, agotado después de un día lleno de juegos en el parque. Mariana estaba en la sala, organizando
mpleto silencio, y Andrés se encerraba en su oficina hasta altas horas de la madrugada, ocupado en sus interminables
op y se estir
ional -comentó con una media sonrisa, observan
con una expre
etamente desordenados. ¿Quién pone n
elas -replicó él con un
los ojos con f
lica muc
capar una risa
gusta
a una pequeña biblioteca en su casa. Me
ipo de
encantaban las historias s
e sus miradas se cruzaron por u
sta y se pasó una m
tunidades -murmuró, más p
izar los libros y lo
r qu
an contra el brazo del sofá, una señal de qu
e no se pueden recup
ral, hablaba de su esposa. Del amor que había perdido y
perdido -dijo ella con suavidad-. Si
ró por un la
certeza, que lo hacía sentir incómodo de una manera que no sabía explicar. Como si,
cambiando el tema-
la retirada, pe
noches
a su habitación, dejá
ó la cabeza en el respaldo
segundas o
Mariana hacía que todo