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a así que decidí dirigirme a la escalera que llevaba al área en donde se encontraba mi alcoba, cuando entre tome una capa de mi armario para cubrirme del fuerte frio y nieve que hacia afuera, no era como si me molestara el frio, al contrario m
mi reino estaba en guerra con el reino de Goldenfire, no tenía muchos conocimiento
y fuertes, pero entre todos ellos el más fuerte de todos era su rey, alrededor de él había un gra
una vez ha intentado atacar a mi reino en múltiples ocasiones, sin
que en cualquier rato iba a enloquecer así que
re siempre insistía en que debía salir con ellos para qu
ección, me adentre en el frio y blanco bosque en donde cualquier persona podría perderse, y lo digo con experiencia ya que me perdí como mil veces antes de aprender bien el camino. Iba distraída observando el bello paisaje nevado, era un lugar increíblemente bello con pinos de más de tres
n la espada en mis manos, agradeciendo de que estaba inconsciente y que no pudo escucharm
bre muy guapo aparentemente de unos 25 a 30 años, de cabello castaño claro que le llegaba hasta los hombros, una fuerte mandíbula, pómulos marcados, una barba de pocos días y una cicatriz en su ceja derecha que le llegaba hasta el i
ovisada que hice con mi capa y una rama que encontré cerca, lo ar
a pero su piel estaba muy pálida, tenía mucha fiebre y la herida no paraba de sangrar, levante su camisa blanca que ahora era carmín, la he
huerto para sacar algunas verduras y prepararle una sopa, una vez hecha
EXA
ugar en el que me encontraba, lo último que recordaba era que un soldado del rey Magn
a, su cabello era largo de color negro azabache con blanco en las puntas y rizado, su piel era blanca al igual que la nieve y sus labios eran casi tan rojos como una manzana, sus mejillas eran de un rosa pálido y el escudo en su capa me alarmo ya que era el escudo de Moonligth, aquel
Me dijo mientras me dedicaba
e limitaba a observarla con una mirada lo más sebera que podía en su presencia, se me acerco y mientras menos lo esperaba con u
e es Ayla y ¿el tuyo?- mi seño antes fruncido desapareció y fue remplazado por una sonora carcajada, aunque
ersona muy agradable y ya que no estás dispuesto a conversar, me vo
s ALEXANDRO.- Dije casi gritando y
pero no estoy sorda no
nde e
Mientras terminaba de decir esto vi que tenía una bandeja con un plato de sopa y un trozo de pan y
e sus palabras eran muy duras, su tono de voz era muy dulce y estaba acompañado de la más bellas de las s
í fue donde recién note su espada envainada en su cinturón
me ayudas?- pregunte
tu expresión que acabas de poner ¿No
rte del ejerci
e pensar, en estos momentos no eres mi enemigo, sino eres una persona mal herida
ro que no te
no pude, ella me observo con ojos curiosos, me quito con delicadeza el plato de mis manos y con la cuchara que yo tenía anteriorme
r su olor a flores y coco, y
ealmente no quería que se fuera, jamás había sentido tal sensación en mi pecho por nadie. Aunque tuviera la apariencia d