iente tibia y oscura. Grave, rasposa, c
Ho
ntra su oído, como si con eso pudiera ab
no engañaba a nadie, ni siquiera a ella misma. Sus
a allí, con el ceño fruncido, reconociendo al instante q
hostil, pero tampoco amable. Había tensión contenid
do sostenerse en algo que
quería
sa apenas perceptible-. No me jodas.
Quería escucharlo. Quería sentir que lo que había pasado entre ellos no había sido un e
sto, ¿
responder por unos segundos. Pudo negarlo. Pudo reírse. Hacerse la indiferent
al fin-.
hora era otro tipo de sile
, en voz baja, casi confesándolo-. Tu forma de mirarme... c
ó él. No era van
ndo que se le aceleraba e
ligiendo qué decir, midiendo las palabras. Pero c
e, te ibas con Iván. Que te ibas a su cama
go cruelmente cierto en eso. Tal vez sí. Tal vez hubiera seguido ese camino si Elías
ué hi
é de que sintieras algo imposible de ignorar. Que cuando pens
ecuerdo. El muro, su espalda contra el concreto, las luces intermite
o? -preguntó,
a risa baja, como si la pr
se trata
ces, ¿
-. Algo más primitivo.
directo. Territorial. Eso era. No era posesivo, no en el
as a hace
res sa
S
silencio,
acionamiento del viejo cine, el que est
si n
s a
ra exactamente por qué, aunque todo su cuerpo le dijera que aqu
o a Iván? -preguntó
-. No tiene po
l-. Porque esto
co
tiendo desacompasado. Cerró los ojos. Se sentía como si acabara de saltar d