onde el tiempo parecía transcurrir a un ritmo más pausado. El pequeño pueblo, enclavado en la frontera entre España y Francia, era un mosaico de calles empedradas, fachadas coloridas y pla
se había encargado de instalarla en este rincón seguro. Aquella mañana, mientras el pueblo despertaba, Cl
? -preguntó Claire, sirviénd
, donde se podían ver a vecinos sal
pacífico, tan diferente de la oscuridad que dejé atrás
onder, sonó el timbre. Una vecina de rostro amable, Carmen, apareció en
disfruten de este dulce, hecho con recetas de mi abuel
, y por un breve instante, la sensación de peligro se d
das de colores vivos y los pequeños detalles que daban vida a aquel lugar: balcones adornados con geranios, murales artísticos en
diaba confianza, su cabello rubio caía de forma desordenada, enmarcando unos intensos ojos claros que parecían capturar la esencia de la luz. Vestía una camisa blanca de l
se encontraron con los de él, y en ese instante, el bulli
da y cálida-. No te había visto
ella, con una mezcla de ti
ficiente para disipar la tensión que M
o pueblo encuentres alegría y hospitalidad -come
risas y confidencias. Alejandro le habló del pueblo, de las tradiciones qu
mirando hacia el horizonte-. Y a veces, el destino se manifiesta e
muró una anciana, que pasaba de largo. Ma
Alejandro, con los ojo
pasado siempre puede alcanzarnos? Alejandro s
o, pasado. No dejes que el miedo te impida ver la bel
repente, el teléfono de María vibró insistentemente. Con reticencia, sacó e
ño. Pronto sabré dónde te encuentras.
se desmoronaba en un instante y sintió el impulso de escapar una vez más. Se disculpó y con pas
la plaza. El ambiente se había teñido de dorado y anaranjado, y la tranquilidad parecía haberse reinstala
voz baja, con suavidad, como si
e aún vibrando en su mente, apre
.. no
o frunci
cuando saliste corriendo. Estás
mirarla que parecía atravesar sus defensas, de
o. No quiero-dijo al fi
turna agitaba su cabello rubio y despeinado,
lo que te persigue, pero no quiero verte
escuchar esas palabras, con que alguien quisiera protegerla de
surró, pero Alejandr
esto sola, María. Si hay algo que puedo hacer, dime
ió un calor diferente recorriéndole el cuerpo. No era miedo
mo si temiera que ella se apartara. Con
tener miedo d
alidez de su mano fuerte y firme. Cuando volvió a abrirlos, Alejandro e
pareció d
ctrica. Alejandro bajó la mirada a sus labios, y María sintió cómo su propia respiración se entr
ndose aún más. Si ella no se apartaba, si ningu
voz irrumpió en la
ndro De
. María sintió como si la h
expresión amable pero firme, se acercaba por la plaza con un bast
Ma
podía apartar
era
su cuerpo cuando la realidad la gol
era
ellido de J
odo el aire pareció escapársele de los pulmones. Su
fundido por su repenti
Ma
a no podía
or, su pr
n Dev