Si bien, Norusakistan era ardiente, aquel día parecía estarlo el doble. Vagó largo rato, quizás debería q
, seguramente su padre se dedicaba a la lectura. Se sorprendió al not
sorpresa enco
ciendo una leve reverencia con su rostro. Zah
o terminando de llegar hasta quedar frente a él y m
ijo sin una pizca d
como si estuviese inspeccionándolo, paseando la punta del abanico cerrado, po
refiere, usted
anico- tu mandíbula tensa- colocó el abanico debajo de la mandíbula- tu ceño fruncido
h y usted, no se par
a sabiendas de que som
te. Es allí cuando comienza
ermana, Zashirah es bastante ingenua, pero yo tengo malicia por las dos, Shemir.
yo usaría, Alteza. ¿Aún se ve al esco
econocer que eres bastante atrevido- enarcó una ceja- ése mismo atrevimiento fue el que te llevó a poner los ojos en mi
iese ofendida por mis sentimientos, lamento
ces frente a mí, tu conducta fue bastante reprochable, irte dejándo el corazón roto de mi d
cambiado, yo
-indagó- ¿volverás a b
al cosa- la m
lo perdonaré, haré que los guardias te entierren vivo en el desierto, yo no soy tan dulce como Zashirah- los ojos de Shemir brilla
. La Princesa y yo, ya no somos
ntir la presión de sus labios, él contrajo los propios y la miró casi con furia mientras ella se marchaba. Zahiry
iatamente salieron en busca de la joven, gracias a Alá, pudieron encontrarla y regresar con ella, lo cual había dejado al menos una buena noticia en el día, Nael estaba furioso y había golpeado al líder del clan, había hecho que caminaran de regreso hasta Palacio y les había
an tener aquella conversación, no habían podido hablar a solas ni un segundo, pero había llegado la hora. Zashirah, suspiró, los nervios amenazaban con hacerla temblar sin
ba concentrado en los muchos
tó la cabeza de los papeles y la observó, un extraño
nte una barrera que levantaba entre ellos. El joven se puso en p
ndo de buena salud.
udarle en algo?- p
rte aquí- dijo intentándo controlar sus
entamente- estaba dedicado a estudiar un poco las leyes Norusakistanas- dijo mientras recogía los pa
Shemir levantó la cabeza de la carpeta y la
maduramos se supone que son procesos básicos del existir- Zashirah, se sintió un poco tonta. Se inf
ar por llamarme
a miró fijamente a los ojos- usted es la Prince
o hacías-
doce años, en mi mente infantil
haciéndo un esfuerzo sobre humano
que usted se eq
igos- Shemir, la miró en silencio por algunos minutos, compr
dos chiquil
conmigo?- lo miró con ojos enormes, el corazón del
mos adultos y como tal, comprendo mi posición y la suya. Ya no somos dos niños que juegan, que co
ron de brillo al descubrir que él recorda
o él- pero y
o, un futuro. . . juntos-
usted estaba por cumplir d
nos de lágrimas- hicimos una promesa, prom
no llore Alteza, quisiera conservar el pellejo en mi pi
que te preoc
era agotada- s
e tiempo Shemir, llegas y te dedicas a evitarme, a evadirme a toda costa. ¿No te importa cómo me sienta?, Se
na mano y limpió la silenciosa lágrima que se deslizaba con parsimonia por s
tenía oculto entre sus pechos, sosteniéndo un sencillo anillo del mismo material. No tenía ninguna piedra, nada que lo hiciera especial, pero para Zashirah era el símbolo de amor del joven Shemir, el símbolo de una promesa inquebrantable.- siempre lo llevo conmigo, cerca de mi corazón
rido con tanto amor y sacrificio. Su padre, Haimir le había dicho que una promesa debía señalarse siempre con algo que pudiese recordarse y para él, ese sencillo anillo había sido lo mejor que pudo comprar con sus ahorros. Sabía que era muy poco
Ella lo ignoró y siguiendo un impulso se acercó a él, le rodeó el cuello con ambas manos, poniéndose de puntillas y l
rdaba la promesa que se habían hecho de niños, guardaba el anillo que un día le había dado, guardaba
boca bastante inexperta que se movía con torpeza contra la suya, pero que era aún más dulce por eso. Por un m
El Príncipe, no estaría nada contento con una noticia así
sido u
con una muda plegaria escrita
se pudo, ni se podrá. Esa promesa fue una tontería de dos niños que no sabían nada del mundo o la vida, las cosas han cambi
soltó, irguió la espalda y abandonó el salón con paso firme, sin saber que con cada una de esas pisadas des
Nada de lo que había soñado podría ser jamás, había sido una tonta al pensar que después de tantos años
ella, para él, sólo habí