aroma a masa crujiente con queso derretido le arrancó una pequeña sonrisa. Había tenido una semana agotadora en la empresa
había idealizado ese momento desde niña, y ahora, a sus veintidós años, sentía que estaba a punto
la puerta, el corazón se le aceleró de inmediato, pero no por emoción. Fue una sensación extraña, como si a
nas. Pero lo que realmente le heló la sangre fue lo que vio: ropa regada por toda la sa
ejando caer la bolsa con la pizza y
iración se aceleró, y el sudor frío le recorrió la espalda mientras caminaba por el pasillo que conducía a la habitación princ
que no sea eso -pensaba Sofía con los ojos abiertos
torio, se detuvo. Desde dentro se escuchaban jadeos, ge
cia -gruñó una voz masculin
¿Mi jefa o yo? -dijo una mujer entre jadeos.
cí
había dado permiso esa mañana para ausentarse po
fuerte que creía que se le iba a salir del pecho. Cuando la
itmo provocador mientras él la sujetaba por la cintura con fuerza. Ambos estaban tan
adeó Franco, hundiendo el rostro en el cuello de Lucía
lgo dentro de ella se
tó Lucía entre risas, acariciando el pech
quiero quedarme con todo su dinero, su empresa, su joyería.
ó Sofía con una furia que
Lucía se cubrió con la sábana, pero Fran
que parece -balbuceó él, tartamu
apartamento ahora mismo! ¡Tienen cinco
Sentía cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, pero n
sin sentido. Lucía no decía nada, solo mantenía la cabeza agachada, evitando la mirada de Sofía.
eron y brotaron sin control, empapando su rostro. Gritó. Gritó con toda la rabia, con todo el dolor que
elular. Necesitaba escuchar una voz amiga, a
ijo con la vo
ea, el sonido del llant
estó su amiga
en? Te esc
. Encontré a Alexander con otra mujer. En nuestra cama... estab
teñida de dolor. La ironía de
ranco... con Lucía. Mi sec
casi tangible. Compartían el mismo d
Mariana-. ¿Qué nos pasa, Sof
porque confiamos demasiado, amamos
pies. Caminó hasta el baño, se miró en el espejo. Sus ojos estaban rojos, la c
en voz baja-. Yo lo amab
a con Alexander -respondió Mariana desd
ostro con el dorso de la mano y se
mos las lágrimas, nos ponemos los tacones, y segu
sé si tengo fuerzas pa
. Pero lo vamos a
ciendo, recordando, intentando entender lo que no tenía explicación. Era co
abrazando sus piernas, mirando la ciudad que parecía seguir su curso
las caricias, las noches de pasión y ternura. ¿Habían sido reales
más. Y luego,
eta. Cada camisa, cada prenda, cada objeto que había traído a su vida, lo guardó c
abía llevado con tanta ilusión esa noche. Se acercó
rarme quién eras
or Franco. No
enaciendo entre las cenizas de la traición. Brindó por el futuro que aú
e la ciudad, Maria
odo es el primer paso para
inua