e nunca tuve conocimiento de ella en toda mi vida? Mi padre j
apeles que había sacado, y que la madre sup
ahora sale de la nada pidiendo que la visite. ¿Quién me asegura qu
señor abogado -comenzó a hablar y me los exten
rse cuenta en lo que observaba las pruebas que lo d
ne una abuela. -Di
a buscado antes. Así que no tengo ninguna obl
ora. - Eres cristiana, es tu obligación como hija del señor, ir a verla en
e, perdón. E
aje junto al personaje misterioso, que invariablemente me respondía al preguntarle algo sobre ella, que mi abuel
ueaban increíblemente por los desniveles del camino que transitábamos. Al mediodía del tercer día, por indicación
que la blancura de la casa resaltara de una manera impresionante con sus puertas y ventanas negras, que la hacían ver más imponen
o poblado de casas muy humildes de techos rojos, un pequeño campanario de
o podrá apreciar más de cerca cuando lleguemos; de cuando la gloria de la arquitectura llegó por estos lares traída de la mano de prestigiosos arquitectos, que atraídos por el renacer del nuevo mundo, quisieron dejar su huella en esta tierra -seg
ba muy impresionada, todo estaba exageradamente arreglado, no podía distinguir ningún desorden para donde quiera que m
ata. La cual hube de subir a toda prisa llevada por una regordeta mujer negra, que al verme bajar, se ha
ra! -insistía, si
la segunda planta hasta una hermosa habitación, muy pobremente iluminada por la luz del día que apenas dejaban
uerta al cerrarse, abrió lentamente sus ojos de un azul opaco, dirigiéndolos hacia mí. Su asombro fue mucho al verme, prodig
a -saludé t
espalda. Tendiendo luego sus manos muy delgadas en un ademán de bienvenida y solicitud a la vez, pidiendo me acercara a ella. Lo hice,
y siguió hablando. - ¡Perdón...!, ¡Perdón por haberte traído aquí! ¡Perdón por dejarte éste peso tan grande sobre tus hombros! ¡Perdón por haberte negado mi
cuando se sienta mejor -dije tratando de que se calmar
s ser fuerte, la herencia que te dejo es una maldició
a de dolor, quise detenerla, pero ella prosiguió. Al tiempo que
ente a los ojos como si quisiera asegurarse de que yo entendiera todo
Qu
gel, esta heren
o desmadejada en el lecho, expirando su último suspiro; dejándome
iones de no es justo. No pude comprender esas aptitudes, ni tampoco porque a todos los que me dirigía me respondían con monosílabos e intentaban alejarse lo más rápido posible, no sé si fue mi imaginacio
io en su rostro. La cual me dirigió algunas palabras de consuelo acompañadas de tenues sonrisas de sus labios, que la hacían parecer muy rara, pues sus
as, pareciera como si toda la familia estuviese allí. Al regresar por el sendero, me detuve por
ra despedirse, me hizo volver a la realidad. Me apresuré para oi
plicaba con mucha insistencia-yo vivo en el o
sin dejar de percatarme como a cada rato hacía la c
anas si prestan atención. -Seguía explicándome con prisas. -Ella está abierta, puedes a cual
uchas gracias -rep
ía entregarme un enorme bulto de papele
s. Eran una enorme cantidad. Los cogí sin mucho entusiasmo depositándolos sobre la mesita
ntestar me dieron la impresión de ser personas de muy bajo nivel cultural, que sentían pena de dirigirse a una d
es que dibujaban los árboles que durante el día eran de un maravilloso encanto, h
negro, muy alto e impresionante, donde se podía distinguir con claridad, el escudo que representaba la nobleza y el rango d
ecto misterioso, pero a la vez acogedor. No obstante, algo hizo que me sobrecogiera, como si una presencia no deseada estuviera a mi lado. Lo podía percibir muy bien, era un halo frío que hizo que me estreme