Dayana es una omega que nació únicamente para mantenerse oculta de las personas, debido a su condición física de la cual ella no tenía la culpa. Su padre día y noche entraba a sus aposentos para decirle que era un error de la naturaleza y que no debía existir, porque por su nacimiento perdió a la mujer que más amaba. Thiago es un alfa, que busca la paz entre los cuatro reinos que existen, norte, sur, este y oeste; siempre fue alguien pacífico. Cuando recibió la invitación al palacio del Norte, no se lo pensó dos veces antes de ir, solo que no contó con lo que se encontraría en los pasillos ocultos de ese lugar.
Thiago heredó el trono porque se lo merecía, era un alfa que buscaba de alguna manera la paz entre los reinos, muy a pesar de que el rey del norte se mostraba reacio a eso. Si tenía que pelear por su reino lo hacía sin pensarlo dos veces, si tenía que dejar de comer para que su pueblo no pasara hambre, también dejaba de comer para darle un bocado a los más necesitados. Sin duda, era uno de los pocos reyes que han existido hasta el momento que se ha ganado el amor de las personas.
No obstante, todavía había ciertas cosas que no creía del todo, y tal vez una de ellas era en los cuentos triviales que se decían en los pueblos.
El gran salón estaba lleno de personas, todos estaban en el gran castillo de Ferdinand Lane. Celebrando un nuevo año. Todos estaban allí... Incluso el Reino opuesto, el Reino de los Verlac's.
- Esta fiesta es un fraude, no sé por qué vine. Sabiendo que desde hace muchos años los Lane han querido matarnos sin ninguna razón -suspiró el morocho, junto a su amigo.
- Tienes que pensar positivo. Sabes bien que estas fiestas solamente se hacen una vez al año y Ferdinand es muy difícil de entender -Derek se encogió de hombros.
- En eso tienes razón, aunque tengo que decir que me tomó por sorpresa su invitación, cuando me llegó esa carta hace ocho días casi me da un infarto.
- Eres increíble, sabes que el viejo te tiene en la mira, hasta que no acabe con la existencia de los Verlac's no dejará de atacarlos -sonrió de lado-. Ahí viene Ferdinand -dijo Derek señalando hacia la derecha del morocho.
Este solo rodó los ojos de manera que Ferdinand lo notoria.
- Me alegro de que hayas venido, Thiago -sonrió Ferdinand arrogante como siempre.
- La verdad es que no quería venir, únicamente lo hice porque Derek me convenció y nada más -se encogió de hombros.
- Es muy sabio de tu parte aceptar la invitación que te hice. Pensé que te negarías, al igual que las otras veces -expresó de una forma burlona.
- Créeme que estaba a punto de hacerlo, pero como tengo buenos modales y decidí venir para saber que querías de mí -se colocó derecho para mirarlo a los ojos.
- Ya sabes lo que de ti. Quiero que te rindas de una vez por todas, así me harás las cosas más fáciles y tu derrota no sería tan humillante -lo miró serio.
- Otra vez con lo mismo -Thiago, rio sarcástico-. Ya te lo he dicho miles de veces, no me voy a rendir solo porque a ti te sale del alma que lo haga. Si mi padre no lo hizo, menos lo haré yo ahora que soy el rey de mi reino y de mi gente -dijo orgulloso de haber dicho eso.
- Eres igual que el inservible de tu padre, por eso yo mismo decidí matarlo hace años por no hacer lo que le dije por las buenas -Thiago lo miró furioso.
- Él murió por defender a su gente de personas como tú, créeme que yo también lo haré si es necesario. Lo haría una y mil veces por mi reino -dijo con sinceridad.
- Eso te llevará a la tumba, muchacho, es mejor que hagamos las cosas por las buenas o todo se irá la mierda.
- Pues que así sea en nombre de todos los dioses, no voy a ceder ante usted solo por el simple hecho de que le dé la gana - se cruzó de brazos.
- Por lo que veo no te podré convencer de lo contrario - sonrió, burlón.
- Sabe que mi respuesta siempre será un no y punto.
- Todos tienen un precio, tú debes de tenerlo. Así que dímelo y terminamos con esto.
- Ya le dije que no me voy a rendir, mi padre murió luchando por su gente y yo lo haría una y mil veces -sonrió Thiago sin dientes.
- Te doy mujeres, oro, plata, diamantes, castillos y riquezas inimaginables -dijo el alfa mayor intentando hacerlo cambiar de opinión.
- Ya le dije que no y es mi última palabra -dijo decidido.
- Ya lo veremos, rey Verlac. Algún día ese reino será mío y yo mismo me encargaré de desaparecer a los de su especie para siempre -se dio la vuelta dejando a Thiago con el corazón en la boca.
- Por un momento creí que iba a sacar su espada para matarte o algo así -rio Derek a su lado.
- Yo también pensé lo mismo -negó con la cabeza.
- Desde ahora deberías cuidarte de ese viejo. Empezando por las bebidas de esta fiesta, si yo fuera tú ni las tocara, pueden tener veneno de cualquier animal -Thiago hizo caso.
- Ese viejo piensa que le daré todo tan fácil, está muy equivocado. Soy demasiado orgulloso como para darle lo quiere, así como de esta forma -suspiró.
- Eres más que eso. En estos días escuché hablar sobre un hallazgo que hizo un hombre hace unos meses, sobre una supuesta omega mujer que anda en las calles -dijo el rubio y Thiago lo miró extrañado.
- Estás loco si consideras eso, las mujeres no pueden nacer omegas, eso es imposible. Los sabios dicen que si alguien nace así, es porque viene a cambiar la suerte de alguien o de algo... no sé muy bien de eso -se encogió de hombros.
- En eso tienes razón, en estos días las personas inventan cualquier cosa solo para llamar la atención -respondió el rubio rascándose la nuca-. ¿Qué piensas sobre eso?
- Que es una broma de mal gusto, nadie nunca ha nacido siendo omega mujer, solamente por el simple hecho de decir eso, las personas quieren llamar la atención de los demás -dijo con el ceño fruncido.
- Creo que tienes razón, pero hace años nació alguien así... según los rumores -Thiago lo interrumpió.
- Pero no se comprobó nada de eso, nada más fue un simple chisme de las personas sin oficios de las ciudades vecinas.
- ¿Nunca te has preguntado sobre qué pasaría si hubiera una? -preguntó, nervioso.
- Pues que es una maldición y nada más -dijo simple, y Derek, suspiró.
- Supongo que es mejor dejar esta conversación hasta aquí. Tengo que salir de este lugar lo antes posible -dijo su amigo dándose la vuelta.
- ¿Hacia dónde vas? -preguntó confundido.
- Solamente necesito salir de aquí lo antes posible -se fue sin esperar una respuesta de Thiago.
Suspiro pasando sus manos por su rostro antes de mirar con el ceño fruncido las escaleras de la casa, donde se veía como dos sirvientes subían con bandejas de comida.
Thiago es igual que el gato, su curiosidad siempre lo mete en problemas. Vio que nadie le estaba prestando atención y rodeó las escaleras de forma sigilosas hasta llegar a la parte de arriba del castillo y seguir a pasos lentos y sigilosos a los sirvientes, se colocó detrás de unas columnas que estaban de forma estratégica en ese sitio, ocultando su cuerpo. Únicamente tuvo que esperar unos pocos segundos y ver como los sirvientes salían de allí como almas que lleva el diablo y prácticamente corriendo de esa habitación misteriosa.
Thiago se acercó a la famosa puerta de donde salía un olor exquisito de algo que no tenía alguna explicación en ese momento. Abrió ambas puertas y el olor se hizo más fuerte de lo que pensaba, se adentró más de manera lenta y cuidadosa, por si de la nada salía algo o alguien dispuesto a atacar.
Pero no había nada, todo estaba en silencio, era como si nadie viviera en esa habitación. Todo estaba en orden, los muebles en su lugar y la cama tendida.
- ¿Quién eres tú? -saltó al escuchar esa voz.
Miró hacia donde provenía la voz y pegó su cuerpo en la pared más cercana y por primera vez en su vida quería desaparecer por el miedo que estaba sintiendo.
Se encontraba una mujer omega, viva de carne y hueso. Debía ser una broma de pésimo gusto, lo que estaba viendo en ese instante, una omega no podía existir...
- ¿No dirás nada? ¿Quién eres? -intentó acercarse a él, pero Thiago la detuvo.
- No te me acerques -si la pared en esos momentos fuera traspasable, él ya estuviera del otro lado-. Por amor a los dioses, no lo hagas, por favor.
- Lo siento -se alejó.
Thiago la miró de pies a cabeza, era totalmente hermosa. Sus ojos eran de un verde claro, su mirada mostraba una inocencia única, su cabello era rizado en todos los aspectos.
- ¿Qué eres? -preguntó, después de unos minutos de silencio.
- Soy una omega -susurró la chica como si fuera la cosa más obvia de todas.
- Eso es imposible -se pegó más de la pared.
- Es verdad, soy la única de mi especie. Lo siento si no me cree, yo no tengo culpa sobre eso -dijo dolida.
- Eres una maldición, yo me largo de aquí -se dio la vuelta para irse de allí.
La pequeña omega, al ver como la única persona en ese lugar, por primera vez le había dirigido la palabra, se iba, sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas y soltó el primer sollozo.
- Soy rara, soy asquerosa, nadie me quiere, soy una maldición -la vio maldecirse así misma-. Él siempre me lo dice -dijo entre lágrimas.
Thiago se golpeó internamente una y otra vez por la situación y las estúpidas palabras que había dicho. A la mierda todo. Se acercó a la omega si se estaba golpeando las piernas con ambas manos y maldiciéndose ella misma por ser de esta manera.
La pequeña omega sintió unos brazos a su alrededor y soltó un jadeo de sorpresa que sintió con eso, no lo pensó dos veces y correspondió el abrazo que le estaba dando a ella. Ella rodeó al morocho con ambas manos, sintiendo por primera vez en la vida ese valor único, ese algo que nadie le había querido dar solo por ser como es. Una omega. Thiago no se explicaba lo que estaba haciendo, las personas decían que cuando una omega está cerca de ti muchas cosas pueden pasar. Como, por ejemplo, contraer alguna enfermedad.
- ¿Cuál es tu nombre? -preguntó después de unos segundos de silencio.
- Dayana -murmuró sorbiendo por la nariz.
- Lindo nombre, Dayana -sonrió apartándose de ella.
- No, no, sigue así -volvió a abrazarlo.
-No sé lo que estoy haciendo, dicen que si estoy cerca de una omega puedo tener una maldición.
- Eso es mentira, dicen eso solamente para que nadie se acerque. Nunca me habían hablado, tú eres el primero que lo hace -ahora fue Dayana quien se separó de él.
- Me siento algo alagado por eso, pequeña -sonrió el alfa encantado-. Eres hermosa.
- Gracias, mi padre dice que me parezco a mi madre -murmuró Dayana, y el alfa se quedó un momento en silencio-. ¿Me tienes miedo? ¿Quieres matarme?
- No, no quiero hacer eso -chasqueó la lengua.
Thiago sonrió de lado y por inercia llevó una de sus manos a la mejilla de Dayana, quien cerró los ojos y dirigió su rostro hacia dónde estaba la mano de él.
-Ya me tengo que ir, Dayana. Si duro más tiempo, aquí van a comenzar a buscarme y no queremos que nos encuentren aquí -se separó de la omega.
- Está bien, gracias por estar conmigo y no criticarme más -sonrió de lado.
El mayor se levantó del piso y Dayana se quedó en el mismo lugar en el que estaba.
- Gracias... ¿Puedo saber su nombre? -preguntó tímida.
- Thiago Verlac -dicho eso salió de la habitación.
Dayana se quedó en el suelo sonriendo como una idiota.
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Valery sabe que estar casada con un hombre que parece más un dictador es algo que nunca debía experimentar ninguna mujer. Sin embargo, cuando recibe la noticia de que será madre, sabe que eso sería una pequeña vida a la que debe cuidar a como dé lugar. Aun así, va con toda la ilusión a decirle a su esposo que está embarazada, hasta que por error ve unos documentos de hospital que la dejan con la boca abierta y casi muerta en medio de esa habitación. Su esposo era estéril, no había duda de eso. Si no era de su esposo, ¿de quién era el bebé que estaba esperando?
Yeray pagó todos los pecados de sus padres al quedar completamente ciego desde su nacimiento. Era un omega que no había visto la luz del día en toda su vida, y que por azares del destino creyó conocer a su alma gemela. No obstante, no era la persona que se imaginó que era. Era el hijo de dos de los causantes de su ceguera. Jace, ese maldito alfa que sólo busca humillar a los omegas por el simple hecho de que sus dos padres son alfas. La única forma en la que puede recuperar su visión, es siendo marcado por su alma gemela. Yeray cree en el amor, piensa que lo puede encontrar en cualquier persona. Jace creció en una familia de sólo alfas, siempre ha creído que los omegas sólo sirven para ser un desahogo. El amor es jodidamente ciego si cae en las manos equivocadas.
Ian Jones, es un alfa del rango más alto que ha podido existir en el mundo, también un presidente que se desvive del placer con las mujeres, no obstante, decide que no es bien visto que el hombre sea de una sola persona. Cada noche y/o día sale del palacio presidencial a serle infiel a su "esposa" y a su país. No es un presidente común y corriente, no, es un mafioso que llegó al poder a bases de mentiras. Se hace lo que él diga o firmas tu muerte. En poco tiempo se volvió un dictador, el cual se ganó el odio de las personas de su país. Tiene mujeres en sus sábanas cada noche, cada quién sabiendo que no puede llegar a más porque si te pasas de la raya amenace su cadáver en una fosa común a las afueras de la ciudad. Y ni hablar del vicepresidente y tampoco del primer vocal del país, él mismo los había elegido como sus compañeros de urnas, porque eran igual que él. Por otro lado estaba Rachel, una omega que se la ha pasado toda su vida siendo maltratada por los demás. Siempre ha querido salir del infierno en el cual fue metida en contra de su voluntad. Un prostíbulo que esperaba que ella cumpliera al menos los veintiún años para subastarla como lo hacen con todas. Pero, esa pequeña omega es maltratada porque le falta uno de sus sentidos, el cual es la visión. Esa noche del veinticuatro de diciembre, fue el peor día de su vida. Se sentía tan sucia al usar esa ropa que la denigraba de una manera tan asquerosa. Tenía que exhibir su cuerpo de porcelana, hermoso y sobre todo virgen para que algún hombre asqueroso la comprara por una noche o por unos días. Esa noche sintió cómo su vida cambió, ni para bien, ni para mal. Rachel es ciega. Ian es el presidente déspota que terminó comprándola.
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
Donald Evans, es un CEO billonario, que sustituye a su hermano en la trasnacional que dirige. No obstante, sus hermanas pretenden obligarlo, a contraer nupcias con una de sus amigas. Él, indomable y rebelde se niega a cumplir sus exigencias. En vista de esta situación y para castigar a sus hermanas, decide contraer matrimonio con una joven humilde, pobre, a quien protege, Yves Johnson, de padre desconocido y huérfana de madre, quien se enamoró perdidamente de él. Esta al poco de tiempo de casada se entera de los verdaderos motivos por los que él se casó con ella, en consecuencia, decide huir sin dejar rastros, llevando en su vientre a su heredero.
¿Quién les iba a decir que aquel encuentro por pura casualidad los uniría de por vida? Desde el primer momento en el que se vieron, sintieron una atracción tan fuerte que no pudieron evitar darle riendas sueltas a la pasión. Él, un hombre de 40 años que intenta divorsiarse de su esposa de hace 20 años y con un hijo con problemas de adicciones. Ella, una joven de 27 años que intenta encontrar amor propio para poder liberarse de un hombre quien, por más que ame, no la merece, la engaña, humilla y además, le pega. Sola y con un pequeño de a penas meses, debe salir a la vida sin imaginarse que por cosas del destino, terminaría trabajando en la empresa del padre biológico de su pequeño. Desde el momento en el que sus miradas se cruzan y sus cuerpos se rozan, la fuerte atracción sexual se manifiesta y ambos se adentran en un mundo desconocido pero adictivo en cuanto a todo lo que el famoso club swinger les ofrece. Ambos se ven seducidos por los diferentes juego sexuales y no pierden oportunidad de poder experimentar El éxtasis de sus propios sentidos.
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