/0/1437/coverbig.jpg?v=9b3294f7cda8310118b2f7f7b4a4e721)
La Navidad llega antes de tiempo a Chiara, una joven periodista que tendrá que ir al extranjero y conseguir un exclusivo con uno de los magnates más difíciles de entrevistar de todos los tiempos. Chiara acaba de terminar su carrera como periodista en Milán, Italia y viaja a Boston en los EE. UU, para incorporarse en uno de los mayores periódicos de la ciudad como redactora, pero cuando acaba de llegar un extraño llamado Joshua la deja intrigada. Lejos está de saber que él será el protagonista de uno de sus trabajos como redactora. Sola, en plena época de Navidad y con solamente 6 meses para estar en el país, vamos, ver en primera mano como Chiara conseguirá sobrevivir en esta ciudad y quien será su gran plus valía en esta misión. No pierdas esta historia romántica de Navidad, llena de clichés graciosos, humor y grandes sentimientos, para que puedas disfrutar de esta temporada con un poquito de ánimo. Esta novela está registrada en Safe Creative con el número de identificación: 2101146577635 Todos los derechos reservados Copyright © Elena Martin. Todos los derechos reservados. Aviso legal: reservado todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del Copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. Titulo original: Regálame un beso Author: Elena Martin © 2020 Elena Martin Portada, maquetación y edicción: Elena Todos los derechos reservados
Capítulo 1
La llegada
Más una partida de Solitario terminada. Creo que hacía ya más de 5 años desde que jugué la última partida de este juego. Pero tantas horas dentro de un avión aburría. El vuelo de Milano a Boston era exactamente once horas y cuarenta y cinco minutos. He tenido la suerte de viajar en un chárter directo, lo que me ahorraba un día entero. Sin embargo, es la primera vez que hago un viaje tan largo e intercontinental. Después de haber visto la película de Wonder Woman una vez y Batman otra, ya no sabía qué hacer en el avión. Así que abrí el único juego del ordenador que podía jugar desconectada.
Dormir también se me hacía una utopía, quizás porque mis nervios no me dejaban en paz. Mis niveles de ansiedad estaban rozando los picos más altos, después del Everest. Aquí comenzaba mi nueva jornada de vida. Quien diría que, a los 24 años, recién salida de la universidad iba a tener la posibilidad de hacer prácticas en uno de los mayores periódicos de esta ciudad americana. El Boston Enterprise Journal era la mayor oportunidad de mi vida. Y yo había sido escogida para unas prácticas de 6 meses que me abrirían las puertas para el mundo del periodismo de una forma insuperable. Estaba entusiasmada y nerviosa a la vez. Si por un lado era mucha responsabilidad, por otro lado, era mi inauguración a la libertad y la independencia.
Era la primera vez que salía de casa de mis padres y aventuraba sola en una gran ciudad, apartada de todo lo que conocía. Y mientras me perdía en esos pensamientos, gané el juego de cartas una vez más. Empecé nueva partida.
Tras variadas posiciones y un dolor de culo insoportable, el avión, por fin, aterrizaba en el aeropuerto internacional Logan de Boston, en pleno estado de Massachusetts en los Estados Unidos. Era enorme. Lo de Milano era grande, pero este era mucho mayor. A paso de caracola y pasando un sinfín de controles internacionales, llego a donde tengo que recoger las maletas. ¡Aleluya!, pensé al ver mis dos pedazos de "almacenamientodeunavida" en la cinta. Difícil no hacerlo, porque aparte de que eran rosa chillón, tenían miles de pegatinas de Italia, pañuelos en el mango que mi madre insistió que llevase para les dar un toque personalizado y muy a la moda italiana.
Corro para alcanzarlas, pero cuando logro sujetar una de las asas de la enorme pieza, me ha escapado de la mano y empezó a viajar, de nuevo, en aquella loca cinta que daba vueltas a la velocidad de la luz. ¿Sería posible? Nunca entendí porque las cintas de los aeropuertos ruedan tan rápido. Coger maletas es casi un deporte para los viajeros frecuentes. Te da adrenalina, sudas y corres. Lo más parecido con una actividad física.
Voy pidiendo permiso en mi tan logrado inglés, que por suerte era decente el suficiente para no hacer figura de idiota. Bastante ya sería la estúpida imagen que estaría dando ahora mismo, esquivando gente mientras miraba mis cosas con ojos depredadores.
Dos vueltas de tuerca después y, casi soy la única esperando de que, en algún momento posible de mi vida, esas maletas puedan salir de la maldita cinta del infierno. Empeño todas mis energías en una última tentativa y cuando consigo volver a coger una de las maletas, tiro con toda mi fuerza para tras, indo en contradirección de la corriente que se lleva mis pertenencias. De pronto, siento unas enormes manos tocaren las mías y con el choque y la sorpresa largo mi objetivo y miro hace arriba, para ir de encuentro al rostro más increíble que he visto en toda mi vida. El chico guapísimo al que le corresponde aquellas manos capta mi maleta en menos de nada y logra depositarla a mis pies.
-¿Tienes alguna maleta más para recoger? -preguntó mirando para la cinta y después para mí. Entre la vergüenza y mi rostro abismado con aquel ser a mi lado, mi voz se quedó entallada entre las paredes de la garganta y solo pude asentir con la cabeza.
-¿Cuál? -volvió a preguntar él.
-Ah... ah... -Tartamudeaba como si nunca hubiera hablado inglés en mi vida -, sí... tengo. La rosa. La de color rosa. Fucsia. -Hice una mueca con la boca en tono de disculpa, como si me sintiese culpada por llevar unas maletas tan ridículamente espantosas y chillonas.
Él sonrió. En pocos segundos avistó la otra pieza y la sacó también, como se pesase dos gramos. Al hacerlo pude ver la tensión de los músculos sobre su camisa arremangada y sin corbata. Era grande. Musculoso y torneado. Y yo estaba salivando en pleno aeropuerto ante su perfil.
-¡Mu... muchas gracias! No hacía falta. Quiero decir, sí, hacía, pero... bueno... ¡gracias! -cerré la boca antes de que saliera más idiotez.
-De nada -él sonrió enseñando los piñones y pensé que me derretía allí mismo. Unos dientes perfectos, reluciendo como un anuncio de Colgate. Tendría que ser dentista. Solo los dentistas tenían bocas así. Comestibles.
Le devolví la sonrisa mientras cogía torpemente mis maletas y empezaba a dar uso a las rueditas que tenían, para salir del aeropuerto pitando. Ya imaginaba llegar al periódico, en el día siguiente, y encontrar un artículo en la sección de chismoteo: "Chica imbécil intenta coger unas maletas en aeropuerto, sin éxito, hasta ser salva por el magnate del imperio dentista".
Mi cabeza viaja en la mayonesa, mientras andaba con pasos largos para la zona de nada a declarar.
Él chico había quedado para tras. En un momento consiguió alcanzar mis pisadas y se colocó a mi lado, cargando relajadamente una pequeña maleta de mano, de esas que se lleva para pasar dos días en algún sitio. Habría ido a alguna conferencia dental.
-Me llamo Joshua. He visto por tu pronunciación que eres extranjera. Si necesitas algo por acá, tienes aquí un contacto. Boston puede ser una ciudad muy exuberante -hablaba tranquilamente y su vocecita era tan atractiva que yo seguía mirando adelante, arrastrando aquellos dos icebergs que había traído con mis cosas.
-Encantada y gracias por tu gentileza. Yo soy Chiara -me sentí en la obligación de devolver su simpatía, pero estaba totalmente avergonzada.
Él se mantuvo en silencio, andando a mi lado y pensé que se había quedado un silencio raro. Por eso, hablé para tapar mi nerviosismo.
-Soy italiana. Acabo de llegar para incorporarme a trabajar en una empresa de aquí. -No quería dar muchos detalles, al final no lo conocía.
-Hum... me sonaba a italiano o español... Me encanta Italia. Tengo una que otra sucursal allí. He estado en Roma hace un mes.
-Ahhh... -dije, abriendo bastante los ojos y meneando la cabeza, interesada en su información-. Muy bonita Roma. Yo es que soy de Milano. Un poquito diferente.
-Oh, sí. Los milaneses -erguí una ceja. Qué modo raro de llamar a su gente-. Tan bellos cuanto engreídos y fútiles.
Me quedé perpleja con su observación. Estaba siendo tan educado que no esperaba aquel insulto despectivo a sus paisanos. Sabía que mucha gente tenía ideas prejuiciosas con las personas de otras nacionalidades, pero no esperaba escuchar algo así a los diez minutos de pisar un territorio; con poco más de 500 años y constituido por extranjeros. Me remetí al silencio. Cuando alcanzamos la puerta de la salida, él me paró, sujetándome por el hombro.
-Quédate con mi número de teléfono, por si necesitas algo. Como te dije, es una ciudad grande. Puede ser muy abrumadora. Sé lo que es sentirse alejado de casa, especialmente en estas fechas, así que no dudes en llamarme si necesitas lo que sea -volvía a ser el chico con la voz suave y sensual de antes-. Apunta mi número en tu móvil.
-Tal vez no haga falta, pero gracias por la oferta -dije, disculpándome. Me resultaba un poco atrevido de su parte ofrecerme un contacto, porque no nos conocíamos y además había acabado de sacar presunciones estúpidas sobre mi tierra.
-Insisto -colocó la mano en la parte delantera de su maleta y sacó un boli del pequeño compartimento. Cogió mi mano de forma inesperada, haciéndome sostener el aire en mis pulmones por la sorpresa de su contacto. Levantó un poco la camiseta de mi brazo para que mi pulso quedara libre y desnudo. Y escribió en el interior de mi muñeca-. Aquí lo tienes. Felices fiestas, Chiara.
Me guiñó un ojo y se fue. Me quedé inmueble en el medio del pasillo, donde maletas pasaban a mi alrededor en un ajetreo de viajeros, por todas las direcciones. Miré mi brazo. En color azul decía: "DJoshN.5189912.FNMG"
¿Qué coño significaba DJoshN o FNMG? Sería su trabajo, su barrio. Ni idea. Otro momento lo verificaría. Cuando estaba esperando el taxi en las llegadas, avisté, a poca distancia, un coche enorme, elegante y negro, parar en segunda fila. Fue el momento en el que vi Joshua acercarse al coche y de dentro salir una chica rubia despampanante que más parecía ser una modelo de Victoria Secret. Rodeó el coche y cuando se encontró delante de él lo abrazó para darle un beso en el rostro que, fue devuelto. Sus sonrisas cómplices dejaban a la vista perfectamente de que serían pareja o algo así.
¡Qué idiota! Pensé sobre lo que acababa de pasar y llegué a la conclusión de que, al final, los engreídos, atrevidos y mujeriegos no eran los italianos. Eran todos los hombres del mundo. Podría ser guapo y todo lo demás, pero había estado tonteando con ella, mientras su mujer esperaba afuera. Hice una cara de asco. Quité el pensamiento del asunto cuando llegó mi turno al taxi.
Los rumores decían que Lucas se había casado con una mujer poco atractiva y sin antecedentes. En los tres años que estuvieron juntos, se mantuvo frío y distante con Belinda, que aguantó en silencio. Su amor por él la obligó a sacrificar su autoestima y sus sueños. Cuando el primer amor de Lucas reapareció, Belinda se dio cuenta de que su matrimonio era una farsa desde el principio, una estratagema para salvar la vida de otra mujer. Entonces firmó los papeles del divorcio y se marchó. Tres años después, Belinda regresó convertida en un prodigio de la cirugía y una maestra del piano. Perdido en el arrepentimiento, Lucas la persiguió bajo la lluvia y la abrazó con fuerza: "Eres mía, Belinda".
En opinión de todos, William se había casado con Renee bajo la presión. Ahora que su verdadero amor había vuelto embarazada, no podían esperar a que abandonara a Renee. Sorprendentemente, Renee fue sincera sobre la situación: "Para ser franca, soy yo la que pide el divorcio todos los días. Lo deseo incluso más que cualquiera de ustedes". Pero ellos ignoraron su comentario como un mísero intento de salvar las apariencias. Hasta que William hizo una declaración: "El divorcio está fuera de discusión. Cualquiera que difunda falsos rumores se enfrentará a consecuencias legales". Renee estaba confundida. ¿Qué planeaba hacer ahora este loco?
Cuando eran niños, Derek le salvó la vida a Norah. Años más tarde, Derek quedó en estado vegetativo tras un accidente automovilístico y Norah se casó con él sin pensarlo dos veces. Con sus conocimientos médicos, incluso lo curó. Durante dos años, Norah amó a su marido con todo su corazón, esperando poder devolverle su bondad. Pero cuando volvió su primer amor, él pidió el divorcio. Sin dudarlo, ella estuvo de acuerdo. Lo que pocas personas sabían es que ella, etiquetada como "abandonada", era en realidad una piloto de carreras, una famosa diseñadora, una genio hacker y una reconocida doctora. Lamentando su decisión, Derek le pidió perdón a Norah. De repente, apareció un encantador CEO, abrazó a Norah y le dijo: "¡Aléjate de mi esposa!". Sorprendida, Norah soltó: "¿Qué?".
Clarissa Chapman, un día, al entregar preservativos a una habitación de hotel, descubrió que su cliente era su... ¿prometido? ¡Atrapó a su prometido y media hermana en la cama! ¡Solo entonces Clarissa se dio cuenta de que su novio de seis años la había engañado! ¿Qué es más ridículo? Su padre dijo que era porque ella no era atractiva y su hermana lo merecía más. Dejó a su prometido idiota, ¡se encontró con su Sr. Correcto en una aventura de una noche! Espera... ¿por qué este hombre se veía exactamente parecido al CEO multimillonario - Anderson Jordan en la televisión? Anderson era de muchas cosas, guapo, considerado y leal. Nunca imaginó que un apuesto como Anderson se enamoraría de ella, hasta ese día... Su familia de pesadilla la encontró, tratando de arrastrarla al pasado miserable... otra vez...
Dos años después de su boda, Ximena perdió el conocimiento en un charco de sangre durante un parto difícil, olvidando que su exmarido se iba a casar con otra persona ese día. "Nos vamos a divorciar, pero el bebé se queda conmigo". Estas palabras resonaron en su mente. Sabía que él no estaba allí para ayudarla, sino para quitarle a su hijo. Ximena preferiría morir antes que ver a su hijo llamar madre a otra mujer. Posteriormente perdió la vida en la mesa de operaciones con dos bebés en su vientre. Pero ese no fue el final para ella... Años más tarde volvió a encontrarse con Ramon, que ha cambiado mucho. Quería quedársela para él a pesar de que ya era madre de dos hijos. Y cuando supo que ella se iba a casar de nuevo, irrumpió como un loco. "Ramon, ya morí una vez antes, así que no me importa volver a morir. Pero esta vez, quiero que muramos juntos", gritó ella, mirándolo con angustia en sus ojos. Ximena pensó que él no la amaba y estaba feliz de estar fuera de su vida. Pero lo que ella no sabía era que la noticia de su inesperada muerte le había roto el corazón. Durante mucho tiempo lloró de dolor y agonía. Siempre deseó poder retroceder en el tiempo o ver su hermoso rostro una vez más. Todo esto fue demasiado para Ximena, cuya vida estuvo llena de idas y venidas. No sabía si debía volver al lado de su exmarido o seguir adelante con su vida. ¿Cuál elegiría ella?
"¡Ahh!". Ella solo podía gemir, a pesar de que no amaba a ese hombre; de hecho, lo odiaba. Las manos del hombre recorrían todo su cuerpo. Ella jadeó cuando él comenzó a bajarle el cierre del vestido. Este terminaba en su cadera, así que terminó con la espalda y la cintura descubiertas. "No me toq... ¡mmm!". El hombre movió sus dedos por su espalda descubierta y presionó su cabeza contra una almohada. Los toques le provocaron escalofríos a la chica. "Haré que te olvides de sus toques, besos y todo lo demás. Cada vez que toques a otro hombre, solo podrás pensar en mí". ---- Ava Adler era una omega nerd. Los demás la molestaban porque pensaban que era fea y poco atractiva. Pero Ava amaba en secreto a un chico malo, Ian Dawson. Él era el futuro Alfa de la manada Mystic Shadow. Sin embargo, a él no le importaban las reglas ni las leyes, solo le gustaba coquetear con las chicas. Ava no era consciente de la arrogancia de Ian hasta que su destino se entrelazó con el del joven. Él la descuidó y la hirió profundamente. ¿Qué pasaría cuando Ava se convirtiera en una bella capaz de conquistar a cualquier chico y, al verla, Ian se arrepintiera de sus decisiones? ¿Y si ella tenía una identidad secreta que aún no había descubierto? ¿Y si cambiaban las tornas e Ian le suplicaba que no lo dejara?