gible, una figura sombría emergió de las sombras más profundas del bosque. Era un íncu
les. Lothar emergió de una pequeña caverna oculta entre los árboles, su figura alta y esbelta moviéndose con una gracia sobrenatura
guardianes silenciosos, sus ramas entrelazadas formando un dosel que bloqueaba cualquier atisbo de luz estelar. El aire estaba cargado co
suave aleteo de un búho en busca de su presa nocturna. De vez en cuando, un murmullo gutural de alguna c
os de sombra profunda, brillaban con un fuego infernal, buscando señales de vida. Su piel era pálida como el mármol, en contraste con el negro azabach
curidad de la noche. Un puente de madera, antiguo y cubierto de musgo, se arqueaba sobre el arroyo. Sin dete
s extendiéndose como brazos protectores. Lothar se detuvo por un momento, respirando profundamente el aire fresco y absorbiendo la energía de la naturale
s de anhelos y miedos. Estos sueños eran el sustento del íncubo, quien se alimentaba del deseo y la energía vital de los h
anzas y deseos reprimidos, un festín irresistible para Lothar. El íncubo se acercó a la ventana de la cabaña, sus ojos fijo
despertaba. Lothar se inclinó sobre ella, sus labios a pocos centímetros de su oído, susurrando palabr
cubo. Intentó gritar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta, su cuerpo paralizado por
ró preguntar Kiara
ó Lothar, su voz un susurro sedoso que envolvía a Kiara en un m