r recuerdo de la
cuento antes de dormir. Pero, en mi caso, mi primer recuerdo es la última noche en que vi a m
alli, estaba sentada a mi lado en el asiento trasero, sujetándome fuertemente. Miraba hacia atrás de vez en cuando, y todo lo que decía era que
Pregunté, sintiendo que m
jos y respondió: "No te preoc
duciendo el auto con una expresión tensa
amos tan rápido?"
ó una sonrisa. "Solo estamos jugando
nuestro. Recuerdo las luces brillantes y los rugidos de los motores mientras el auto negro intent
padres lamentablemente fallecidos. Dos pares de zapatos negros estaban al
mpo de visión, respondió. "No podem
spondió con calma: "Cuidaremos
miedo y confusión, agarré la mano del hombre que parecía tener la misma edad que mi padre. Me ayudó a s
ña," dijo con amabilida
l hombre que luego descubrí ser Don Salv
plejo que Don Salvatore gobernaba. Él se convirtió en mi tutor, mi protector y, más tarde, mi mentor. La Nd
ncuso esa noche oscura, y desde entonces, he caminado a su sombra, protegida y guiada por un mundo que muchos no comp
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do catorce años desde esa noche fatídica en la que mis padres murieron, pero el pasado seguí
a, ansiosa por recibir el sol de la mañana que bañaba Vibo Valentia, en Calabria, en mi habitación. Era un día importante; de
revitalízate. El aroma de los olivos y el mar impregnaba el aire, y me sentí agradecida de estar e
ederica, una mujer leal que se había convertido en mi especie d
ina. ¡Feliz cumplea
día finalmente ha llega
desayuno. Todos están ansiosos por c
el día, mis recuerdos fluían como una película en mi mente. Recordaba vívidamente lo que
vatore, Lucrezia Mancuso, fue la gran influencia detrás de este cambio. Siempre soñó con tener una hija, pero después de dar a luz a cuatro niños, tuvo
se aferró a la idea de que yo era la hija que siempre deseó, apodándome "Bambolina", que en italiano
ia hija, y yo la veía como una madre cariñosa. Me enseñó sobre la cultura italiana, a cocinar platos trad
ente, y los médicos no pudieron encontrar la causa. No me separé de su lado, a quien había abrazad
nto máximo, me miró con ojos cansados y expresó un arrepentimie
do un nudo en mi garganta.
d la dominó. Su voz era apenas un susurro.
preguntar qué quería decir con eso, Lucrezia cerró los ojos y su respiración se volvió lenta
vertí en parte integral de la familia Mancuso. Él, junto con sus cuatro hijos, me enseñó todo lo que necesitaba saber s
uerdo cariñoso en mi corazón, una madre que me amó y a la que amé profundamente. Bajo su guía, me convertí en
pesar de todos los años que pasé aquí. Ser aceptada por los Mancuso no era tarea fácil
ambién estaba decidida a encontrar mi propio camino dentro de la familia. No sería solo una protegida de Don Salvatore, sino una líder por mérito propio. Siguiéndolo, me coloqué el col