nderla, descubre que la pequeña tiene un don mágico que le permite curar heridas y predecir el futuro.
lí
ntras tarareaba una canción. El día, estaba bastante gris
ánimos, pero obtuve lo contrario. Comencé a pasearme por toda
excepción de Carlos, el guardia. Odiaba estos turnos rotativos, pero ¿cómo me escucharían? Si era la mujer
ora, solamente guardaba su rostro y al ve
moroso. Y eso contaba como un hijo ¿verdad? Aunque para ser si
una especie de llanto. Confundida, fruncí las cejas y me levanté de mi asiento.
frío me invadió y no había abrigado para nada. Mis pasos se amortiguaron por la nie
l viento, soplaba sumamente fuerte. Me abracé a mi m
. ¿está
ía estar bien alguien que lloraba? Suspiré, cuando quis
mé aterrada y
pucha que le cubría, encontré un precioso rostro angelical. Sus ojos enormes
on los ojos tristes, la tomé de l
ayada. Su cabeza colgaba, y sentí
tación vacía, y la coloqué sobre la cama. Mis ojos la observaron
dije preocupada, tratan
pero no podía estar segura. SSeguí examinándola, tratando d
aba olvid
empera
que estaba un poco tibia, aunque estaba tratando de m
puerta. Volteé hacia la puerta y vi que C
ás bien? -preguntó él, c
-Creo que necesitamos ayuda a
del rostro de Carlos. -¿Un niño? ¿Qué
venga -respondí, sacudiendo la cabeza
scar ayuda para ella -
tenía a la niña entre mis bra
¿Quién era esta niña
e veía ningún vehículo de emergencia. ¡¿Dónde est
s y ninguna respuesta. El guardia ingresó para pedir ayuda por radio, y luego
Hay una tormenta tan grande
ahora? ¿Y si la niña estaba en serio p
locarla sobre la cama y esperar que despierte. Balbuceaban cosas si
do algo anticuado, con unas cancanes blancas y zapatos de color negro. Mi
as heridas. Acaricié su cabello e hice
ando su frente. Me quedé a su lado, ha
díamos irnos, tampoco nadie podía llegar o eso me notificó Carlo
era podría ayudarla. Pero solamente me quedaba controlar sus
lo mas esencial. Suspiré sintiendo un sabor amargo en la boca, mientras revi
saron, y Car
a niña? –preg
con una mueca. Los pasos de Carlos se acercaro
Dí un respingo, cuando su mano acarició mi cabello. Mis ojos se
uise saber tembl
endida sin comprender sus disculpas. Cuando me
dito. Comencé a llorar y se rió -¡No! –grité y me gané una bofetada que produjo un sonido sordo. Mi