piración era entrecortada, y su pecho subía y bajaba con r
amilia? Se obligó a respirar hondo y a pensar con lógica mira
¿qué o
edió involu
rmuró, su voz a
el ceño, confuso
mi apellid
una sonrisa-. Solo..
no¿ Tiene
ntió con
go el aroma de la lavanda y la tierra mojada. Caminaron
algo? -preguntó Al
afueras del pueblo. Desde allí, las luces titilantes del v
moso -s
a ella, su presencia c
sus ojos no estaban en e
so, cargado de algo que ninguno
cuando Alejandro levantó una mano y a
rmuró él - Toda tú eres maravillosa, hay al
, pero no fue solo el frío lo que recorrió su p
mejilla con una caric
por un segundo, disf
brirlos, Alejandr
do se mezclaba
o respondía antes de que s
e Alejandro, y en ese instante, se dio cu
lo lejos heló el fuego en María obligándola a dar un paso atrás. No pudo evitar recordar a Je
do, pero no la presionó.En su lugar, sonrió levemente y de
prisa
roto, pero la conexión entr
llevó hasta su pecho, donde
pero quiero que sepas algo. Si alguna vez nece
da de emociones revol
jand
con la
r nada ahora. Solo
n el aire, y por un momento, María pensó qu
s entre los de María y la
o? -preguntó, con
miró con
? ¿Sin
soltó una
llas... nosotros. ¿No
intió la calidez de su mano aferrando la
bien -
aginario, con sus cuerpos apenas rozándose. Sus pasos er
ismo, lo haría -confesó Alejandro, su
ó su corazó
or
ero que este m
jo, con tanta sincerid
lla. Sus manos se posaron en su cintura con una firmeza p
mento la había llevado a esto: a la calidez de esos brazos, a la
za lentamente, su fren
nto deseo bes
do, como si la noche entera contuvie
d del momento. Pero justo cuando sus labios estaban a punt
en la oscuridad d
su postura cambiando de relajada
o regresar como un g
ste eso?
tió, su mandíb
tamos
n instante, dando paso a una
dos había sido su refugio, ahora se
uebrándose en la oscuridad había roto el hechizo del momento, pero algo de
la cabeza hacia el bosqu
? -preguntó Marí
uédate
atento a cualquier movimiento. María sintió el impulso de detenerlo, de
a sí misma mientras observaba cómo A
segundos, luego negó con la c
nimal -dijo, su tono tranqui
uería c
con una leve sonrisa, deslizó
que tiemble
a envolviéndola, cál
in darse cuenta de que sus pen
observó con
es, ¿po
espondió.
o rozando la línea de su mandíbula, recorrién
ndo de mí, Ma
a la seguridad que encontraba en su presencia. Pero el miedo de
se apenas lo suficiente para que su al
da -susurró-. Solo dime
entre la razón y el instinto. Pero, por p
ijo
ro la e
jilla una última vez an
dijo en voz baja-. Ma
para comenzar a caminar, sintió u
ación de se
una última vez hacia
ía nad
e gritaba que algo