ítu
lle
exactamente once horas y cuarenta y cinco minutos. He tenido la suerte de viajar en un chárter directo, lo que me ahorraba un día entero. Sin embargo, es la primera vez que hago un viaje tan largo
ién salida de la universidad iba a tener la posibilidad de hacer prácticas en uno de los mayores periódicos de esta ciudad americana. El Boston Enterprise Journal era la mayor oportunidad de mi vida. Y yo había sido escogida para unas prácticas
a gran ciudad, apartada de todo lo que conocía. Y mientras me perdía en es
grande, pero este era mucho mayor. A paso de caracola y pasando un sinfín de controles internacionales, llego a donde tengo que recoger las maletas. ¡Aleluya!, pensé al ver mis dos pedazos de "almacenamientodeunavida" en
aquella loca cinta que daba vueltas a la velocidad de la luz. ¿Sería posible? Nunca entendí porque las cintas de los aeropuertos ruedan tan rá
nte para no hacer figura de idiota. Bastante ya sería la estúpida imagen que estaría
go volver a coger una de las maletas, tiro con toda mi fuerza para tras, indo en contradirección de la corriente que se lleva mis pertenencias. De pronto, siento unas enormes manos tocaren las mías y con el choque y la sorpresa la
para mí. Entre la vergüenza y mi rostro abismado con aquel ser a mi lado, mi voz se
olvió a pr
. La rosa. La de color rosa. Fucsia. -Hice una mueca con la boca en tono de disculpa, com
os. Al hacerlo pude ver la tensión de los músculos sobre su camisa arremangada y sin corbata
decir, sí, hacía, pero... bueno... ¡gracias!
ismo. Unos dientes perfectos, reluciendo como un anuncio de Colgate. Ten
aeropuerto pitando. Ya imaginaba llegar al periódico, en el día siguiente, y encontrar un artículo en la sección de chismot
mientras andaba con pasos largos
colocó a mi lado, cargando relajadamente una pequeña maleta de mano, de esas que s
uí un contacto. Boston puede ser una ciudad muy exuberante -hablaba tranquilamente y su vocecita era tan
Chiara -me sentí en la obligación de devolver
y pensé que se había quedado un silencio ra
me a trabajar en una empresa de aquí. -No quer
Me encanta Italia. Tengo una que otra su
la cabeza, interesada en su información-. Muy bonita
. Qué modo raro de llamar a su gente-.
ideas prejuiciosas con las personas de otras nacionalidades, pero no esperaba escuchar algo así a los diez minutos de pisar un territorio; con poco m
rumadora. Sé lo que es sentirse alejado de casa, especialmente en estas fechas, así que no dudes en llamarme si
sultaba un poco atrevido de su parte ofrecerme un contacto, porque no nos cono
inesperada, haciéndome sostener el aire en mis pulmones por la sorpresa de su contacto. Levantó un poco la camiseta de mi bra
de maletas pasaban a mi alrededor en un ajetreo de viajeros, por todas l
elegante y negro, parar en segunda fila. Fue el momento en el que vi Joshua acercarse al coche y de dentro salir una chica rubia despampanante que más parecía ser una modelo de Victoria Secret. Ro
gos no eran los italianos. Eran todos los hombres del mundo. Podría ser guapo y todo lo demás, pero había estado tonteando con