r', pensó Valeria mientras alzaba la vista por la ventana del pas
e y siempre regresaba a casa cuando ella ya se había dormido. De hecho, precisamente por eso se habían mudado a ese departamento hace casi un año, pues a él se le hacía más ir y venir del trabajo. Sin embargo, eso la dejaba a ell
a las piernas largas podía permitirse el lujo de llegar a la planta baja en menos de un minuto. A pesar de que el edificio tenía dos ascensores, ella siempre usaba
si realmente quería llegar a tiempo. Luego de una profunda inspiración, empezó a trotar a paso constante. La mañana todavía era fría porque el sol abrasador del trópico aún no había despuntado y el rocío seguía in
pensó, al tiempo que cruzaba la primera cuadra. 'Pero no con es
os cuantos transeúntes la acompañaban en el trayecto. La parada de autobuses ya se divisaba en la distancia y solo una señora esperaba sentada en el banquillo. No muy lejos, Valeria pudo divisar el autobús que se acercaba, así que apresuró el paso para no perderlo. La señora en el banquillo se paró cuando el bus s
ero", murmuró. Su voz temblaba, no pod
días", respondió de mala gana el conductor mientras la miraba
eparaban del suelo. No había terminado de salir cuando la puerta se cerró bruscamente, casi robándole la zapati
ue llegó al bloque de apartamentos donde vivía. Como el ascensor estaba con las puertas abiertas, prefirió tomarlo para llegar más rápido, así que entró y presionó el número cinco en el tablero. Por fortuna, nadie se antojó de
ntes de que se convierta en un daño estructural. De todas maneras podemos di
iempo? Qué raro, no lo escuché desd
sa sus llaves, pero no pudo encontrarlas por ningún lado. Ent
él, parándose detrás del umbral mientras dej
perdí el autobús", murm
rabajo, esta gente no conoce lo que son las horas de sueño",
r en la fábrica". Impacientada, guardó el monedero en el bolso y salió a toda prisa sin reparar en Nicolas. "Nos vemos", fue lo único que dijo desde el pasillo. Honestamente estaba demasiado apurada c
otro bus, pero igual llegaré tard
na señora de avanzada edad a quien ya había visto en varias ocasiones, pero cuyo nombre ignoraba. Absorta en sus pensamientos, no le p
nte avergonzada y su rostro se había enrojecido como un tomate maduro. Ni siquiera sab
otro bus. Los rayos del sol ya calentaban la tierra y las gotas de sudor empezaban a perlar su frente y humedecerle la espalda. Agotada, Valeria se quitó el blazer y dejó que la brisa la refrescara un poco. De regreso en la parada de autobús, revisó la hora, eran las 6:48. Parecía que el bus estaba algo retrasado, pues no se veía a lo lejos y la gente em
sta señora de nu