– El tilo y
en
n un poco de suerte el té haría su trabajo y yo permanecería dormida mientras eso pasaba. El tilo y una pastilla para dormir, que me facilitó Ema, hicieron su efecto, casi arrastrándome llegué a la cama y ni bien tocó mi cabeza la almohada, caí en un profundo sueño. Al despertarme pude notar un hilo de luz que se colaba por las persianas que, claramente, habían quedado mal cerradas. Estiré mis brazos para desperezarme, pero me senté de golpe en la cama, otra vez temblando de miedo. Levanté las sábanas con cuidado, seguía desnuda, entonces exploré un poco mi cuerpo en busca de alguna prueba de haber sido visitada por Izan, pero la única prueba que encontré fue una rosa roja sobre la almohada, en mi cuerpo no encontré ningún indicio. ¿Acaso
z
o rato, se veía serena, era seguro que había ingerido alguna cosa como para lograr sumirse tan placenteramente en el sueño. Le corrí con los dedos el cabello que le caía sobre el rostro. Se veía tan angelical e inocente que estremeció mi cuerpo, era hermosa por demás, perfecta. Deslicé la sábana y pude ver que se encontraba desnuda completamente. Eso me desconcertó. ¿Acaso estaba esperándome?, ¿era una invitación a poseerla?, pero de ser así, ¿por qué se había asegurado de dormir profundamente? Me quedé inmóvil observándola, esperaba que en cualquier momento abriera los ojos y se lanzara sobre mí como una fiera, tal vez hasta armada con algún objeto para hacerme daño defendiéndose, pero no, no fue así, dormía tranquilamente, ajena al mundo a su alrededor. Me generó ternura, un sentimiento al que no estaba acostumbrado, eso hizo que me llenara de rabia y quisiera poseerla sin miramiento alguno, dándole una primera estocada que haría que su grito
un galante caballero, tenía unos planes muy depravados para el uso de esa rosa, pero quedarían para otro momento. Me puse de pie y me acerqué nuevamente a su cama, volví a acomodarla de lado y la cubrí con la sábana. No la había tocado, per
... ¿ustedes que creen?, dejen