontar a ellos, decidí saltar del puente. Pero un desconocido me impidió, y me ofreció una propuesta especial. Y yo la acepté, y le entregó mi primera vez por capricho. Después de una noche loca, hui de su casa pensando que nunca volvería a encontrarnos. Luego fui a la fiesta de compromiso de mi tía, y ella hizo alarde de su fiancé frente a mí. Pero este era el mismo desconocido que pasó la noche conmigo. ¡¿Y él pronto sería mi tío político?!
Lucia Meller es mi vida, me enseño amar, me enseñó a adorarla, me mostró el mundo de forma diferente, le di todo lo que la vida me ofrecía, y se ha ido; se llevó mi vida, mi amor, dejándome el corazón y el alma hecha pedazos. Ahora me duele respirar, me duele amar, me duele la vida. La quiero, jamás podré volver amar a alguien como la ame a ella; la quiero de vuelta, la quiero conmigo, a mi lado donde pertenece; pero por más que la busco no la encuentro, es como si la vida me la hubiera arrebatado y eso me duele, ella me enseñó que se puede matar a un hombre, aunque se conserve la vida, sin embargo, me canse, no puedo llorar por alguien que no me quiere amar y aunque duele, hoy después de casi dos años le digo adiós a mi sirena; después de todo soy Gabriel Ziegermman. Un año desde que me aparte de Gabriel y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, amar a ese hombre es lo mejor que me ha pasado en la vida, a él le debo el hecho que hoy esté viva y tener a mi lado a mi mayor tesoro, él me enseñó que lo que se desea con el alma se obtiene, pero también me enseñó que amar duele, que su amor duele, a él le debo el dolor más grande, porque dejo de amarme, no fui suficiente para él, me enseñó que su madre, su exnovia y su destino no están conmigo, y aun así lo quiero de vuelta, sé que sus prioridades cambiaron; yo solo pedía una verdad sin embargo él prefirió engañarme y dejarme.Lo quiero olvidar y lo quiero conmigo, aunque no se lo merezca, pero como hago si amar ese hombre es mi arte. Ahora estoy de vuelta y lo único que quiero es tenerlo a kilómetros de distancia, porque me enseñó que yo también tengo derecho a cambiar mis prioridades. Novela registrada N ISBN 978-958-49-7259-0 Está prohibida su adaptación o distribución sin autorización de su autor. Todos los derechos reservados all rights reserved
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