cados de los padres se
ió como una paria, sin hogar ni patria, sin encontrar su lugar entre los lobos e imposibilitada de buscarlo entre los humanos. Tenía a su favor el don de la belleza, que acabó convirtiéndose en maldición cuando el alfa de la manada la reclamó como suya. Azalea
a junto con Azalea. Ella tampoco planeaba cumplir y cuando nació su
, esperanzas, amor y una nueva hija, a la que heredó su mitad humana. Fueron inmensamente felices hasta que los lobos
segundo fue conocer a Damián Zóster y, a través de él, entrar en contacto con el mundo de los lobos durante su época universitaria. Tal vez podría me
entro entre Alana y Damián y cómo c
jo de regreso a la seguridad de su habitación en los dormitorios de mujeres en el cam
y lamentando haberse despertado justo cuando estaba por besa
ra de habitación, la pelirroj
el corazón a punto de reventársele
lla regresaran a donde vivían los sueños y a que sus piern
iones, era el momento en que nuestro mundo entraba en contacto con otros planos a
compañera, rogando para volver a hallar a Zós
e puso una chaqueta y salió en pantalón de pij
enes y eso hasta los más
e su abuela, la mujer que la había criado luego de que lo perdiera todo hacía quince años, cuando ella
manos monstruosas. Luego de arrancar la puerta del copiloto como si fuera el ala de una mosca, sacaba a s
rre!", gri
se liberaba de la silla, la liberaba a ella y cor
adre le disparaba a la bestia y lograba liberar a su madre d
to a la carretera. Ella no veía nada con tanta oscuridad, pero su hermano parec
, eso recordaba Alana. No recordaba el auto desbarrancándose y siendo arrastrado por el río del otro lado, con su familia dentro. Tampoco recordaba que alguien la hubiera rescatado del
pesadillas", le decía s
con la pérdida", le decía s
ntran en los rincones oscuros, bajo las camas, en la sombra de la chaqueta sobre la silla, en las carreteras durante las noches de luna llena. La muerte es un monstruo, el destino es otro mucho peor. Que fueran
la había dejado huérfana, no los
poco era un monstruo
ecordara haberlo visto beber una copa en su
sta el alma, ni las temporadas de internación en la clínica mental, ni las metáf
, porque también podía ser un recuerdo
os menos iluminados, los más aterradores para convencerse de que no existían los monstruos ni en la hora del diablo. Tal vez tendría que recorre
donde dormían los hombres, pasaría por la arboleda donde se reunían a fumar y se iría a las canchas para dar toda la vuel
dó petrificada. Caminando por el medio de